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- 18/12/2022 00:00
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A pocos minutos de la hora establecida para la presentación, eran pocas las sillas disponibles en la sala de la Academia Panameña de la Lengua. El Dr. Aristides Royo, su director ofreció unas palabras de bienvenida en las que se refirió a algunos términos muy nuestros como “chambonada” y “chichipati”, que se encuentran en la obra de Margarita Vásquez. Aaseguró, “van a pasar momentos deliciosos leyendo el diccionario de Margarita...”. Presentó además a los académicos Rodolfo de Gracia y Melquiades Villarreal, lexicógrafos y lingüistas quienes llevaron a cabo un conversatorio sobre el diccionario.
Sobre Vásquez Quirós, mencionó que “si alguien no necesita presentación es Margarita, todos la conocemos. Es una gran filóloga gramática dedicada a la enseñanza de la literatura, tiene una gran experiencia y además ha sido directora y subdirectora de la Academia Panameña de la Lengua”. Y a manera de postdata dijo “No vayan a creer que en todas las presentaciones habrá 60 libros para regalar, pero vamos a intentarlo”, y es que los asistentes recibimos un ejemplar de la segunda edición del Diccionario de Español en Panamá (DEPA).
De Gracia arrancó su disertación estableciendo que “las palabras no significan exactamente lo mismo ni tienen el mismo valor para un poeta que para un lingüista, un abogado, un periodista, un compositor, un hablante común, un apersona del campo, otra de la ciudad como tampoco para un niño o un adulto. Hay una magia, un secreto que ellas encierran, una clave que está no solo en su ADN y en su larga y lenta transformación, la magia de las cosmovisiones, de la concepción del mundo, de la experiencia diaria o contundente que marca nuestras vidas…”.
En resumidas cuentas, las palabras nos hacen lo que somos, a través de ellas nos mostramos al mundo, son parte de nuestra identidad. Ellas definen quiénes somos y esto se refleja contundentemente en el DEPA.
Vásquez Quirós “ama las palabras, las persigue, las agarra al vuelo, las pesa y las sopesa, las examina y las colecciona, las acaricia, las cuestiona y las investiga. Las pone en contexto y las busca en boca o en pluma de los otros hablantes de su contexto histórico y geográfico hasta lograr meterlas en ese espacio en el que se las ordena con un criterio y se las define según la realidad…”.
Para de Gracia, “leer el DEPA es una experiencia que puede abordarse desde la simple consulta que nos motiva la curiosidad del momento, la contextual, la de la urgencia y necesidad del usuario, la de saber el cómo se dirá, qué significa, cómo se escribe, cómo se usa o si a fin de cuentas se encuentra la palabra en las páginas amarillas”.
Y enumera algunas de las palabras que contenidas en la obra. “¿cómo se hace algo a calzón quitado?”, ¿se puede decir 'cizañoso' o estamos obligados a decir 'cizañero'?” En el DEPA se encuentra la visión descriptiva de la lengua, “el cómo es y no cómo debería ser”. Y aunque nos e trata de un diccionario normativo, se ha procurado poner en autos al lector acerca del valor social en las palabras.
“¿Qué panameño no se ha dado un sobijo, ha visto padecer o ha padecido una contramatada, le ha dado guate a algo hasta gastarlo?, ¿Quién en este país no conoce a alguien que ha estado en la 'lipidia' o que haya sufrido un 'yeyo' o un 'faracho'?”, cuestiona de Gracia.
“¿Acaso ignoramos que si se puede hacer 'la menor' es porque el genio de la lengua, más bien de los hablantes también nos permiten referirnos a 'la mayor'?!, agrega.
La sociedad en la que vivimos es reflejada por las palabras que usamos y cómo las usamos. “Pueden mirar para otro lado cuando el diccionario de Margarita explora las capas sociales del Panamá profundo el de Salsipuedes el de la plaza pública donde también tienen cabida los 'chacalitos', las 'chumerris' y las 'racatacas'; el Panamá de los 'rabiblancos', de los 'pelagatos' y de los 'bien cuida'os'. El Panamá de los 'lambones', de los 'chupamedias', los 'arrastrados', los 'lambiscones' y los 'sapos'. Todos caben en el Panamá que amamos”.
Porque Panamá es “el país de los arnulfistas, los perredistas y los porristas. Pero también del 'chichero', el llantero el 'taxero' y el 'busero'. Es el mismo espacio donde espera un 'pachanguero' o a un 'guapachoso' y a un 'rumbero', alguno de los cuales puede estar en 'wimba', o puede haberse metido en un 'guarapazo' para al día siguiente amanecer con una 'goma' de los mil demonios.
En el interior, por ejemplo, asegura de Gracia que dándose un 'baño de pueblo' “te encuentras bien con un 'parrampán', bien con un 'morisqueto' o bien con un 'diablico sucio'”. Además, puede degustar “una 'pesá', una 'resbaladera', un 'bienmesabe', un 'almojábano', una 'carimañola' o un 'chocao', a expensas de que todo ello te provoque una 'tambarria'”.
El diccionario también “nos pinta el país de la 'dedocracia', en el que queramos o no, hay algo de 'juegavivo' y resuenan los episodios de 'salpique', 'rebusca', 'trapisoña' y 'tracalería' y a cuyas prácticas se entregan los 'carilimpios' los 'bellacos', los 'rebuscones', los 'tracaleros', los 'coimeros' y los 'lagartos'.
Y más allá de aquellos términos únicos y originales, como 'locarios', 'lagañosos', 'lombricientos', 'cuadrosos', 'flacuchentos', 'ladillosos' y 'guabinosos', el español de Panamá se caracteriza por formas muy recurrentes en las que se utilizan palabras comunes.
Los diminutivos (ahorita, enantito), sufijos, adjetivaciones y términos fundidos (comearroz, chupamedias) se suman a los préstamos lingüisticos, más de 100 provenientes del inglés y de lenguajes amerindios como el quechua, el taíno, el cumanagoto, el nahual, el guaymí (ngäbere), el guna y el naso, entre otros.
Para Melquiades Villarreal, el DEPA es “una caja de sorpresas, en el mejor sentido de la palabra”. Y establece cómo algunos términos pueden llegara a tener acepciones tan diferentes, incluso totalmente contrarias. “Embarrar”, puede referirse a ensuciar con barro, o a cubrir con barro la estructura de una casa, pero también significa echar a perder. Y así como 'la embarraste', de forma más directa se utiliza 'la cagaste'.
“La obra es una maravilla y lo he dicho en múltiples escenarios. Y hablamos de maravilla porque Margarita es exigente, a extremo”, sostiene Villarreal. “Ella busca fuentes para justificar el uso de cada término en la literatura, en periódicos. Luego compara en qué otros países se utiliza el término”, agrega.
El español de Panamá, por múltiples razones es diferente al resto. El hecho de ser país de tránsito nos ha convertido en un, por decirlo así, un centro de acopio de palabras. asegura Villarreal.
Así, guacho es un plato tradicional, pero también una cosa mal hecha. Un chicharrón es una pieza del cerdo, pero también un enredo, también un problema.
Y hablando de enredos, también está el julepe, que dependiendo de su uso también significa celebración, miedo (así como culillo) o un golpe.
Una visita al DEPA “da lugar a las redes semánticas que nos amarran; uno va por una palabra y esa duda te lleva a buscar otra palabra y de esa forma uno se va leyendo todo el diccionario”, afirma Villarreal.
Algunos términos se refieren a enfermedades: estar 'ojeado', una de ellas. Otras palabras establecen el círculo social al que pertenece el afectado. Mientras a los adinerados les da diarrea, a quienes no tienen dinero les da 'obradera', 'churria' y hasta 'cagadera'.
Otros dependerán del lugar geográfico donde nos encontremos. En Azuero se comen buñuelos mientras que, en la ciudad de Panamá, pastelitos. Y 'hojalda', bueno, el término no está en el diccionario, no porque se haya querido obviar sino porque la lengua es tan dinámica, que la recopilación se torna en algo interminable. De hecho, la primera edición del DEPA editada en 2011, consta de 334 páginas. Esta nueva edición cuenta con 436 palabras. Definitivamente un trabajo para toda la vida.
La velada concluyó con unas palabras por parte de la autora quien echó mano de la “Oda al diccionario” de Pablo Neruda para componer una versión muy propia en la que un viejo diccionario “viejo y pesado, con su chaquetón de pellejo gastado,”, conversa con el joven DEPA.