• 13/03/2023 00:00

La zafra y otros tópicos peninsulares

“Antes, el cultivo del grano precolombino era asunto del hombre peninsular y, ahora, la minería quiere emular la zafra de granos, pero con degradantes pepitas de oro [...]”

Según la Real Academia Española (RAE) el vocablo “zafra” se refiere al período en el que se realiza la cosecha de la caña de azúcar. Sin embargo, por extensión también se usa para cultivos como el maíz, tomate y otros. Curioso, porque el término viene del árabe “safra”, que significa “viaje”, ya que en España los trabajadores se trasladaban de distintos lugares para participar del cultivo de la caña de azúcar.

Acá, en la región peninsular, estamos en la zafra del maíz, si se me permite el uso de la palabra en este contexto. En nuestro caso arriban, mayoritariamente, los ngöbe, quienes terminan pasando el estío en la calurosa costa oriental. Y, dicho sea de paso, no en las mejores condiciones en su transitoria y estacional residencia.

En la región azuerense la zafra es la expresión de otro problema mayúsculo; porque el monocultivo del maíz ha terminado deforestando la región, problema ambiental al que se suman la ya indicada caña de azúcar, la ganadería extensiva y cultivos como el tomate. Y todo ello ha de lamentarse, porque la causa real de tal desatino no radica sólo en la ausencia de educación ambiental, sino en un modelo de desarrollo que empuja y atrapa al agricultor y ganadero en acciones depredadoras.

La zona también tiene otro tipo de zafra, representada en la sal que cuaja en las salinas. Pero en esta actividad, a diferencia de las otras, el jornalero casi siempre es el orejano, ya que cuenta con una experiencia que se remonta al arribo de los españoles; quienes transformaron la tecnología indígena, hecho del cual tenemos noticia. Así es, contamos con referencias sobre salinas desde el siglo XVI al XX.

El salinero de antaño era un experto del ritmo de las mareas y los ciclos de la Luna. Trabajo muy duro, el de la limpieza de los destajos, que antaño se realizaba a puro pulmón, hasta que el trabajador padeciera el famoso “clavo”, dolencia muscular que lo incapacitaba por varios días.

La zafra es un período de circulación de dinero, que coincide, igualmente, con el incremento de las fiestas, ya sean patronales o de san Bolsillo. Lo cual deja en evidencia que no se trata sólo de un período de recolección de productos, sino una actividad que está ligada a la dinámica agropecuaria en tiempos de verano peninsular.

Luego del transitorio auge estacional, la economía entra en un sopor desde el mes de mayo a finales de noviembre, en un ciclo que se repite año tras año y que parece no tener fin. Aunque ha de advertirse que la economía peninsular coexiste con el flujo de dinero que proviene mayormente de las instituciones gubernamentales, sector en donde labora el resto de la población, porción que crece día a día mientras se reduce el área agropecuaria.

En la región, mientras surgen los centros comerciales, liderados por el capital asiático, el aporte del sector agropecuario es reducido. Tales empresas comerciales resultan llamativas en una zona en donde los centros de producción se reducen y tienden a desaparecer, mientras florece el sector servicio.

Con un panorama de tal jaez, resulta claro que la zafra tradicional, tal y como la hemos conocido, está entrando en fase de declive y desaparición; lo que implica, como lo ilustra la de la caña de azúcar, que sólo se mantendrán aquellos cultivos que logren mecanizarse.

¿Qué se hará la mano de obra tradicional? Como quiera que no existe otra prometedora fuente de empleo, al parecer se repetirán los flujos migratorios que fueron tan característicos de mediado del siglo XX. Lo que demuestra que se ha acentuado la estructura agraria de expulsión, ya que las políticas de Estado, si es que alguna vez las hubo, no han logrado contener la emigración, con lo que ésta implica en el incremento de los problemas sociales.

Y, al mismo tiempo que la crisis se agudiza, los Gobiernos de antaño y hogaño, amenazan con implementar proyectos demenciales, como la minería a cielo abierto –caso de cerro Quema-, que intenta apropiarse de recursos que no le pertenecen, profundizando la destrucción ambiental en la tierra de Ofelia Hooper Polo y Belisario Porras Barahona. Antes, el cultivo del grano precolombino era asunto del hombre peninsular y, ahora, la minería quiere emular la zafra de granos, pero con degradantes pepitas de oro, cuya cosecha pasa a otras manos, mientras deja a su paso un reguero de destrucción.

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