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- 20/06/2021 00:00
Un valioso tesoro llamado vida: reflexiones de un papá
Cuando niño veía fotos y trataba de recordar ese momento, pero resultaba difícil, porque la memoria en la infancia no está lo suficientemente madura como para registrar tantas cosas. Lo cierto es que el promedio de los seres humanos recuerda episodios de la infancia y la niñez de cuando tenía entre cuatro y cinco años, no antes.
La vida es siempre un proceso, un caminar, un crecer, es pasar de una etapa a otra. Para un niño el mundo es maravilloso, todo lo ve con alegría, ilusión y cada cosa nueva lo sorprende y le saca una exclamación de su boca. Todo es lindo y perfecto, ah, y todo el mundo los mira y los adultos exclaman “¡qué niño tan hermoso!, ¡qué niño tan tierno!, ¡qué lindo! …”.
En esa etapa nuestros padres son nuestros protectores; nos dan casi todo lo que pedimos, si vemos venir o acercase un extraño, buscamos los brazos de papá o mamá y ahí nos sentimos seguros, pero luego viene la escuelita y ahí empiezan a cambiar algunas cosas. Se deja la seguridad de los brazos de papá y mamá para asistir a un lugar donde te encuentras con unas señoras adultas llamadas maestras y un montón de niños que no conoces y que no hacen otra cosa que gritar y correr uno detrás del otro. Te pones nervioso y, por supuesto, no querías dejar los brazos de papi y mami para ir a los de una persona que no conocías y menos compartir espacio con tantos chiquitos gritones y tanta algarabía, pero, para tu sorpresa, ahí te dejaban papá o mamá, mientras ellos se iban a trabajar.
Fue difícil entender eso, pero con los días te fuiste acostumbrando a que el mundo era algo más que tu casa, papá, mamá y la nana y que había muchas cosas que explorar, muchas que aprender y que, además, era divertido.
Después vino la escuela con compañeros más grandes, más maestros, libros, tareas, actividades y tantas cosas más. Estabas creciendo.
Terminó la escuela y vino el Cole, otra cosa, algo más complicada, pero aun así no deja de ser divertido, solo que ahora, a diferencia de los años de niñez y de la escuelita y la escuela, las cosas ya no son lo mismo, porque no solo has crecido físicamente, sino que estas experimentando muchos nuevos cambios y sensaciones en tu vida. Estás en el proceso de adolescente que te prepara para dejar definitivamente la niñez y su vida calmada y sin responsabilidades para un caminar que te prepara para aprender a ser adulto, para competir y ver la vida de otra manera.
La adolescencia es un proceso a veces confuso y a veces doloroso, porque hay que dejar atrás la zona de confort. Es como estar acostado durmiendo y que suene la alarma para despertarse, porque hay que bañarse, vestirse, desayunar y salir para el cole a estudiar, pero resulta que la cama está calientita y hace frío y te da pereza levantarte, pero toca hacerlo. ¿Pero por qué tengo que hacerlo?, te preguntarás. Bueno, porque es un ciclo de la vida de los seres humanos, tenemos que prepararnos para aprender una profesión o los conocimientos para emprender por nuestra cuenta y así obtener los recursos para vivir cuando seamos adultos y tengamos familia.
Cuando eras un bebé, andabas en los brazos de los adultos, porque no podías caminar, pero luego empezaste a gatear y luego caminaste, después corriste y en ese proceso te caíste, te raspaste las rodillas, lloraste, te sentiste frustrado, pero seguiste y aprendiste a caminar, a correr, andar en bici, a patinar y a muchas cosas más. Las diferentes etapas de la vida tienen sus procesos y no siempre son fáciles y probablemente a otras generaciones les ha tocado pasar por etapas muy duras y tristes; por ejemplo, los jóvenes que tuvieron que vivir la Primera Guerra Mundial, entre 1914 y 1918, y la Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1945. ¡Oh!, eso fue terrible, fue horrible, ellos perdieron todo, sus casas, sus padres y sus familias y muchos hasta sus países y tuvieron que irse a países lejanos, donde ni siquiera hablaban su idioma. ¡Qué difícil situación, pero ellos, a pesar de tantas desgracias y de tantas pérdidas, siguieron adelante, lucharon y superaron todas esas difíciles etapas que se le presentaron en la vida!
Hoy día, nos ha tocado vivir una pandemia llamada COVID-19, al parecer nadie en el mundo está preparado para esto ni los Gobiernos ni los médicos ni la gente. Es una situación triste, pero también histórica. Cuando pase la pandemia, ¿cuántos podremos decir “sobreviví a la COVID-19, que mató a millones de personas en el mundo”? No lo sabemos, pero tenemos la certeza de que viviremos para contarlo.
La COVID-19 ha traído cosas malas, pero también nos ha dejado muchas enseñanzas valiosas que nos deberán servir para el futuro: nos cambió la forma de vivir y nos enseñó a vivir y a enfrentar la incertidumbre, la importancia de respetar y cuidar la naturaleza, a darle valor a la ciencia y a la investigación, la importancia de la libertad, el valor de la familia, las demás personas y la necesidad de ser más solidarios.
Un mensaje importante que quizá también nos deja esta pandemia es que el mundo y las cosas cambian en cualquier momento y los humanos debemos estar preparados y no podemos dejarnos vencer por el dolor, la tristeza o el aburrimiento.
Si otras generaciones de hombres y mujeres vencieron pandemias, guerras y desastres naturales, entonces, ¿por qué nosotros no podremos hacerlo? Claro que podemos, el ser humano siempre puede sobreponerse a las adversidades y salir adelante, aprender de cada experiencia y de cada etapa por muy dura y difícil que le parezca.
La vida es hermosa, es emocionante y tienes muchos desafíos y la felicidad está en vencer esos desafíos y alcanzar el éxito. La vida es bella y para disfrutarla hay que vivirla con alegría y optimismo, con la seguridad con la que la enfrentan los niños confiados en la mano protectora de sus padres. En nuestro caso, con la confianza, seguridad y determinación que tiene un vencedor frente a todos los obstáculos que se le presenten. Ser un triunfador en cualquier situación que le toque vivir.
Eres una estrella y vas a brillar con intensidad por siempre.
Te quiere mucho, tu papá.