• 18/02/2025 07:46

Experiencias y reflexiones sobre política exterior

Panamá depende del exterior para su prosperidad y su seguridad. Ha sucedido durante los últimos cinco siglos de nuestra historia -materia que conocemos poco- y no cesará, como por arte de magia, en el futuro. Entre más pequeño es un país y menor su mercado, la parte de las exportaciones de bienes y servicios en la formación del PIB es relativamente mayor. Entre más débil es un país y más estratégica su posición geográfica, mayores serán los riesgos que corre de dominación por las potencias. En Panamá concurren las dos condiciones.

Al ocupar el cargo de vicecanciller recuerdo que el gobierno del presidente Pérez Balladares otorgó prioridad, con éxito, al desarrollo económico y a asuntos internacionales. Se adoptó una política de fortalecimiento de nuestra relación con el resto del mundo: en lo bilateral se puso énfasis en la relación con Estados Unidos, la Unión Europea y el Extremo Oriente, en especial Japón y Taiwán -esperando una pronta relación diplomática con la República Popular China, ¡que tardó 20 años!-.

En lo multilateral, se puso énfasis al reingreso de Panamá al Grupo de Río y a la candidatura panameña al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), cuestión aún pendiente. En lo económico, la Cancillería tomó la responsabilidad por la promoción de la inversión extranjera en Panamá realizada, de manera personal, por el canciller Gabriel Lewis Galindo (1929-1996). Propusimos un calendario de importantes eventos de política internacional, algunos de los cuales tendrían lugar en Panamá, en fechas escogidas para producir, de manera creciente, el efecto más positivo en nuestra imagen internacional cuando nos acercábamos al 31 de diciembre de 1999.

Durante el gobierno del presidente Endara acordamos reintegrarnos al Grupo de Río, lo que ocurrió al iniciarse el nuevo gobierno, a principios de septiembre de 1994, en la cumbre de dicho grupo, celebrada en Río de Janeiro. Presenté, en la reunión preparatoria de ministros de Relaciones Exteriores, la candidatura de Panamá como sede, en 1998, de la Cumbre Presidencial, candidatura que fue confirmada por unanimidad. Sería una ocasión para mostrarle a Latinoamérica los adelantos de Panamá en su camino hacia la recuperación del Canal.

Para el establecimiento de ese calendario propuse personalmente a Gabriel Lewis, la celebración del Congreso Universal del Canal en 1997, para ofrecer a la comunidad internacional un foro de discusión y participación en el futuro de la vía interoceánica y para manifestarle nuestra disposición de hacer del período de transición para la transferencia del Canal a nuestro país a finales de 1999, una etapa positiva de preparación para el posterior funcionamiento del Canal en manos panameñas con excelencia, todavía mejor que en manos de Estados Unidos, tal como ha sucedido.

En 1996 renuncié a mi cargo en el gobierno y no participé en nada de dicho Congreso Universal, cuyo esperado brillo político y diplomático quedó opacado por la presencia del presidente de Taiwán, lo que provocó el sabotaje del Gobierno de la República Popular China, transformándose en sólo una reunión técnica de mediano nivel.

Del mencionado calendario formaba parte el mismo 31 de diciembre de 1999 al extinguirse el Tratado del Canal de Panamá y el año 2000, fecha ya acordada por el gobierno del presidente Endara, para celebrar aquí la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno.

Desde 1994 hasta 1996, Panamá contribuyó significativamente a solucionar diversas crisis en el Caribe: de los balseros cubanos y del retorno de la democracia en Haití. Asimismo, propusimos en la Cumbre del Grupo de Río en Quito, en 1995, el establecimiento de un Centro Multilateral Antidrogas en Panamá (CMA), de carácter estrictamente civil, cuyas negociaciones con Estados Unidos después fracasaron, especialmente cuando afloraron intenciones norteamericanas de convertirlo en base militar extranjera. Antes, me opuse a dicho proyecto porque contradecía los Tratados Torrijos-Carter.

Desde entonces, el mundo y Panamá han conocido una evolución fenomenal. Llegamos al siglo XXI y padecimos varias administraciones presidenciales populistas signadas por el aumento descomunal de la corrupción pública y la impunidad, que socavaron la institucionalidad democrática, nos arruinaron, nos aislaron del mundo exterior, en especial la última que además nos endeudó de manera extraordinaria para pagar también un abultado clientelismo político. Dejaron un país debilitado y amenazado, más que nunca, por la voracidad de las potencias.

En esas condiciones sorprende el comportamiento de políticos, especialmente en la Asamblea Nacional, indiferentes a los gravísimos peligros externos e internos que afrontamos, que parecen desconocer la cruda realidad demográfica (vivimos 16 años más) y económica para solucionar el terrible problema del Seguro Social, antes de la reapertura urgente de una valiosa mina de cobre en Donoso que producía, casi tanto como el Canal, riquezas (casi 5 % del PIB), exportaciones de bienes (circa 76 %) y empleos (más de 54.000).

Debemos superar esas situaciones, eliminar las aterradoras amenazas existenciales contra Panamá, asunto prioritario, y unirnos mucho más frente al mundo bajo un fuerte liderazgo presidencial. Debemos buscar el apoyo de Latinoamérica, Canadá, Europa, el Extremo Oriente y la India con una gran estrategia diplomática, y de comunicación también a empresas usuarias del Canal y a grupos democráticos norteamericanos.

Debemos reforzar la acción de Panamá como un Estado responsable que contribuye poderosamente al fortalecimiento de la democracia liberal, muy amenazada en la región por Cuba, Venezuela y Nicaragua. Finalmente, podemos ahora, desde un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU, contribuir todavía más a la paz y la seguridad internacionales, duramente perturbadas por el nuevo gobierno estadounidense.

*El autor es geógrafo, historiador, diplomático

Lo Nuevo
Suscribirte a las notificaciones