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- 16/09/2021 00:00
La universidad que soñamos
La coyuntura actual. signada por la emergencia sanitaria que ha provocado la pandemia del coronavirus, con todas sus consecuencias en los ámbitos sociales, laborales, económicos, educativos, políticos y culturales, ofrece a los universitarios una oportunidad excepcional, para visualizar la universidad a la que aspiramos, la que soñamos y que el país y el pueblo panameño se merecen. De ella, desde la utopía que la concebimos, depende también, definitivamente, la construcción de la Nación que anhelamos para beneficio de todos los panameños sin distinción alguna.
De modo que la presente realidad se torna propicia para iniciar un verdadero y profundo proceso de cambios y transformaciones en la Casa de Méndez Pereira, que no sólo afecte la actividad académica, estudiantil y administrativa, sino que se extienda y alcance las actuales formas y métodos que predominan en la praxis "política" universitaria, sin soslayar la necesaria e impostergable tarea por promover, alentar y estimular de manera efectiva, el trabajo sostenido, creativo y productivo del personal docente y administrativo.
En el mundo de hoy, más que en ninguna otra época, las universidades están llamadas con urgencia a repensarse y resignificarse. Ello implica, entre otras cosas, construir una universidad diferente, donde el compromiso social universitario se fortalezca y defina con claridad el rol de los profesores en este esfuerzo y que la actividad pedagógica, así como las transformaciones sociales que las universidades promuevan, no terminen creando o incorporando en las sociedades nuevos consumidores, sino ciudadanos verdaderamente conscientes.
La Universidad de Panamá ha sido y sigue siendo el principal baluarte de nuestra nacionalidad y el centro de estudios superiores donde los sectores más desfavorecidos y marginados han encontrado no sólo la posibilidad de obtener un título universitario, sino la de desplegar. en toda su potencialidad, un pensamiento crítico, imaginativo y dialéctico, que los conduce inexorablemente hacia un mayor compromiso con los problemas sociales.
La universidad con la que soñamos es aquella que genere los espacios permanentes, suficientes, para el desarrollo de la imaginación y creación universitaria; la que rescata su verdadero significado y sentido, que es servir principalmente a la sociedad y no al mercado; la que restablece los valores auténticos de un sistema educativo que tiene estudiantes y no clientes, que forma ciudadanía, no sujetos acríticos de aprendizajes utilitarios.
Las universidades tienen la responsabilidad de velar porque su mundo académico logre, a través de la cultura, no sólo el enriquecimiento renovador y apremiante que la comprensión y respeto de otros saberes fecundos le pueden proporcionar y que tanta falta le hacen; sino que, además, le sirvan para establecer las interconexiones indispensables con la sociedad de la que forma parte. Eso implica que la cultura sea asumida en todas sus potencialidades, significados y símbolos y en articulación sincrónica, con una visión del mundo socialmente más justa y humana.
Al final, lo que anhelamos es una universidad que fomente la construcción de espacios para levantar las grandes utopías, para perfeccionar la República que nos ha sido legada, para impulsar un proyecto de nación que supere las desigualdades sociales, la discriminación y la pobreza.