• 18/02/2023 00:00

Solitaria sencillez

La escritora venezolana Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1962) es una de las poetas redescubiertas en la década del ’70 del siglo pasado cuya obra está viviendo un nuevo florecimiento

“Oh Dios, dame para mi idea

cuando ya está madura,

cuando ya está dorada,

cuando va a caer,

el gran amor que doy al fruto incipiente

al fruto que apenas rompe en mi mente” (Fragmento del poema “No sé cómo lo llamas” de E. Arvelo Larriva)

La escritora venezolana Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1962) es una de las poetas redescubiertas en la década del ’70 del siglo pasado cuya obra está viviendo un nuevo florecimiento gracias a la labor biográfica de Carmen Mannarino (1987), de Julio Miranda (2001) que escribió “Antología histórica de la poesía venezolana del siglo XX (1907-1996)”, de Bettina Pacheco (2006) con su “Enrique Arvelo Larriva”, y Carlos Pacheco (2006) con obra “Nación y literatura: Itinerarios de la palabra escrita en la cultura venezolana” (Martínez 2013). Gracias a Mannarino se salvaron del olvido 268 poemas de Enriqueta y se sabe que su primera creación nació en 1912.

Foster (1981) en su “Historia de la Poesía Hispanoamericana” define el vanguardismo para Latinoamérica y ubica a Enriqueta en dicha corriente creativa. “No obstante, como poeta posmodernista, ella busca su inspiración en la naturaleza circundante y hace de ella soporte y sostén para sus composiciones. La combinación de estos particulares elementos (naturaleza y vanguardia), da lugar a una poesía distinta” (Martínez 2013). Su primer poemario, “El cristal nervioso: (1922-1930)” coincide con la vigencia del vanguardismo en el continente.

Cuatro particularidades de Enriqueta ayudan a comprender su obra y su compromiso social: fue autodidacta, leyendo cuanto pasaba bajo sus ojos; sus tíos y parientes cercanos eran novelistas y periodistas, lo que, desde temprana edad le permitió gozar de tertulias literarias; fue periodista, desempeñándose como crítica literaria, meritorio éxito en una sociedad todavía patriarcal en ese entonces; y, empezó a escribir a los 32 años, después de haber cuidado con verdadera devoción a su hermana menor Aura Angélica hasta su muerte.

Enriqueta creyó en la habilidad del poeta para crear nuevos mundos. Para Martínez (2013) su poesía es grata al oído y lleva al lector por mundos placenteros y dinámicos al mismo tiempo. Estilo sorprendente si se toma en cuenta la secuencia de tragedias familiares que le acontecieron -pérdida de su hermana y de su padre por enfermedades- y el período político que le tocó de cerca -la dictadura del General Juan Vicente Gómez– ya que su hermano Alfredo Arvelo Larriva fue un importante miembro de la oposición, luchador por el restablecimiento del Estado de Derecho en Venezuela y que moriría en el destierro, en España, en 1934. Según Pacheco (2006) estas vicisitudes hicieron de Enriqueta una escritora sobria y de talante reflexivo. En un artículo de Mannarino de 1979 sostiene que los jóvenes “[…] encuentran en su poesía el latido genuino que traspone barreras de edad, ideológicas, sociales, porque es voz del hombre en busca de sí mismo y porque el poema, síntesis de esencias, es lenguaje ilímite”. Se percibe claramente que Mannarino, en la búsqueda de una palabra que exprese la fuerza y universalidad de la poesía de Enriqueta recurre a la expresión “es voz del hombre” como sinónimo de envolvimiento creativo.

Enriqueta escribió cinco libros de poesía, pero también cultivó la prosa en artículos de crítica literaria sobre los que sus contemporáneos destacan su galantería para expresar con la mayor finura sus desavenencias cuando un texto no alcanzaba la exigencia que se imponía a ella misma.

La obra de Enriqueta Arvelo se conoció en el Perú y Panamá gracias a Marco Antonio Corcuera, gestor de los “Cuadernos Trimestrales de Poesía” que, durante cuarenta años, desde la costa norte de la tierra de los incas, nutrió con novedades literarias a quienes serían, más tarde, las jóvenes promesas del denominado “boom latinoamericano”.

Para Martínez (2013) “[…] el corpus de su obra es una nueva fuente para esclarecer los postulados del posmodernismo [y del vanguardismo] y para trazar el papel que desempeñó la escritora Arvelo en su época” como moduladora de una corriente que inspiró a otras mujeres a escribir, aportando así espacios para su emancipación.

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