• 22/10/2024 00:00

René de Obaldía, el mayor literato franco panameño

Visitó Panamá en 1997 por primera vez y por última, ya anciano de 91 años, en 2010. Falleció en París, Francia, de 103 años de edad, el 27 de enero de 2022

Hace ya mucho tiempo, poco más de dos siglos, llegó a Panamá un joven español del norte de la península, recién egresado de la escuela de nobles de Madrid, don Domingo Blas de Obaldía y Latatu (1776-1828).

Surge de allí un linaje que nos reservó muchas sorpresas. La última, excepcional hay que reconocerlo, se llama René de Obaldía. Entre ambos, entre el primer inmigrante y su descendiente, este personaje, ha corrido, como decimos, mucha agua debajo de los puentes. Vidas aventureras, resonantes triunfos y también fracasos, existencias a caballo entre varios continentes, América, Europa y Asia. Allí tenemos, en abundancia, el material con el que se fabrican los sueños; las pepitas de oro del teatro, de la poesía, de la novela; las fuentes primarias de la mejor literatura posible.

Regresa René de Obaldía a Panamá como dice “sur la trace de mes ancêtres”, en movimiento circular, en busca de sus orígenes, por lo menos de una parte equitativa de ellos. Porque entre Domingo Blas de Obaldía, el joven que deja a finales del siglo XVIII una pequeñísima aldea al pie del monte Aro en la Sierra Salvada, en lo más recóndito del país vasco y René de Obaldía que vive en París como uno de los tesoros nacionales de Francia y de la civilización europea de la segunda parte del siglo XX, parece haber un abismo. Sin embargo, esto es ilusión, simple espejismo.

Entre el joven de Vizcaya en busca de aventura hace dos siglos en el Nuevo Mundo, náufrago, en sentido propio y figurado, de un imperio que hacía aguas por todas partes y el panameño de nacimiento por filiación, infante alumbrado en Hong Kong el 22 de octubre de 1918 que nunca volvió a ver a su “père indigne” como lo llama, José Clemente de Obaldía Jurado (1883) y llega con su madre francesa, Madeleine Peuvrel (1903) a Europa, continente que también se hundiría de nuevo en los horrores de una gran guerra, hay una línea de vida, un hilo conductor, a veces tenue, que los une más allá de la inevitable y siempre poderosa huella genética y del necesario accidente biológico.

Dos Obaldías en las antípodas pareciera, que, no obstante, tienen, más allá del apellido, cosas en común. La búsqueda de lo nuevo, el apetito de lo singular, el desprecio de los estereotipos que se manifiesta en cada uno a su manera y de acuerdo con su época y su circunstancia.

Don Domingo Blas de Obaldía, funcionario de Reales Cajas, será fascinado por el exotismo de otra geografía, de un medio natural insólito, tropical, con sus exuberancias y sus excesos y termina uniéndose, rápidamente, con Juana María Jacoba Orejuela, hija de otro español, Francisco de Orejuela, también ávido de aventura, funcionario real en las Indias, y de Crisanta Cordero, simplemente de Chimán cerca de las antiguas minas de oro de Pásiga, en tierras de indígenas y de negros del Darién histórico. Mestizaje biológico que terminará pronto siendo por igual cultural y que producirá varias ramas, frondosas, de Obaldías, algunos fabulosos.

Por un lado, un presidente de Colombia a mediados del siglo XIX, Joseph Arcenio de Obaldía Orejuela (1806-1889), político talentoso y astuto, educado en Madrid y en Bogotá, el famoso “pico de oro” por sus dotes de orador, por su manejo insolente y barroco de la lengua española, y su hijo, José Domingo de Obaldía Gallegos (1845-1910), educado en Bogotá y en Estados Unidos (New Haven), último gobernador de Panamá en la época colombiana y presidente de Panamá de 1908 a 1910. Por el otro, de una rama paralela, de Domingo de Obaldía Orejuela (1817) y Dolores Paredes (1812) surge el general José Clemente de Obaldía Paredes (1833-1919), el “tigre de Chiriquí”, y su nieto, René de Obaldía, el laureado literato, poeta, novelista y dramaturgo genial que deja su prosa y sus versos un momento y viene a Panamá, bien tarde en su vida, a sentir la fragancia de un país y la calidez de un pueblo que le ofrece un abrazo fraternal, a un país que, naturalmente, no podía querer fácilmente.

René de Obaldía fue objeto de muchos homenajes que culminaron con su elección, el 24 de junio de 1999, como miembro de la Academia Francesa. Ganó premios literarios y tuvo reconocimientos oficiales, destacándose: la Cruz de Guerra, de Francia, 1939-1945, comendador de la Legión de Honor, oficial de la Orden del Mérito y comendador de las Artes y Letras, de la República Francesa, comendador de la Orden del Mérito Cultural de Mónaco, comendador de la Orden Vasco Núñez de Balboa y gran cruz de la Orden Manuel Amador Guerrero, de Panamá. Visitó Panamá en 1997 por primera vez y por última, ya anciano de 91 años, en 2010. Falleció en París, Francia, de 103 años de edad, el 27 de enero de 2022.

Sobre este autor francés de origen panameño se afirmó: En sus memorias tituladas Exobiographie (1993), René de Obaldía “cuenta que, deprimido, recibe de un periodista un artículo que alaba lo cómico de sus obras y que dice ‘para los que lo ven todo negro y los intelectuales con problemas existenciales, una sola dirección: René de Obaldía cuya poesía, los relatos y el teatro deberían ser declarados de interés público por la Secretaría de Cultura”. René de Obaldía añade: “Saco mi agenda de bolsillo y anoto: encontrar la dirección de René de Obaldía”. Concluye Jacqueline en frase que deberíamos apropiarnos, “¡Ojalá todos pudiéramos descubrirla!”.

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