• 03/10/2024 00:00

Prevenir la vulnerabilidad social, ¿es posible?

Para abordar la vulnerabilidad social, debemos construir un puente de confianza y seguridad entre los adultos responsables de la crianza y los jóvenes

Cada año, millones de jóvenes en todo el mundo enfrentan desafíos que los ponen en riesgo de pobreza, delincuencia y marginación (Unicef, 2021). El concepto de vulnerabilidad social se refiere a los sectores de la población que, debido a su edad, sexo, estado civil u origen étnico, se encuentran en una situación de riesgo que les impide acceder a mejores condiciones de bienestar.

Wilkinson y Pickett (2009) sostienen que los niños en situaciones de riesgo son aquellos expuestos a estrés familiar, violencia o ambientes escolares hostiles; pueden enfrentar una vulnerabilidad significativa que afecta su desarrollo emocional y social. Aunque estos niños no estén en pobreza, el estrés y la inestabilidad pueden tener efectos devastadores en su bienestar.

Por su parte, Goffman (1963), examina cómo las personas con “identidades estigmatizadas” enfrentan desventajas y exclusión social que pueden llevar a una mayor vulnerabilidad. El concepto de estigmatización es clave para entender cómo ciertos grupos pueden ser marginados y enfrentar riesgos sociales, sobre todo los jóvenes. Sin embargo, muchos adultos evitan abordar problemas por miedo a conflictos o por inseguridades personales. Esta falta de comunicación efectiva puede ser devastadora para estos jóvenes, dejándolos expuestos a peligros y riesgos que podrían haberse prevenido.

Para abordar la vulnerabilidad social, debemos construir un puente de confianza y seguridad entre los adultos responsables de la crianza y los jóvenes. Esto implica una escucha activa y atenta, mostrando un interés genuino en sus problemas y preocupaciones. Es vital evitar reacciones negativas, como gritos o regaños, que podrían cerrar canales de comunicación.

Por otro lado, las instituciones educativas deberían ser lugares motivadores y seguros, sin embargo, en ocasiones se convierten en espacios de presión y exclusión que afectan negativamente a la autoestima y el bienestar de los estudiantes. Como especialistas en inadaptados sociales e infractores, nos inquieta saber que, pese a la aplicación de estrategias para mitigar la vulnerabilidad, los resultados no se registran adecuadamente en nuestras instituciones, posiblemente por haberse normalizado la vulnerabilidad en nuestra sociedad, lo cual es alarmante.

Por consiguiente, creemos que, para prevenir la vulnerabilidad social en nuestro país, es crucial educar a los niños y jóvenes en un ambiente de seguridad y comunicación abierta y respetuosa, tanto en el hogar como la escuela, para así identificar y enfrentar posibles situaciones de riesgo.

Finalmente, como docente universitaria, he observado que tanto estudiantes como colegas pueden ser vulnerables sin ser conscientes de ello, por lo que es importante reconocer estas vulnerabilidades, recurrir a la asistencia de profesionales capacitados, lo cual puede ser beneficioso, ya que a través de un compromiso consciente y proactivo podemos lograr un entorno en el que todos los niños y jóvenes puedan prosperar y sentirse seguros.

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