• 16/05/2024 23:00

PolitiqueArte. El arco de Santa María

Mucho se puede aprender de la arquitectura, si uno sabe dónde ver. Ciudades invadidas por los rascacielos y la pomposidad del brutalismo moderno, tiende a crear ciudadanos que viven con la cabeza gacha, cabizbajos ante los enormes troncos de hormigón, acero y cristal. Pero existen lugares, pueblos y poblaciones que crecen mirando al cielo, obligando al que anda por sus calles a elevar su mirada hacia las cornisas, las nubes y el firmamento

“La concordia hace crecer las pequeñas cosas, la discordia arruina las grandes”, Salustio.

En la fría Burgos, escondido entre la metrópolis moderna y los destellos de una ciudad medieval, se halla una puerta, una entrada. El grisáceo mastodonte de piedra se erige a través del tiempo, recordando las lluvias y los veranos por los que han pasado sus grietas. El arco de Santa María, construido alrededor del siglo XI, sirvió como entrada y salida de la ciudad amurallada de Burgos. Enquistada detrás de la plaza del Rey San Fernando, el arco de Santa María se presenta a los visitantes de la ciudad burgalesa como un monumento, una obra majestuosa, un ejemplo más de la capacidad humana de buscar la perfección y la belleza.

El conglomerado de piedra está dispuesto en tres calles, divididas por columnas corintias alargadas. Las calles laterales están desnudas para llevar el ojo del espectador hacia la vía principal. Esta calle, el núcleo del arco, se puede dividir a su vez en tres cuerpos. El primero, donde se encuentra la entrada, es un arco de medio punto con dos escudos. Separado por una cornisa se encuentran todas las estatuas en hornacinas aveneradas en el segundo cuerpo. Finalmente, en el último de los cuerpos del arco, esconde una única estatua rematada también por un arco de medio punto.

El arco de Santa María ha sido parte de muchas de las más grandes leyendas que han sucedido en la ciudad de Burgos, apareciendo hasta en el poema de El Cantar del Mío Cid. Pero el tiempo pasa para todo y la estructura cedió su función para pasar a ser un monumento civil, una estructura de uso cotidiano para la gente que vive en Burgos. Ahora reposa, después de tanto batallar con los elementos, bajo la atenta mirada de los organismos dispuestos para su mantenimiento y renovación.

Esta construcción tiene una curiosidad más importante para los que la estudian que para los que la disfrutan, pero una curiosidad a fin de cuentas. El arco de Santa María es tratado con carácter religioso, pero siendo una obra civil. Es de los primeros ejemplos del uso de las herramientas arquitectónicas y artísticas más emparentadas con la religiosidad y sus construcciones, siendo usado para estructuras civiles. Un paso hacia la concordia entre todos los poderes del Estado, una fusión entre lo espiritual y lo físico.

Y es que un arco funciona solo si todas sus porciones trabajan al unísono, cancelando las fuerzas que buscan tumbarlo. Mucho se puede aprender de la arquitectura, si uno sabe dónde ver. Ciudades invadidas por los rascacielos y la pomposidad del brutalismo moderno, tiende a crear ciudadanos que viven con la cabeza gacha, cabizbajos ante los enormes troncos de hormigón, acero y cristal. Pero existen lugares, pueblos y poblaciones que crecen mirando al cielo, obligando al que anda por sus calles a elevar su mirada hacia las cornisas, las nubes y el firmamento.

Pero llevamos demasiado tiempo pendientes de bloques individuales, como losas irregulares en un arco, no funciona el esfuerzo porque el conjunto cae bajo su propio peso. Solo cuando todos los poderes se pongan de acuerdo, solo cuando rememos en una sola dirección, solo cuando el arco se complete; entonces veremos que las cosas cambiarán. La concordia puede llegar a ser molesta, como una medicina que actúa lento, pero la satisfacción de sincronizar el sacrificio y multiplicar la fuerza siempre será mayor al descontento. Es la armonía de la roca, la unión de la espiritualidad y la funcionalidad, lo que le da su belleza al arco de Santa María. Y es la concordia entre los ciudadanos lo que crea los más grandes imperios de la historia.

El autor es escritor
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