- 30/12/2025 14:37
2025: abandonar la hipocresía patriotera ante la geopolítica colonial moderna
El año 2024 cierra en el plano de la política nacional con cuatro amenazas para la población panameña de gran importancia. Dos de estas que se han hecho partes del debate público y dos mantenidas aún en los círculos de las preocupaciones más restringidas, a la espera de su momento para salir a la palestra. Estas últimas tienen que ver, una, con el interés de quienes controlan la política empresarial del Canal de Panamá por ampliar las fuentes de obtención de su principal materia para la operación del traslado de naves: el agua. La otra, con el interés de sectores extractivistas de reactivar la minería metálica en la costa abajo de Colón. Ambas tienen en común la amenaza de la negación del desarrollo socioambiental a nombre del desarrollo del país.
Por su parte, las dos primeras son amenazas que han avanzado deliberaciones en el plano político nacional -en el caso de la ley de la CSS- e internacional, la amenaza abierta del próximo presidente de EE.UU., señor Donald Trump, relativa a la recuperación del control del Canal de Panamá. Las cuatro amenazas tienen de común una sustancia económico-social y política, a saber: la vulneración a nuestra soberanía sanitaria, socioambiental, económica e incluso política.
En el caso de las reformas a la CSS, los debates públicos que se han desencadenado ya han ilustrado en demasía que se está frente a otro dilema que tiene que ver con la soberanía, en esta ocasión, de orden financiero y económico-social de las clases trabajadoras enfrentadas a los impulsos del capital financiero internacional.
Finalmente, la segunda amenaza ampliamente deliberada en el escenario público emergió en la última quincena del año -las declaraciones del presidente electo de EE.UU. con interpretaciones y reacciones disímiles, aunque en general indignantes.
Algunos analistas locales e internacionales reducen estas poses coloniales a una estrategia para imponer sumisiones de nuestro país en materia de las eventuales deportaciones que prometió en el ardor de su campaña electoral, siendo Panamá pieza importante, así como también imponer una política de alejamiento de las inversiones chinas en nuestro territorio (Noriega, Rodrigo, 26/12/2024). Ahora bien ¿tienen fundamento estas amenazas como para convertirlas en acciones viables y exitosas? Los condicionamientos del propio capitalismo mundial existentes sugieren que tal amenaza es inviable. Veamos.
En primer lugar, los Tratados Torrijos-Carter, que establecen claramente la soberanía panameña sobre este activo y en la medida que se haga valer su carácter neutral más difícil se le convierte al Estado colono imperial reasumir el control de dicha via.
En segundo lugar -y en realidad la más importante condición de inviabilidad de la amenaza trumpiana- es la nueva conformación de relaciones económicas tradicionales . Estas son las que realmente le dan sentido a los alineamientos y reacciones en favor del interés panameño y a la estrategia geopolítica colonial moderna. Por ejemplo, el mayor consumidor de la soja de los estados de Illinois, Iowa, Indiana y Minnesota es nada más y nada menos que la República Popular China (USDA, 2024). Pretender cortar lazos de paso por el Canal de mercadería para este país sería un perfecto harakiri para el empresariado agrario del norte de EE.UU. Otro ejemplo es la exportación del gas natural licuado, extraído por los poderosos estados de Texas, Luisiana al sur de EE.UU, más del 60 % de esta exportación tiene de destinatario a México (administración de información energética de EE.UU., 2023). Estas son razones de peso por las cuales las reacciones de sus presidente/a favorable a Panamá tiene una ponderación significativa en la decisión de concreción de una eventual recuperación gringa del Canal por parte del gobierno norteño.
Finalmente, la preocupación estratégica colonial por Panamá no se restringe al Canal, sino a nuestra posición estratégica, cosa que desde los mismos tiempos de la transición -década de 1990- han proliferado acuerdos gubernamentales que han dado el beneplácito para que el ejército y agencias de la seguridad e inteligencia estadounidense operen a sus anchas, en nombre de la guerra contra el narcotráfico, no necesitan mucho más. Ergo, el propio “poder tras el poder” norteamericano, eventualmente aconsejará al señor Trump, no cometer desvaríos en Panamá que le resulten más costosos a sus intereses geoestratégicos. Para 2025, las élites del poder istmeño y sus funcionarios en el gobierno y gremios empresariales bien pueden abandonar la hipocresía patriotera ante la geopolítica colonial moderna.