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- 13/06/2024 23:00
PolitequeArte. Los amantes
El amor, aunque esté oculto, se desencadena como una supernova sobre los destellos blanquecinos de una tela que se tensa sobre los rostros. El amor desborda los límites de la lógica, se halla hasta en el más profundo infierno y perfora a las tragedias más sórdidas. Pero, ¿cómo se representa tan difícil descripción?, ¿cómo hacemos para materializar lo inmaterial, convertir el plomo en oro?, ¿cómo se atrapa el deseo etéreo del alma? Pero esas preguntas no aciertan a responder nada, porque el amor es algo único, individual, intransferible e indescifrable. Cada uno, como una fiebre, lo supera como puede. Algunos mueren de amor, otros viven gracias a él. La pregunta aquí, la cuestión precisa, es saber en dónde se halla la delgada línea que divide el amor del odio. Ahí es dónde reside el debate, dónde se encuentra la solución.
Para ello, y utilizando la obra sobre la que hablamos, debemos entender la vida del que realizó la pintura, René Magritte. Nacido en Lessine, Bélgica, el 21 de noviembre de 1898, René creció en el seno de una familia algo acomodada, un sastre y una modista lograron darle una vida sin carencias a los tres niños que habían tenido. Pero la tragedia no tardó en aparecer, un extraño y cálido sábado 24 de febrero de 1912, poco antes de la caída del sol, Régine Magritte se lanzó a las oscuras aguas del Sambre. El cuerpo desapareció detrás de una cortina de espuma blanca y fría agua negra. Aún no se sabe qué llevó a la madre de René a acabar con su vida, no se sabe cómo afectaron las tres semanas que tardaron en encontrar un cadáver coronado con una camisa blanca o qué pensó un niño de 13 años cuando arrancaron del fondo fangoso y oscuro del río el cuerpo de la que fue su madre. Para fortuna de los ahora huérfanos de madre, Lessine permitió que la familia Magritte pudiera escapar de los estragos causados por la Primera Guerra Mundial.
No se sabe, tampoco, la razón por la que existen tantos personajes con los rostros tapados por una tela en las obras de Magritte. No se sabe qué significado tiene la obra, fuera de teorías y elucubraciones, René jamás dio una explicación oficial de lo que sus obras querían decir. ¿Acaso la necesitan? El surrealismo se halla en una zona cómoda, dándole al artista la libertad para desenfocar los hilos que unen nuestra realidad y que trata de ser representado en el realismo artístico, para darle alas a la imaginación y a la interpretación. La metáfora, la hipérbole, el símil y la parodia son algunas de las herramientas que quedaron libres con la llegada del surrealismo.
“Los amantes”, obra terminada en 1928, podría aludir a los amores ciegos, pasados, imposibles, ahogados o secretos. El historiador del arte, Miguel Calvo Santos, no indica que los paños, la obra y la razón por la que se hizo es una manera de representar ese trauma que tenía enquistado René Magritte en el alma. La materialización de su racionalización. Pero como todas las obras surrealistas, y porque Magritte se llevó los secretos a la tumba, creo que la pintura admite una interpretación más.
Y es que sí, esas telas blancas amarradas con fuerza a las cabezas de los protagonistas podrían ser una reminiscencia de la escena que vio René el 16 de marzo de 1912, pero no creo que el pintor belga quisiera llevar la discusión hacia esos lares. Yo, en mi socrático desconocimiento, creo que esa pintura es mucho más que un mero arrebato de melancolía. Porque el amor es mucho más que un arrebato de sentimiento, los dos personajes unidos en un apasionado beso, son la vida y la muerte, ella vestida de rojo y el de negro, representan el vals en el que se encuentran todos los seres vivos. La tela es el amor, la delgada línea que separa ambas realidades. El fondo es un espejismo, una de las paredes pintadas de azul cielo para representar la idea de libertad en esta relación entre la defunción y la existencia.
Y por qué digo que la tela es el amor, porque creo que Magritte encontró en esa escena abyecta en la que encontraron a su madre, en esa tragedia por la que tuvo que pasar el René de 13 años, halló más que tristeza y ese es el amor de una madre que, aun en la muerte, cuidó a su hijo, por casualidad o causalidad, de intensificar el horror de la escena cubriéndose el rostro con una tela.
Aun en la más simple de las acciones, aun en los momentos más oscuros de la psique, el amor se interpone y traspasa las barreras de la vida misma para cuidar a aquello que se quiere. Ese es el significado de la tela en la obra de Magritte, el más puro amor, el más prístino cariño, la más amplia expresión de atención.