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- 15/09/2015 02:00
¿Quién pide?, ¿qué ayuda pide? y ¿cómo la pide?
He estado pendiente de las noticias que a diario nos muestran el movimiento migratorio ‘por urgencia' de los hermanos sirios, entre otros; y de las calamidades que la guerra puede provocar en una sociedad tan necesitada como la nuestra. Por eso, hoy decido escribir algo de lo que pienso, a raíz de las recientes propuestas que hace Panamá en esta materia.
Considero justo que se ayude al ‘refugiado' y que se pueda brindar, dentro de las posibilidades de cada país, un espacio para atender a ese ser humano que, por desgracia, hoy pide ayuda. Esta sería la base principal de todas mis ideas: No obstante, quisiera saber con claridad ¿quién pide?, ¿qué ayuda pide? y ¿cómo la pide?
Sería natural que cualquier país se haga las mismas preguntas y sienta enormes dudas sobre qué hacer antes de tomar alguna decisión, frente a esta calamidad internacional, precisamente porque, de recibir refugiados, debe garantizar la sana convivencia del invitado y, a su vez, mantener la paz en sus nacionales.
Este reto no solo se hace desde las diferencias raciales, sino también en diferencias de idiomas, creencias, culturas o tradiciones. Hoy ese refugiado pide asilo, pero mañana ¿qué más podría pedir? El modelo vivido en Europa nos dice que las comunidades de refugiados, en especial las musulmanas, después de su llegada a territorio extranjero, reclaman vía tribunales de justicia otros derechos o garantías constitucionales para adaptar las reglas de su nuevo hogar al modelo de pensamiento que traen desde sus países de origen. En efecto, esto ha provocado zozobra, por la imposición de otras costumbres que no pertenecen al país que les dio cobijo y que marcan las diferencias entre grupos sociales, en lugar de una adaptación entre todos.
Entonces, ¿qué se debe hacer? ¿Debe renunciar el refugiado a su cultura y a derechos, por ser huésped en un país extranjero? o ¿debe el país receptor renunciar a sus propios derechos, antes absolutos, por tener ahora invitados en su territorio? En efecto, la sociedad en Europa, y posiblemente en América, se enfrenta ante un gran reto, aceptar o no la ‘nueva multiculturalidad' que se avecina.
Creo que la polémica está servida, habrá personas a favor o en contra de cada posición, yo solo puedo pensar que es urgente ayudar al necesitado, sin desconocer que pedir hoy y exigir mañana podría robarle la bondad que tiene el acto humano de ayudar. En consecuencia, soy de la opinión que debe existir un compromiso por ambas partes, en especial por quien pide la ayuda, pero casos como Uruguay o la frontera de Macedonia recientemente, son ejemplos que preocupan a la comunidad internacional, pues aviva el debate sobre qué tipo de ayuda aspira recibir el interesado.
Es saludable que cada país, con intenciones de acoger refugiados en su territorio, evalúe el alcance de su propuesta, antes de tomar una decisión en firme, porque esta no solo involucra el querer de un individuo o de un grupo de personas, sino el compromiso que asume y cargará todo un pueblo. Panamá es rica en culturas y ese ha sido parte de nuestro sello, pero es importante cuidar el balance que por años hemos logrado.
Ojalá que en el plan que propondrá Panamá esté investigar, con sumo cuidado, los antecedentes de las personas que serán beneficiadas con la entrada al país, y se brinden oportunidades solo a aquellas que quieran buscar la paz y nuevos horizontes para sus familias.
El Estado panameño debe madurar con detalle cada decisión, para que la misma no le sorprenda más adelante. Sí, es importante ayudar, como pueblo a lo largo de la historia lo hemos demostrado, pero primero debemos tener certeza, casi meridiana, sobre ¿quién pide?, ¿qué ayuda pide? y ¿cómo la pide?
*DOCTOR EN DERECHO Y DOCENTE UNIVERSITARIO.