Donald Trump, benefactor de China

  • 27/04/2025 01:00
El impacto global de esa nueva política arancelaria es inminente y ya se observan los primeros síntomas en las bolsas de valores con grandes caídas

Contrariamente a su deseo de aplastar a China, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se convirtió en el mejor benefactor de esa república popular al imponerle un arancel inédito de 145 por ciento a sus exportaciones hacia el coloso de Norteamérica que le sirvió de impulso para diversificar su mercado en tiempo récord, algo que le habría llevado muchos años.

Con tales aranceles que, según definición del economista Jeffrey Sachs es una medida infantil y peligrosa que no tiene nada que ver con el comercio y ni siquiera se aprobaría en el país de Mickey Mouse, China termina su dependencia comercial con Estados Unidos, y Trump, para su desgracia, logra develar varias realidades de carácter estratégico que se intuían pero no se confirmaban de manera fehaciente hasta ahora.

La primera de ellas: que la República Popular China es la primera potencia mundial productora de bienes terrenales del hombre y, al mismo tiempo, que esa alta e imprescindible producción es, a su vez, el mayor blindaje para soportar cualquier ataque a su economía por muy fuerte que sea. Esto se demostró de inmediato, pues al gigante asiático le bastaron pocos días para encontrar mercado seguro y más amplio a la mercadería que dejó de enviar a su cliente del occidente.

La segunda: la decadencia económica de EEUU pronosticada por muchos economistas dejó de ser pronóstico y es una realidad que no deja lugar a dudas. Se hará dolorosamente visible en la misma medida e intensidad que las consecuencias negativas de la guerra comercial comiencen a castigar al usuario estadounidense, y eso será más pronto de lo que Trump y sus asesores imaginan.

La tercera: una pérdida de terreno irrecuperable en la correlación de fuerza internacional en todos los sentidos, incluidos los tecnológico, económico, comercial, militar, monetario y cultural, frente a China, Rusia, e incluso México, y en muchos aspectos, de la Unión Europea necesitada de recuperar soberanía.

Entre esas consecuencias son ya admitidos un aumento de costos para los importadores estadounidenses, que pagarán muchísimo más por los productos que les compran a China y a otros países afectados por los nuevos aranceles. A los consumidores les irá peor. Pues serán ellos los que cubran las pérdidas de los importadores.

Grosso modo, y solamente como ejemplo pues no funciona así, si los aranceles anunciados, como dice Trump, generaran nuevos ingresos de hasta 5,2 billones de dólares en 10 años, el grueso de esa cifra saldrá de los bolsillos del consumidor final que es quien pagará las nuevas tarifas comerciales. En el plano macropolítico, esa medida impositiva tan loca provocará caídas significativas en el crecimiento del PIB, en los salarios y la producción, y una menor demanda internacional de bonos del Tesoro estadounidense, como acaban de alertar numerosas entidades estadounidenses especializadas en esos temas. A ello deben agregárseles las réplicas que ya están teniendo lugar por los afectados, en particular China, Japón, Corea del Sur, Vietnam y otros, lo que ya ha obligado a poner el grito en el cielo a las empresas estadounidenses que dependen de la cadena de suministros asiáticos.

Ese mismo esquema se aplica para las relaciones comerciales con Rusia y la Unión Europea, y en América para México y Canadá, lo cual hará muy difícil, o casi imposible, que Trump logre su propósito de restablecer la industria que ya está siendo afectada por el reemplazo de mano de obra barata migrante por una nativa doblemente más cara y menos profesional.

En lugar de una reindustrialización que será muy limitada, se aprecia un movimiento empresarial emigratorio, como la Pepsicola que ya anunció un traslado de sus fábrica en EEUU a México.

Son elementos que incidirán muy fuertemente en una recesión económica que ya varios especialistas consideran en camino y, además, irreversible, lo cual perjudicará a las empresas estadounidenses, en particular a las que buscan exportar bienes, y reducir el comercio, la creación de empleos y el crecimiento económico

El índice de Precios al Consumidor subirá como la espuma –ya de hecho está sucediendo- lo cual desatará una inflación galopante en el corto-medio plazo que seguramente derivará a una estanflación difícil de controlar si los aranceles se mantienen altos, el poder de compra del dólar continúa disminuyendo y las tasas de interés se desentienden de las necesidades financieras de la masa de compradores o consumidores.

A partir de los aranceles, la industria, la agricultura y el comercio de EEUU tendrán por obligación que abocarse a una reestructuración de sus cadenas de suministro distintas a las tradicionales procedentes de China, Japón, Corea, Vietnam y otras más del sudeste asiático que desde el anuncio de Trump buscan alternativas para evitar que la política de la Casa Blanca los afecte.

La pretendida reactivación de la economía y la reconstrucción de la industria nacional de EEUU puede convertirse en sueño de una noche de verano porque los costos podrían ser insostenibles y su competitividad nula en comparación con los mismos productos que se fabrican en Asia. Se confirmaría así a ese continente como la mega fábrica de fábricas, o la madre de las cadenas de suministros del mundo. Y cuando las pérdidas empiecen a abrumar a los industriales estadounidenses, cualquier cosa podrá suceder, y no muy agradables para Trump.

Xi Jimping acaba de alertar en su viaje a Vietnam a los estadounidenses y al mundo de que, al atacar a China, Trump ataca la estabilidad comercial en el planeta y, lo peor, da la espalda a los principios de cooperación que son los que deberían de prevalecer.En tal sentido le advirtió a Washington que Beijing está preparada para todos los escenarios porque está respaldada por gruesas cadenas de suministro, grandes mercados, y el respaldo de mil 400 millones de compatriotas que le permite actuar con una estrategia y paciencia milenaria, y mientras da muestra de su enorme capacidad de resiliencia, esperará con tranquilidad los efectos nocivos que acarreará para Estados la guerra comercial, y no habrá que esperar mucho tiempo, quizás tres o seis meses solamente.

El impacto global de esa nueva política arancelaria es inminente y ya se observan los primeros síntomas en las bolsas de valores con grandes caídas y pérdidas multimillonarias para los accionistas, y ya empieza a escucharse el ruido de la estampida de tenedores de dólares como cascos de caballo en el hipódromo.

De China se esperaba lo que está haciendo al vender masivamente bonos del Tesoro de la deuda de Estados Unidos, pero no así de Japón, fuerte aliado de Washington, que los ha dejado atónitos al comenzar también las ventas de miles de millones de ellos, y eso pone muy nerviosos a los jefes de la Reserva Federal y del propio Trump, porque Tokio es el principal baluarte de la FED al retener en sus arcas 1,1 billones en esos valores, y deshacerse de ellos les para los pelos de punta.

Taro Kitabayashi, el nuevo CEO de Norinchukin Bank, declaró a la prensa que el banco había completado la venta de bonos, y no es cualquier banco. Es uno de los mayores inversores institucionales de Japón que gestionando 300 mil millones de dólares en activos y da servicio a las cooperativas agrícolas, pesqueras y forestales de Japón.

Sus declaraciones fueron lacónicas: “Ante la grave inestabilidad traída por la administración de Trump, diversificar la cartera de inversiones es particularmente importante. No importa lo que pase”.

Para hacer el golpe más severo aún, Arabia Saudita, donde nació el petrodólar cuando el tramposo de Richard Nixon le quitó el respaldo en oro al billete verde y el entonces fuerte aliado de Riad apoyó el chantaje en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), ya vende crudo en otras monedas, como hacen Rusia, Irán e Irak.

Si se corta el acuerdo y el petrodólar desaparece como ya está ocurriendo, el billete verde se esfuma, la devaluación será descomunal, nadie lo querrá, y Estados Unidos no sabrá qué hacer con tanto papel sin valor. La FED le debe a los inversionistas extranjeros US$7,3 billones, en forma de valores del Tesoro, uno de los activos más líquidos del mundo.

Mientras tanto, China se fortalecerá en un tiempo históricamente corto, y todo cambiará vertiginosamente porque será necesario un nuevo orden económico y monetario mundial y nuevas reglas de juego, gracias al país de Mickey Mouse que Trump ha creado, como dijo Jeffrey Sachs.

Lo Nuevo