El Visitante

Grandes ilusiones y desilusiones

  • 27/04/2025 01:00
Mientras crecen nuevas iniciativas culturales en San Felipe, persisten los viejos males: desprecio oficialista a la educación, daño al patrimonio y teatro didáctico sin vuelo creativo

Una de las posturas asumidas por el jefe del Ejecutivo (y por algunos miembros de su equipo) que más desalientan, es su insistencia en insultar y desprestigiar a instituciones educativas, gremios, sindicatos laborales, ciudadanos comunes y periodistas independientes que cuestionan sus políticas. Eso hizo esta semana, por ejemplo, contra la Universidad de Panamá, que, pese a sus altibajos, sigue siendo el eje histórico de la formación de nuestra vida intelectual, cultural y política. El presidente la calificó como “guarida de terroristas” y otra sarta de insultos. Antes, durante y después de la dictadura militar, funcionarios han atacado a estudiantes y casas de estudio para acallar su disidencia, pero ni los educadores ni los educandos suelen aceptar el autoritarismo sin resistencia.

La llegada de otra gaviota

El pasado Sábado de Gloria, un grupo de artistas dimos un paseo por San Felipe (rebautizado como Casco Viejo) para visitar iglesias y exhibiciones de arte. Descubrimos, horrorizados, que los escalones originales de la Iglesia de la Merced habían desaparecido y en su lugar había una loza nueva. La fachada de la Merced es la única que fue traída y reconstruida piedra por piedra por los españoles en la nueva ciudad de Panamá, fundada en 1673, y cuyo atrio se puede apreciar en la fotografía que Eadweard Muybride –afamado artista inglés y el abuelo del cine– tomó durante su visita a Panamá en 1875. Investigando, se me informó que los escalones fueron recubiertos, o sea alterados, sin autorización del Ministerio de Cultura y como parte de los preparativos de “embellecimiento” para la Semana Santa. No queda claro si esta alteración es reversible.

Como vemos una y otra vez, no fueron solo los corsarios que sitiaron Panamá la Vieja ni los incendios que devastaron la nueva ciudad, los únicos que hayan lesionado nuestro patrimonio monumental, borrando así siglos de nuestra historia. Paradójicamente, también lo han hecho los encargados de custodiarlo. Le corresponde a la Dirección Nacional de Patrimonio hacer las indagaciones y señalar a los responsables.

A fines de la década de 1970, el parque de la Independencia, conocido también como el parque de la Catedral, se asfaltó, robándole sus jardines de estilo andaluz, como los que un día tuvo también el parque de Santa Ana. Los vecinos de San Felipe apodaron “La Gaviota” a la funcionaria que autorizó el cambio por haber estropeado el parque. Por lo visto, hoy vuela otra gaviota en el barrio.

La Sala Satélite del planeta MAC

Y hablando de San Felipe, con mucha ilusión, el Museo de Arte Contemporáneo de Panamá abrió allí el mes pasado su Sala Satélite, que mira a la plazoleta 2 de enero y en plena Avenida B. La sala, pequeña y acogedora, con una atractiva tienda de regalos, busca atraer a los turistas que visitan el área y establecer una sede del MAC en el centro histórico y eje de la vida cultural, gastronómica y hotelera de la ciudad. Su principal meta expositiva es presentar obras de la colección del museo. La muestra inaugural, curada por Juan Canela, Jennifer Choy y Liz Lasso, gira en torno a una selección de piezas que formaron parte de “60 + 1. El pequeño gran museo de Ancón”, colectiva que celebró, literalmente con bombos y platillos, el 60 aniversario del MAC Panamá.

Los artistas cuyas obras figuran en esta exposición son: Rodolfo Abularach, Eduardo Agustine, Gustavo Araujo, Trixie Briceño, Coqui Calderón, Guillermo Trujillo, Arturo Lindsay, Manuel Mendive, Alberto Dutary, Darién Montañez, Jhafis Quintero, Arístides Ureña Ramos, Julián Velásquez, Julio Zachrisson, Megan Carrera-Raleigh, Ana Lasso, Naufus Ramírez-Figueroa, Alfredo J. Martiz, Humberto Vélez, Valentina Desideri y Marc Vives. Vélez cerró la apertura con su performance “Tercos”, una colaboración artística con la actriz Anais Morán y con Bolívar Sánchez y su Banda Internacional El Hogar. La performance –repleta de la coreografía y la música gestadas por la banda– estuvo inspirada en el poema de Diana Morán “En el año 2000 debemos ser tercos “, canto a las luchas históricas y populares para salvaguardar nuestra soberanía de las amenazas y ataques de EE. UU., tema de urgente actualidad, que el MAC supo integrar en la muestra.

La gran ilustración

El miércoles pasado se presentó, en el Teatro Ateneo de Ciudad del Saber, “La Gran Develación”, obra que prometía contar “la historia de la llegada de Balboa al Mar del Sur como no te la habían contado. Una colaboración entre historiadores y artistas”. Dirigida por Maritza Vernaza, la talentosa actriz, performer y directora de Malamaña Teatro, y escrita por Vernaza junto a la artista Martanoemí Noriega, quien además fue la diseñadora del espacio y la autora de los estupendos dibujos que se proyectaron en escena, la pieza forma parte del programa “Nuestro futuro compartido: confrontando nuestro pasado racial”, que organiza el Instituto Smithsonian.

“La gran develación” se sustentó en la asesoría de dos historiadores: Marixa Lasso –profesional independiente, fundadora e investigadora permanente del Centro de Investigaciones Históricas, Antropológicas y Culturales AIP Panamá; y Paolo Vignolo, de la Universidad Nacional de Colombia y experto en el Darién del siglo XVI. La actuación estuvo en manos de las conocidas actrices Gloriana Reyes, Marisyn Luzcando y la propia Maritza Vernaza.

Luego de una emocionante temporada de teatro –que incluyó obras independientes, la Semana del Teatro y el Festival Internacional de Artes Escénicas de Panamá, con piezas de gran precisión técnica y actoral, atrevidos libretos y un verdadero sentido de inclusión comunitaria, “La Gran Develación” resultó, tristemente, decepcionante.

La obra no tuvo un solo momento de silencio, que diera pie a la reflexión y al descanso. En cierto sentido recordaba esos monótonos programas radiales de aire santurrón y maniqueo. Se mostró confuso en momentos y carente de expectativa dramática, pese a las hermosas ilustraciones de Noriega. “La Gran Develación” trataba de ilustrar una perspectiva histórica, sometiendo la imaginación del público al mensaje. El arte nunca puede ser una ecuación que se resuelva con meras lecciones didácticas, se logra, ante todo, mediante la resolución creativa de las complejidades y retos que ofrezca un buen guion con la puesta en escena y el manejo de los personajes. ¿Es acaso, por su simplismo literal y por la manipulación del público, una mediocre obra infantil? Como profesor aprendí que no hay mayor desafío que un público joven, y que mi primera lección es escucharlos, no subestimarlos.

Agradezco a Ramón Almanza y a Ausberto Rosas por su apoyo en la redacción de este artículo.

El autor es cineasta, artista visual y educador.

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