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- 05/02/2021 00:00
Pensar el Bicentenario
Hace cien años, el 5 de febrero de 1921, el Concejo de la ciudad de Panamá aprobó un acuerdo para la conmemoración del Centenario de la Independencia de Panamá de España. Dispuso, además, una suscripción popular para develar un monumento a los próceres de 1821, y distribuir 2000 impresiones del Fiscal y La Ley, la Miscelánea del Istmo y el Acta de Independencia, documentos históricos que narran el despegue de un proyecto republicano y la búsqueda de la consolidación política. A pesar de esa decisión municipal que ordenó a “todos los dueños de casa o sus habitantes, enarbolar la bandera panameña”, la conmoción generalizada por el conflicto de Coto, a partir del 21 de febrero, constituyó el asunto político de primer orden en el país durante 1921.
Demetrio Korsi, en La Epopeya del Istmo (Diario de Panamá, 27/11/1921), expresa: “En la hora de amargura, en que pierdas de vista a la victoria, pídele al cóndor su genial bravura, y arrebátale al águila su gloria”, recuerda el complicado contexto de la fiesta centenaria y una de las tantas protestas y proclamas públicas, divulgadas en la prensa de la época, en rechazo a la pérdida del territorio al occidente panameño. Aunque se planteó posponer la conmemoración del Centenario, merece atención especial el programa cívico impulsado por el Concejo capitalino, con el poeta peruano José Santos Chocano, como invitado especial.
Es importante señalar que las conmemoraciones establecen la relación de una sociedad con su pasado, mediadas por las preocupaciones y necesidades del presente. Es por eso que un estudio de la documentación sobre el Centenario refiere a una interrogante crucial ¿hacia dónde vamos? Los editoriales ofrecieron aproximaciones. Así pues, La Estrella de Panamá (28/11/1921) expuso “que sea este centenario, modesta y casi tristemente conmemorado, el punto de partida de la nueva y final jornada hacia el puesto que corresponde a Panamá legítimamente en el concierto de las naciones”; por su parte, el Diario de Panamá (27/11/1921) exhortó a “la reflexión de un pueblo que comienza a sentir la necesidad de pensar y meditar sobre los problemas que le presenta el porvenir. Que sea pues nuestro centenario una fecha de recogimiento y meditación, ya que no puede ser de bullicio y placer”. Narrativa que hizo énfasis en los desafíos del futuro del país, especialmente, relacionados con su soberanía. En tanto que los discursos celebraron el legado hispánico, tal como subraya la Memoria de 1921: “no reservamos odios para la heroica España que trajo al Istmo religión, costumbres, que nos legó la musical lengua castellana y que en cada soldado mandó un héroe cuyos hechos guerreros contribuyeron mucho a despertar en los istmeños aspiraciones justas a la libertad y a la soberanía”. Aunque el hispanismo articuló, en esos años, un fenómeno cultural en la región, consistió en una representación del pasado basada en omisiones y olvidos.
Tanto el Centenario como el Bicentenario son espejos de quienes los conmemoran e invitan a la reflexión y valoración; entonces, ¿por qué no debatir dónde estamos?
El Bicentenario debería suscitar no solo un ambiente festivo, sino propiciar una profunda reflexión para replantear el rumbo actual. Resultan inadmisibles las persistentes condiciones de pobreza y exclusión, más visibles en medio de la compleja crisis sanitaria. Es urgente resolver deudas históricas, combatir a fondo la desigualdad, la inequidad en la distribución de las riquezas y fortalecer agendas para el cuidado de los recursos naturales. Fijar objetivos de largo alcance sería una de las opciones, priorizando en una educación de calidad a la niñez y la juventud panameña, como factor decisivo para el desarrollo y la movilidad social
Si bien se requiere investigación sobre el Centenario de la Independencia de 1921, no como acontecimiento aislado, sino como proceso compartido con los países latinoamericanos, su análisis sería valioso para repensar el relato nacional promovido en esa conmemoración. El Bicentenario -que se recibe en medio de una crisis global- no debería ser un elogio a la inconsciencia, por el contrario, es un inestimable momento histórico para una mirada crítica e interdisciplinaria del presente y ruta para la reparación del pasado con miras a construir una sociedad intercultural, más justa, incluyente y democrática, en fin, refundar el país con nuevas esperanzas y aspiraciones.