• 20/08/2024 00:00

Panamá y Uruguay, más de un siglo de relaciones

La República Oriental del Uruguay cumple 199 años desde su Declaración de Independencia en 1825. Largo tiempo después, pasado un siglo XIX convulso, Uruguay reconoció la novel República de Panamá en 1904, pero se abrió una Legación en Montevideo en 1924, servida por nuestro ministro en Buenos Aires. Esperamos hasta 1954 para que ambos países inauguren embajadas en sus capitales.

Esa historia diplomática está en el libro que publicó en 2001 (segunda edición, 2014) el destacado jurista doctor Juan Pablo Fábrega Polleri, cónsul honorario de Uruguay, Más de Cien Años de Relaciones entre las Repúblicas de Panamá y Oriental del Uruguay.

Me interesó más Uruguay cuando, propuesto por el geógrafo y marino Carlos Sagrera, su Instituto Histórico y Geográfico me eligió en 2023 como miembro de honor. Institución académica excepcional considerada como la sexta sociedad de Geografía creada en el planeta, en 1843, y la segunda en el continente americano. Es prueba del interés pionero de los uruguayos por la ciencia y la cultura desde el siglo XIX. Me pregunté enseguida: ¿Cuáles son las semejanzas y diferencias entre dos países hispanoamericanos tan alejados por la geografía? ¿Cómo podemos fortalecer todavía más nuestras relaciones?

La República Oriental del Uruguay es la antigua banda territorial del Virreinato de la Plata situada al este del río Paraná. Ambos surgimos originalmente del Imperio español, Panamá desde principios del siglo XVI, con su capital de 1519, y Uruguay mucho más tarde, desde el XVIII. Su capital, Montevideo, nace en 1724-26. Panamá se independizó de España en 1821 y Uruguay del yugo brasileño cuatro años después.

Panamá y Uruguay han tenido un pasado complejo salpicado de graves desafíos existenciales. Estado tapón entre los dos gigantes sudamericanos, Argentina y Brasil, Uruguay ha soportado ambas presencias abrumadoras. Panamá, por su posición estratégica y la geopolítica, ha sufrido la apetencia de potencias y la influencia dominante de Estados Unidos.

Aunque con un territorio que más que duplica el de Panamá, frente al Atlántico sur, con relieve ondulado y clima templado austral, Uruguay tiene una población un poco menor (3,6 millones) que la nuestra (4,1 millones). Como en el Gran Panamá Metropolitano (2 millones) un poco más de la mitad, 2,4 millones de habitantes, está en Montevideo y su área metropolitana.

Hablamos español y practicamos el cristianismo, pero en Uruguay como en un Estado verdaderamente laico. Población de origen europeo casi en su totalidad, la uruguaya contrasta con la panameña, mucho más mestiza de tres orígenes. Diferimos por la alta calidad de la educación uruguaya cuando sus alumnos ocuparon el segundo lugar en el continente en las pruebas PISA de 2024, y en Montevideo encontramos sus dos mejores universidades que están, en jerarquía académica, mucho mejor posicionadas que las panameñas. Sobresalen, igualmente, el espíritu cívico de los uruguayos, su tolerancia mayor, un ingreso per cápita un poco menor que el panameño, pero con menos inequidad social. Uruguay ocupa el tercer lugar en Latinoamérica por el desarrollo humano y Panamá el cuarto.

Uruguay sufrió 10 años de régimen militar, de 1973 a 1985, como Panamá 21 años (1968-1989), pero, al contrario de nosotros, los uruguayos lograron hacer más rápidamente la transición hacia la democracia, pacífica, sin una cruenta intervención extranjera. Desde entonces, gozan de gobiernos moderados, con mucha menor corrupción pública que nosotros. Uruguay está, junto a Canadá y Costa Rica, entre los estados con democracia plena en el continente y menor inseguridad pública.

Mientras, parte de su población, al contrario de la panameña mucho más arraigada, emigraba hasta la primera década del siglo XXI, especialmente a Argentina, Estados Unidos y España. Sucedía el fenómeno cuando Panamá, después de la invasión estadounidense de 1989, con una economía de servicios y logística boyante hasta 2020, recibía inmigración extranjera permanente, incluyendo a uruguayos altamente educados.

Nuestras economías son más bien complementarias: la de Uruguay más agropecuaria y más tecnológica, innovadora, con el menor riesgo-país del continente. La de Panamá, más de servicios, país que podría servir para distribuir mejor al mundo productos uruguayos. Los panameños podemos enseñar más en temas de logística y bancarios. Los uruguayos, pueden enseñarnos una educación de mejor calidad. Podemos, además, compartir más nuestras culturas diversas, de Uruguay, más europea, y de Panamá, más tropical mestiza, con sus valiosas originalidades.

El gobierno uruguayo apoyó a Panamá en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU en Panamá, en marzo de 1973, cuyos resultados impulsaron la etapa final de la negociación de los Tratados Torrijos-Carter.

Después, las relaciones diplomáticas y políticas han florecido, especialmente luego de las primeras visitas presidenciales: la de Ernesto Pérez Balladares a Montevideo en 1996 y la de Julio María Sanguinetti a Panamá en 1998. El presidente José Raúl Mulino parece ya retomar, con mucho más ímpetu que su predecesor, las visitas presidenciales (como la de Mercosur en julio 2024 en Paraguay cuando encontró también al presidente uruguayo), indispensables para fortalecer las relaciones internacionales. Ojalá tengamos pronto al presidente Lacalle Pou en Panamá. Ambos países participamos del núcleo de las naciones democráticas solidarias del pueblo venezolano secuestrado por una feroz tiranía corrupta.

Gracias a una sucesión de embajadores excelentes hasta la actual, Ramona Franco Oxley, Uruguay ha tenido una representación lucida en nuestro país, como sucedió igualmente con algunos diplomáticos panameños en Montevideo. Panamá y Uruguay tienen una historia contrastada, pero fraternal. Esperemos que continúe así en el futuro previsible porque tenemos mucho que aprender de cada uno y que compartir, especialmente el amor por la auténtica democracia liberal y la libertad.

El autor es geógrafo, historiador, diplomático
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