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- 17/09/2021 00:00
Panamá en medio de un sistema-mundo capitalista en contracción
El 23 de abril de 2020, el sociólogo Marco A. Gandásegui, Hijo, explicaba que el capitalismo es una relación social al igual que el capital y que esta relación siempre ha existido (no siempre fue dominante). Pero no fue hasta el siglo XVI, con los viajes de Colón, que comenzó a consolidarse en algunas ciudades europeas. Esto se debió a la extracción de metales preciosos en las Américas. El inmenso capital que acumularon -originalmente del trabajo esclavo- les permitió a los capitalistas invertir en nuevas empresas durante el siglo XVII.
Este proceso, que impactó a África, como cantera de mano de obra esclava, a nuestra América, como proveedor de materia prima, y a Europa, como nueva identidad geocultural dominante, se extenderá hasta cubrir la totalidad del globo terráqueo como un nuevo sistema-mundo al cabo de los últimos 500 años. Dentro de esa reconfiguración, pos-Colón, el mundo quedaría estructurado en dos polos. Uno es el centro dominante y el otro, es periférico. El primero “capaz de generar nuevas áreas de producción (tecnología)” y el segundo en condiciones de subordinación en todas las esferas, principalmente, en las productivas. Sin embargo, con la emergencia de China, el polo central, ha empezado a debilitarse.
El asomo del gigante asiático podría cambiar la configuración del mundo conocido, pero no necesariamente tenga que implicar la superación del capitalismo y sus contradicciones. Nada indica lo contrario. Todo señala que el capitalismo seguirá impulsándose por su capacidad de acumulación. Ni sus crisis inherentes ni la COVID-19 están en capacidad de liquidarlo. Al respecto, señalaba Gandásegui que el capitalismo solo podrá desaparecer “cuando las relaciones sociales que lo sustentan se disuelvan. Es decir, cuando las luchas de los trabajadores y sus salarios no les permitan a los capitalistas acumular”.
Sin embargo, dentro de la crisis sostenible en la que se encuentra el capitalismo, su sistema-mundo puede cambiar sus formas conocidas, más allá, si ocurre efectivamente el desplazamiento del centro del mundo de la cuenca Noratlántica a la cuenca del Pacífico. Álvaro García Linera, en el recién “Curso Internacional Estado, política y democracia en América Latina”, señaló cuatro datos que dan señales de la pérdida de globalidad del sistema-mundo capitalista.
El primero de los datos, es que el comercio, base del sistema-mundo capitalista, se ha reducido, según un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). “El segundo dato es que los flujos transfronterizos de capital, que entre 1989 y 2007 habían crecido del 5 % al 20 % respecto al PIB mundial, pasaron a tener una tasa menor al 5 % entre 2009 y la actualidad”.
El tercero es la salida de Inglaterra de la comunidad europea (frenando la capacidad de expansión del capital occidental). Junto con la repatriación de capital norteamericano a sus fronteras, principalmente de los ubicados en China, y la reagrupación de las cadenas de valores esenciales (como ha ocurrido durante la pandemia). La globalidad del sistema-mundo capitalista -inaugurado por Colón- empieza a contraerse. Sin embargo, Gandásegui, muy atento al proyecto de Trump y de la burguesía industrial norteamericana, enseñaba que la repatriación de capital no es una tarea fácil. Los trabajadores norteamericanos, desempleados, cuyos sindicatos fueron destruidos, serán un obstáculo para tal fin. Difícilmente se sumirán a las condiciones laborales presentes en China o en cualquier otro lugar de la periferia en los que fueron instalados los complejos industriales.
El cuarto dato son las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). Recomiendan prorrogar el vencimiento de la deuda pública. También sugieren en el mismo informe: incrementar los impuestos progresivos a los más acaudalados, modificar la tributación de las empresas para asegurarse de que paguen impuestos, aplicar una tributación internacional a la economía digital, apoyo prolongado a los ingresos de los trabajadores desplazados e incremento a la inversión pública.
La contracción del sistema-mundo capitalista, en términos de García Linera, es el miedo de las clases dominantes a los estallidos sociales y a la paulatina pérdida de hegemonía de la agenda global-neoliberal. Ambas relacionadas. Hipótesis también compartidas por Gandásegui. La última entendida como la pérdida de hegemonía de EUA. La teoría neoliberal ha perdido su capacidad de confabular a las poblaciones. Frente a la COVID-19 ha quedado desnuda y los Estados han salido de la prisión en la que estaban -desde la década del 80 del siglo pasado- para dar respuestas (mal o bien). Sin embargo, en esta debacle de la agenda global neoliberal trae consigo manifestaciones, de esta misma, en formas de autoritarismo, antifeminista, racista, xenofóbica y fascista. Es su lado en resistencia.
Ante la incertidumbre generalizada, pero anuente de la contracción de la agenda global, del descongelamiento irremediable de los glaciares polares y la emergencia de China con su ruta de la seda (aunque esta impulsa una agenda global en otra dirección), por tanto, y a razón de todas estas, la muy segura pérdida de importancia -en un futuro pronto- de la ruta por Panamá, es más sensato pensar en un proyecto nacional que sostener una economía transitista (al servicio y dependiente de la economía global). La historia nos demuestra las experiencias vividas en el Istmo entre la desaparición de las ferias de Portobelo y la construcción del ferrocarril transístmico. Del pasado se aprende.
Tal proyecto debiese ser, como propone el filósofo panameño Abdiel Rodríguez Reyes, “feminista, interculturalista, ecologista, sindicalista clasista”, como mínimo, sobre la base de un nuevo consenso social. Su contenido debe ser “en última instancia la vida”. Por tanto, la naturaleza debe ser central en ese nuevo pacto. No se puede afirmar la vida al margen de la naturaleza. De hecho, la especie humana está biológicamente condicionada a vivir con ella, pero no en los términos actuales que ha impuesto y sostiene el capitalismo. El futuro es incierto, pero se construye en el presente, y como señalaba el filósofo panameño, es preferible construir nuevos horizontes para guiar la tarea sobre la marcha.