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- 22/07/2022 00:00
Panamá hoy: Lo social supera la razón, ¡Entendámoslo!
En toda América Latina hay una ola de reivindicaciones sociales. Los ciudadanos ya no toleran una franja tan aguda desigualdad y privilegios en los que la mayoría no participa. Los pueblos de nuestros países están exigiendo de sus gobiernos que resuelvan ya, sin dilación, lo que la clase política, con su lenidad e indiferencia ha acumulado por décadas.
Lo que ocurre en Panamá, y que antes hemos visto en otros países del hemisferio, requiere de la disposición de la clase política e intelectual para comprender lo que efectivamente está ocurriendo, buscar las causas sociales, determinar las responsabilidades históricas, asumir una disposición inédita para el cambio de actitud, y a partir de allí, tomar decisiones que lleven de manera paulatina a recobrar la paz y la convivencia ciudadana. Está en juego la gobernabilidad del país y la legitimidad de todo el sistema político.
Hay señales de alarma muy contundentes. Uno de ellos, el respaldo social de los que manifiestan. Los actos de quienes hoy protestan, en otro momento hubieran recibido el rechazo ciudadano, cosa que hoy no ocurre a pesar de los inconvenientes que causan. Este solo hecho debería llamar la atención de quienes tienen como responsabilidad gobernar y, por ende, desactivar la bomba social que se viene construyendo desde hace ya tiempo. Porque, a los ojos de un experto, esta presión se viene acumulando poco a poco, con cada uno de los errores de dirección política que hemos vivido.
De seguro quienes protestan y los apoyan son parte de ese colectivo que le tocó vivir la pandemia en hacinamiento, con muchas carencias y muchos miedos, mientras eran espectadores de actos de corrupción, derechos violados, y una desafiante indiferencia ante el luto y dolor colectivos, además de todo tipo limitaciones que hasta el momento permanecen sin conseguir respuestas o propuestas que los reivindique.
Esta sensación de hastío y necesidad de movilización y protesta se está convirtiendo en una tendencia social. Esta es la gente que el gobierno, desde su pragmatismo, no logra calibrar ni mucho menos entender. Y lo que es peor, esta incapacidad de comprender no es solamente un problema del gobierno actual, sino también de las élites del país.
Estos procesos se cocinan a fuego lento hasta llegar a la ebullición. Cuando les dije hace ya más de dos años que la pandemia no era igual para todos, porque había una porción de la población que la sufría con excesiva atrocidad, y que tarde o temprano iba a exigir lo que se le había negado, estaba seguro de que íbamos a terminar en lo que hoy se manifiesta más claro que nunca.
Hoy vivimos una mezcla de desesperanza, pesimismo, decepción, hartazgo, desesperación y enojo. Es desde esta combinación de sentimientos que podemos encontrarle explicación a quienes protestan y a quienes los apoyan, no desde la racionalidad prepotente que expresamos en grupos de WhatsApp, redes sociales o cafés de media mañana.
Esta no es una crisis que se va a solucionar solo con cifras económicas, buenas intenciones, promesas futuras o actos de contrición carentes de toda credibilidad. Se requiere mucho más que eso, se necesita inteligencia, sensibilidad, desprendimiento y carácter lo cual aplica para ambos lados de la moneda.
Debemos evitar que estos procesos se endosen al populismo radical. Tenemos que actuar con criterio de estado y con agudeza política y estratégica. Hay que dar respuestas y ser sensibles a lo que el pueblo panameño demanda. Se requiere una nueva actitud y una forma distinta de tratar el problema, con menos justificaciones defensivas y más disposición a resguardar el largo plazo, eso sí, actuando desde ahora para desmontar el conflicto que ya está en la calle.