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Ser padres, hoy en día, no es una tarea fácil, y nunca lo ha sido, y se dice que es la profesión más difícil, a la que hay que agregar que no tiene fecha de jubilación. Por otro lado, desde hace mucho tiempo es un hecho real que a los jóvenes no les resulta atractivo ni gratificante tener hijos, por diversos motivos, y los que llegan a serlo sin proponérselo les resulta frustrante, teniendo consecuencias negativas en los hijos, al ser abandonados, maltratados, abortados, entre otros.
Pero también hay que decir que, tiempo atrás, los hijos llegaban sin planificación familiar, más hoy, en general, la tendencia por parte de las parejas es la de decidir cuándo tenerlos, valorando el impacto que tendrá en su estilo de vida, y esto conlleva a que estén más conscientes de su compromiso, aunque eso no garantice que ambos progenitores lo hagan con la dedicación que exige y sean buenos padres.
Y aunque la paternidad conste en un papel, el camino para ser verdaderos padres, amorosos y responsables es todo un reto y está lleno de altibajos, y tenemos ejemplos de buenos y malos padres, como el de Cronos (Saturno), que en la mitología griega devora a sus hijos para evitar que lo destronaran, o de Atticus Finch, arquetipo de padre responsable que cuida de su familia, en Matar a un ruiseñor de la escritora Harper Lee.
Además, existen los padres autoritarios, permisivos, sobreprotectores, ausentes, tóxicos o democráticos, entre otros y, por supuesto, que ningún niño elige la familia con quien quiere vivir, y tal vez le toque un mal padre o mala madre.
Ahora bien, respecto al modelo a seguir para todas las familias cristianas, es decir, para la Iglesia católica, es la Sagrada Familia compuesta por San José, la Virgen María y el Niño Jesús, que representa una familia, donde reina el amor y la paz, y hay valores de solidaridad, el perdón y la comprensión.
Y es que los padres de familia tienen un papel fundamental en la vida de sus hijos, en su crianza y cuidados, y su educación; su responsabilidad va más allá de asegurarles un ambiente de crianza de bienestar y seguridad, sino también de brindarles una adecuada educación en valores, de respeto, responsabilidad, honestidad, empatía, generosidad, compromiso, tolerancia, perseverancia, entre otros.
Por ello, los padres influyen en la transmisión de normas, valores, creencias y actitudes; son los primeros educadores de valores morales para sus hijos y son un modelo a seguir, en la que “se educa más por lo que se es, que por lo que se dice (J. Tourón).
Sin embargo, desde hace algún tiempo preocupan los estilos de crianza que emplean algunos padres y madres de familia, en concreto los permisivos, que son padres alcahuetes que no fijan normas y límites a sus hijos, de ahí que estos no respeten las reglas, a sus compañeros o a cualquiera persona, tienen mala conducta escolar y una excesiva libertad, pues no hay horas para dormir ni para llegar a casa, entre otros.
Esa crianza sin ningún tipo de disciplina, a futuro tiene riegos y consecuencias, pues sea hombre o mujer, de cualquiera ocupación o profesión: médico, abogado, entre otros, los conduce a cometer conductas desviadas socialmente, infidelidades, adulterio, engatusa y estafa a sus clientes no haciendo su trabajo; es mentiroso, difamador, irrespetuoso, abandona a su pareja enferma, luego de que le ha quitado todo el dinero, más los padres que le tienen un amor incondicional, aun sabiendo de su comportamiento, lo justifican y le echan la culpa a otros.
Estos padres alcahuetes tienen por tanto hijos egoístas, caprichosos, intolerantes, malgeniados, agresivos y anárquicos; suelen ser dependientes de los padres que los alcahuetean, piensan que sus padres lo deben hacer todo por ellos, y así lo exigen. Lo riesgoso es que también son ”propensos a transgredir la ley -realizan actos delincuenciales- y a volverse adictos de los tóxicos”. (Bernal, 2009).
Como se observa, la transmisión de valores en la familia y el estilo de crianza de los padres respecto de los hijos es de importancia, pues reduce el fenómeno delincuencial y todo tipo de conductas desviadas socialmente, por lo que debe promoverse los valores de solidaridad, humanismo, la empatía y una cultura de paz. Recordemos que la educación comienza en el hogar, y dice una frase de Jean Petit Senn que “los hijos se convierten para los padres, según la educación que reciban, en una recompensa o en un castigo.
Concluyo con que el Estado necesita de familias comprometidas en educar a sus hijos con valores, en practicar la prevención del delito, lo que redundaría en beneficio de la sociedad, al minimizar el delito, y por tanto menos gastos en materia de seguridad policial.
*La autora es catedrática de Derecho Penal, UP