• 26/03/2025 00:00

Optimismo en tiempos de caos

El optimismo también se practica colectivamente practicando valores como gratitud y amor compasivo, que fortalecen la unidad y evitan la envidia o la ingratitud

En la actualidad, vivimos en un mundo que ha trascendido el entorno VUCA, caracterizado por ser volátil, incierto, complejo y ambiguo, para adentrarnos en un entorno BANI, marcado por la fragilidad, la ansiedad, la no linealidad y la incomprensibilidad. Este nuevo paradigma nos enfrenta a la gestión de una incertidumbre radical y a la necesidad de adaptarnos a escenarios caóticos, lo que a menudo nos lleva a perder el optimismo y, en algunos casos, incluso la esperanza.

Es innegable que estamos inmersos en una época de incertidumbre radical, ansiedad sistémica y una incomprensión estructural que supera nuestra capacidad tradicional de análisis, requiriendo una mayor intuición y transparencia en la toma de decisiones. Según el psicólogo Martin Seligman, el optimismo es la capacidad de actuar ante los reveses, lo que mejora nuestra salud, relaciones y longevidad. Sin embargo, el optimismo extremo puede llevar a evadir la realidad y negar emociones auténticas, como lo describió Aldous Huxley en su obra Un mundo feliz, donde critica la sociedad de consumo y el uso de la tecnología como herramienta de control.

A pesar de estos desafíos, los seres humanos seguimos teniendo el control sobre nosotros mismos y la capacidad de desarrollar un optimismo equilibrado, capaz de derrotar el pesimismo que nos encadena y paraliza. Podemos vivir con gran optimismo y cambiar nuestra realidad.

Entre las recomendaciones del Dr. Daisaku Ikeda para vivir de manera optimista, destacan la visualización positiva, es decir, reemplazar el pesimismo (preocupación por lo negativo) por una mentalidad que busca oportunidades en los desafíos, por ejemplo, enfrentar una enfermedad como una oportunidad para descansar y reflexionar sobre la vida. De igual manera, utilizar la risa y la alegría, promueve la idea de reírse ante las adversidades y convertir los obstáculos en momentos de alegría. Este enfoque ayuda a mantener un espíritu optimista incluso en situaciones difíciles, y finalmente, la práctica de la gratitud, que consiste en reconocer y agradecer las cosas buenas en la vida, lo que a su vez ayuda a cultivar una mentalidad optimista.

El optimismo también se practica colectivamente practicando valores como gratitud y amor compasivo, que fortalecen la unidad y evitan la envidia o la ingratitud. Enfocando siempre el futuro, ver a los jóvenes como agentes clave para construir la paz, con la expectativa de que su energía y determinación superen las limitaciones actuales.

Practicar el optimismo como una especie de esperanza activa nos lleva a desarrollar la convicción de que, incluso ante el fracaso o el sufrimiento, podemos emprender acciones para modificar nuestra realidad.

*La autora es docente universitaria y miembro de la SGIP
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