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Hoy día, la importancia de la preservación ambiental ha trascendido el ámbito del debate y se ha convertido en una realidad indiscutible, que cualquier persona con un mínimo de sentido común entiende el valor de proteger nuestros bosques y mares de la contaminación, tanto para garantizar el equilibrio de los ecosistemas como para la sostenibilidad de los recursos naturales.
Sin embargo, este legítimo sentimiento de protección ambiental ha sido tergiversado por un grupo de personas histéricas, que en su mayoría carecen de formación académica o experiencia práctica en el tema, que asumen que preservar equivale a dejar intactos los espacios naturales, evitando cualquier tipo de intervención o manejo. Esta visión reduccionista lleva a un abandono casi total de los bosques y otras áreas naturales, lo cual, lejos de protegerlos, los deja vulnerables a plagas, incendios forestales, erosión del suelo y otros factores como la tala indiscriminada, la caza ilegal, el tráfico de animales o la extracción desregularizada de oro y cobre, que terminan de contaminar más que las actividades cuando son reguladas.
La verdadera preservación ambiental no consiste simplemente en dejar la naturaleza a su suerte, sino identificar la vocación ambiental de la zona e implementar prácticas de manejo sostenible que garanticen su conservación activa. Este enfoque reconoce que no todas las zonas naturales tienen el mismo potencial ni la misma función dentro de las necesidades de una sociedad y que, por lo tanto, requieren estrategias diferenciadas y adaptadas. Por ejemplo, existen áreas con potencial para el desarrollo de una minería sostenible donde es fundamental establecer áreas claramente delimitadas para la extracción de recursos, minimizando el impacto ambiental y asegurando que las empresas involucradas asuman compromisos concretos, y también existen áreas con vocación para la generación energética destinada a la construcción y operación de hidroeléctricas. Para ambos ejemplos, las compañías responsables de estas obras deben establecer compromisos claros y transparentes respecto al uso de los recursos naturales, el impacto en los ecosistemas locales y las medidas compensatorias necesarias para garantizar un equilibrio ambiental. Estos compromisos deben incluir no solo la restauración de las zonas intervenidas, sino también la financiación y gestión de programas de preservación ambiental a largo plazo de las Áreas de Impacto Indirecto (AAI).
Es fundamental comprender que el desarrollo de los países depende de la gestión sostenible de sus recursos naturales, siempre en beneficio de la sociedad, y liderada por profesionales capacitados en el ámbito ambiental. Esto contrasta con los discursos vacíos y carentes de rigor científico que a menudo proliferan en las redes sociales, promovidos por conservacionistas alarmistas o actores con intereses políticos que instrumentalizan estos temas para promover sus agendas personales.