• 17/08/2020 00:00

Modelo no-presencial en la enseñanza superior: algunas consideraciones

Termina el primer semestre del año académico 2020 en la UP; ha sido un semestre inédito, atípico, de retos, desafíos, y exigencias; y para muchos, de exigencias de rápido aprendizaje.

Termina el primer semestre del año académico 2020 en la UP; ha sido un semestre inédito, atípico, de retos, desafíos, y exigencias; y para muchos, de exigencias de rápido aprendizaje.

Ha sido, en efecto, un semestre complicado; una experiencia, que por momentos se antojaba desmotivadora, pero a la vez incitaba a hacerle frente con las únicas herramientas disponibles: la actitud, el compromiso, y la determinación.

Al final de esta primera jornada del año, para algunos la sensación puede ser de satisfacción plena, bien por ellos; para otros de profunda frustración, pero a la gran mayoría, estoy seguro, nos embarga la perplejidad, que hace colisionar, por una parte, el sentimiento de convicción de la labor bien hecha, y por otra, la certeza de haber sacrificado calidad, estructura y racionalidad en el proceso.

Las dudas e interrogantes brotan de manera casi espontánea: ¿Constituyen, la implementación de estas modalidades no-presenciales en nuestro contexto, prácticas y recursos exclusivamente de carácter coyunturales, momentáneos; con un protagonismo acorde a la situación vigente, las cuales están llamadas a ser engavetadas una vez superado el problema sanitario? ¿Ubicados en nuestro contexto, pueden, los modelos no-presenciales, apoyados en los recursos que nos proveen el alto desarrollo de las Tecnología de la Comunicación y la Información, garantizar mínimos grados de calidad acorde con el nivel superior?

La primera interrogante no plantea duda alguna en cuanto a su respuesta; la segunda, sin embargo, es objeto de profundas y seria reflexiones.

Al final, la reflexión en torno a la calidad de la enseñanza a nivel superior en el marco de los modelos no-presenciales, y circunscritos a nuestro contexto, nos coloca en una terrible alternativa: o sobrestimamos los modelos no-presenciales, procurando preservar, a toda costa, la calidad en la enseñanza, aun cuando esto implique ahondar la desigualdad socioeconómica, toda vez que solo aquellos que cuenten con los recursos que le permitan acceder de manera eficiente a estos dispositivos y tecnologías tendrán garantizada la formación superior. O satanizamos estos modelos bajo el pretexto de ser elitistas, y ponemos el énfasis en la flexibilidad total y oportunidad abierta, sacrificando así la calidad en aras de ese espíritu popular, democrático, participativo.

Como siempre, creo que en el justo medio aristotélico podemos encontrar la fórmula que nos permita desatar este nudo gordiano.

El segundo semestre, según ha sido aprobado por el Consejo Académico, y anunciado por el rector, seguirá la misma estrategia no-presencial; no obstante, creo que algunas enseñanzas hemos derivados de la experiencia de este primer semestre a partir de las cuales es posible reestructurar modos, procedimientos, y prácticas, a fin de no alejarnos en demasía de unos niveles mínimos de exigencias de calidad propios de una institución de enseñanza superior.

Confundir los medios con los fines será siempre el gran peligro por superar.

Por supuesto que la dimensión psicosociocultural es factor fundamental en la reflexión, pero su consideración no es posible en esta ocasión.

Docente de la Universidad de Panamá (UP).
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