• 12/11/2022 00:00

El Mes de la Patria

“Es probable que conociendo la verdad, tal vez tengamos más orgullo”

La Palma, Paja de Sombrero, Gualaca. _ Desde que tengo conciencia, he escuchado todos los años las glorias y heroicidades de lo que se ha llamado las independencias de Panamá (de España como de Colombia); pero cuando comí del fruto prohibido y me llegó la sabiduría de los dioses, me ha estado mortificando ese bombardeo de aventuras que escucho en la radio y la televisión, y esos escritos que algunas personas publican en los periódicos, algunos con argumentos pocos científicos. Y es que, según la sabiduría que me dieron los dioses, me enteré de que todas esas glorias, actos heroicos, héroes y heroínas, resultaron una falsedad inventada.

Por ejemplo, el Grito de La Villa de Los Santos. Científicamente este grito es un acta que elaboraron en el Concejo de La Villa el diez de noviembre de 1821 y no declarando la independencia de España, sino haciendo un llamado a todos los pueblos circundantes, a que se unieran para luchar contra las fuerzas españolas. Este movimiento lo encabezó don Segundo Villarreal. En ese acta, ni en la realidad, esa Rufina Alfaro de la que tanto se habla, existió; además, el acto heroico que se le atribuye es tan fantasioso que es imposible creerlo, incluso porque en La Villa no había cuartel de los soldados españoles en ese año. Sería bueno que supiéramos que los regimientos de soldados estaban en Panamá y eso se ve claramente en el acta que elaboró el Concejo de La Villa.

Para mí, el cuento de Rufina se inventó mucho después para opacar la figura beligerante de don Segundo Villarreal, porque este era enemigo de Fábrega. La independencia de España no fue un acto glorioso, más bien penoso; y fue el resultado del abandono que hizo España del Istmo desde 1739, cuando se hizo la última feria de Portobelo en esta región; además, esta independencia fue porque España ya había perdido a México (1810), Centroamérica (1815) y todo el continente Sur (desde 1810); solo quedaban Panamá y Cuba, bajo el Gobierno español. Entonces surge la figura dudosa de José de Fábrega, quien al verse a la deriva, no encontró otro camino que abandonar la administración española y agregarse a la administración del Gobierno de la Gran Colombia dirigido por Simón Bolívar. En ese tiempo el Istmo era parte de la Gran Colombia. En realidad, estos sucesos históricos no son tan simples como lo expongo; pero me gustaría invitar a todos a que lean mi libro “Panamá y su historia, una visión diferente”.

La “independencia de Colombia”. Hasta en esto hay un error grandísimo, porque no existía en ese tiempo Colombia como país; sino una serie de departamentos (estados), que se denominaba “La Gran Colombia”, en el que estaba Panamá, Venezuela, Ecuador y lo que hoy conocemos como Colombia. Esta independencia es todavía más engañosa que la de España y la voy a simplificar así: el cuatro de noviembre de 1903, en los Estados Unidos de norte-América, un señor que fumaba un cigarro grande y usaba un sombrero de copa con un vestido de frac y quien era el presidente de esa nación, dijo, con la boca llena: “I took Panamá” (en español significa: “me tomé a Panamá”). Junto con él surge un caballero del cinismo llamado Phillip Bouneau Varilla.

Pienso que en las escuelas debieran ser sinceros los docentes y el Ministerio de Educación, y enseñarles a los estudiantes la verdad de estos acontecimientos, antes de que salgan a tocar tambores y esos arrebatos que suenan en los desfiles, que ya no son marchas, sino “reguetones”. Es probable que conociendo la verdad, tal vez tengamos más orgullo.

Abogado y docente.
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