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- 14/11/2021 00:00
La lucha civilista del patriota Carlos Iván Zuñiga Guardia
En artículos anteriores publicados, en 2020, por La Estrella de Panamá, la escritora Sydia Candanedo de Zúñiga recordaba a su esposo, Carlos Iván Zúñiga Guardia, en un aspecto muy particular, que se refería a su ímpetu para defender el nacionalismo y su amor por la patria. De que toda su existencia se mantuvo joven de espíritu, combatiendo la corrupción y el militarismo. Ahora rememora la segunda mitad de su vida, que inicia a sus 42 años de edad, cuando se vio obligado a dedicar su mayor empeño en la lucha por la democracia del país, pues esta había sufrido un duro revés a partir del 11 de octubre de 1968, con la indeseada irrupción de la dictadura en la vida nacional.
Durante la segunda parte del siglo XX se fomentaron desde Estados Unidos férreas dictaduras en América Latina, y Panamá no fue la excepción. Así que, mientras se daba, con la muerte de Franco, la “transición a la democracia” en España, en algunas naciones de nuestra América vivíamos lo contrario, teníamos una “transición a la dictadura”. Poco antes en Panamá tuvimos, lamentablemente, esa experiencia. En 1968 se perpetró el golpe a la “democracia formal” y se dio rienda suelta a la “dictadura real”. Panamá estuvo sometida al régimen represivo brutal propio de las dictaduras; sin embargo, los amigos de los cuarteles trataban de hacer ver al sistema como una dictadura, en este caso, únicamente formal, alegando que lo que existía con los militares en el poder era una democracia real, mas, los carcelazos, atropellos, exilios, desapariciones, asesinatos, etc., demostraban lo contrario.
Carlos Iván Zúñiga Guardia, que era un demócrata y acostumbraba moverse dentro de un sistema de libertades públicas, se encontró de repente obstaculizado. No era un líder de recintos, le gustaba el contacto con las masas, participar en las protestas populares y ejercer el derecho democrático a disentir. Así que en dictadura no había fórmulas tradicionales para expresarse o iniciar esa protesta directa, porque con los medios de comunicación silenciados y sin la internet actual, ni siquiera había manera de convocar al pueblo a manifestase. Fueron años en los que el civilismo de Carlos Iván Zúñiga Guardia actuaba en el clandestinaje y sólo con perseverancia e inteligencia lentamente se recuperarían las libertades. Paulatinamente, con el correr de los años de autoritarismo, algunas emisoras, como Radio Impacto, Radio 10, Radio Hogar y Radio Mundial, se convirtieron en unos de los pocos medios de comunicación que, como pequeños faros, se mantuvieron a la vanguardia contra las represiones, eran en realidad una de las pocas válvulas de escape, por así llamarlas, que tuvimos los opositores al régimen para poder expresarnos.
Como se sabe, la historia sobre los años de tiranía en Panamá los historiadores no la han escrito correctamente, sobre todo los primeros cuatro años de brutal represión. Por eso, mi esposo, Carlos Iván Zúñiga Guardia, en una ocasión dijo en un programa de televisión que en esa época oscurantista la dictadura descubrió el cobre en nuestro país, pero no en Petaquilla ni en cerro Colorado, sino en la epidermis de muchos panameños y los historiadores no estuvieron excluidos, ya que en su gran mayoría se dedicaron a dirigir sus loas a los dictadores o, al menos, a tratarlos con la actitud propia de los temerosos.
Desde la época del presidente Remón, a finales de los años cuarenta y principios del cincuenta del siglo pasado, un joven Carlos Iván Zúñiga se convirtió en vocero del civilismo democrático, lanza en ristre contra el militarismo, por ello a la edad de 42 años, al iniciarse el régimen militar de 1968 y tras sufrir un carcelazo de tres meses, en un país con los derechos individuales conculcados, con la eliminación de los partidos políticos y sin libertad de expresión, tuvo que renovar sus fuerzas y junto con otros civilistas, dedicarse a organizar grupos de estudio y actividades en asociaciones gremiales, como parte de una estrategia para combatir a la dictadura. Esa dictadura que lo tenía todo bajo su control. Durante esos años nos sentíamos cercados por el régimen, los derechos civiles estaban suspendidos, se eliminó la Asamblea Nacional y se gobernaba por decreto. En realidad, se vivía un estado de sitio permanente, en un país donde el temor era lo que imperaba. Ante la proscripción de los partidos políticos, los panameños se vieron obligados a utilizar los gremios como únicos medios para realizar sus precarias actividades políticas.
En los días de las elecciones para rector de la Universidad de Panamá, durante el mes de diciembre de 1968, recuerdo que participamos en una gran manifestación universitaria y gremialista, que fue brutalmente reprimida por la dictadura, frente al Hospital del Seguro Social de la vía Transístmica, en donde los gases lacrimógenos invadieron hasta los cuartos de los pacientes internados en ese nosocomio (la universidad fue cerrada y Carlos Iván estuvo alejado de su cátedra en la Facultad de Derecho, por más de una década). En los años sucesivos, manifestarnos se hizo cada vez más difícil, y no fue hasta años después, en 1971, con represión tras represión de por medio, a raíz del secuestro y asesinato por los militares del padre Héctor Gallegos, que de manera muy temerosa al fin, un numeroso grupo de panameños y asociaciones, protestamos pacíficamente sin ser disueltos, frente a la Iglesia del Carmen y, a pesar del apoyo de la Iglesia católica, se percibía en el ambiente el temor por las salvajes represiones acostumbradas. Sin embargo, el crimen del padre Gallegos quedó impune, así como han quedado hasta la fecha los de muchas víctimas de la dictadura.
Como expresé, durante los primeros cuatro años de esa dictadura se gobernaba por decreto y ordenanzas. El país se encontraba militarizado y avasallado. Solo los afectos y protegidos de los militares gozaban de una mal llamada libertad. Para ese tiempo fueron exiliados muchos de los que participaban en la lucha antimilitarista a través de los gremios, como ocurrió de manera infame con Alberto Quirós Guardia y otros civilistas que trataban de organizar honrosamente la lucha por la democracia. Esos mismos intentos de los gremios, durante todo el Gobierno militar, recibieron siempre el respaldo y participación destacada de Carlos Iván Zúñiga Guardia. Ejemplo de ello fueron el Movimiento de Abogados Independientes, el Movimiento Independiente Democrático (M.I.D.), el grandioso e histórico movimiento magisterial de 1979, la lucha de la combativa agrupación Coordinadora Civilista Nacional (C.O.C.I.N.A.) y finalmente la extraordinaria Cruzada Civilista Nacional, movimientos gremialistas que también tuvieron siempre el apoyo incondicional de Radio 10, emisora de la que era propietario, en aquellos años, mi esposo, Carlos Iván Zúñiga Guardia.
Muchos creen en el mundo la versión de la Leyenda Negra de nuestra Separación de Colombia y hasta afirman que, en el siglo XX, y aún a la fecha, no fuimos ni somos una nación del todo independiente, sino un protectorado de los Estados Unidos. Frente a esas opinions, mi esposo hacía una labor didáctica expresando siempre que Panamá estaba perfeccionando su independencia o que éramos un país que sostenía una lucha por su libertad, su soberanía y quienes nos criticaban deberían en cambio apoyarnos en esa lucha.
Así mismo, muchos panameños tienen la teoría de que el respaldo de los norteamericanos al Gobierno militar tenía su origen en el rechazo por parte de la Nación panameña del denominados Tratados 3 en 1, en 1967, y en la necesidad del Gobierno de los Estados Unidos de obtener un nuevo pacto canalero que se ajustara a su medida y además actualizara las relaciones internacionales imperantes que pretendían imponer en el mundo, ante la presión que ejercían los países en favor de unas mejores relaciones en el concierto de las naciones, proscribiendo la política del garrote y la flagrante imposición de la Doctrina Monroe en nuestros países. Para ellos, una razón válida y legítima para reemplazar el Tratado Hay-Bunau Varilla.
El hecho real es que ante este panorama comenzaron las negociaciones del Gobierno norteamericano con el ilegítimo Gobierno militar, inicialmente con lo que denominaron Los Ocho Puntos que la dictadura firmó con el nefasto Henry Kissinger. Después vinieron las supuestas negociaciones y finalmente, un mes antes del plebiscito para la aprobación o rechazo de los Tratados, se dio inicio a lo que Carlos Iván Zúñiga Guardia denominó el veranillo democrático. Ese veranillo democrático fue una exigencia de los norteamericanos para poder darle un viso de legalidad a la aprobación de los tratados.
La labor de Carlos Iván y el Movimiento de Abogados Independientes, fue extraordinaria en divulgar los defectos de esos tratados que le daban innecesariamente a Estados Unidos algunas concesiones y postergaban la entrega de las áreas canaleres hasta 23 años después de la firma del acuerdo. Además, Carlos Iván aprovechó cada tribuna que durante ese mes se le daba, para denunciar a la dictadura y lo anacrónico del sistema de corrupción en que vivía el país. Fue una lucha de David contra Goliat, ya que, lamentablemente, se desinformaba constantemente cada denuncia que mi esposo hacía ante la opinión pública y principalmente en recintos y salas como el Ateneo de Ciencias y Artes, que al fin podían abrir sus puertas para estos eventos, donde realizó memorables intervenciones. Una de ellas fue la primera que la dictadura permitió que fuera trasmitida en vivo por televisión, después de muchos de años de censura institucional, en donde dejó al desnudo la clase de dictadura que nos gobernaba.
Finalmente, después del plebiscito, el Gobierno military, a través de su “Líder Máximo”, aceptó que el Tratado nos colocaba bajo el paraguas del Pentágono norteamericano y tácitamente dio la razón a algunas de las críticas que se le hicieron a los mismo; sin embargo, ya el Tratado había sido aprobado y luego aceptado por el régimen con todas sus enmiendas.
Posteriormente en el país, el veranillo democrático fue menguando, pero esa apertura fue aprovechada por Carlos Iván Zúñiga para mantenerse en la palestra denunciando, a través de la radio y los medios de comunicación que se lo permitían, todas las tropelías que cometía la dictadura. La estructura dictatorial ya era un sistema organizado y, como una aplanadora, manejaba la televisión y el presupuesto nacional a su favor. Las voces disidentes eran minoritarias y con la enorme y orquestada campaña publicitaria del Gobierno, mi esposo no podía pasar más allá de la denuncia permanente cada vez que se le daba una tribuna.
Así, el veranillo democrático se convirtió en una pequeña apertura en la que los civilistas pudieron al fin utilizar algunas herramientas democráticas para ir armando un bloque opositor más organizado contra el régimen dictatorial y Carlos Iván Zúñiga se mantuvo como el vocero de la oposición democrática y civilista panameña, ya que de hecho siempre lo fue. De ahí en adelante, con la pequeña apertura que se dio, mi esposo pudo volver a su profesorado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Panamá, donde pudo al fin actuar con libertad de cátedra y con el paulatino regreso al país de los exiliados políticos, se inició un período que algunos denominaron eufemísticamente la “época de la dictablanda”, pero que en el fondo no era más que una frase retórica por la que pasan todas las dictaduras, que utilizan las leves aperturas como maquiavélicas artimañas del poder.
Con la aprobación de los Tratados del Canal de 1977, la dictadura militar pareció consolidarse aún más en el poder, ya que también el pacto canalero tenía subyacente un pacto militar con los Estados Unidos. La propaganda continental en favor de la dictadura y sus más altos representantes elevaron a tal punto las mentiras, que nada hacía presagiar que esa dictadura monolítica tendría sus fisuras. Sin embargo, todo cambió en 1981 con la muerte inesperada del general Torrijos, en accidente aéreo que todavía se investiga y cuyos pormenores parecen mantenerse en el anonimato, como ocurrió, igualmente, con las desapariciones de muchos panameños víctimas de la dictadura.
La aparente apertura política, originada con el mencionado veranillo democrático, nos permitía ciertas libertades ciudadanas, entre las que estaba el inicio de la inscripción de los partidos políticos y la promesa de los personeros del Gobierno de convocar a unas elecciones libres para el año 1984.
Dadas así las cosas, en el año 1983 el país fue sometido por los militares a unas reformas constitucionales, con el fin de maquillar la Constitución de 1972, con miras a esas elecciones de 1984. Entretanto, Carlos Iván Zúñiga Guardia se dedicó a realizar una labor didáctica en favor de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, posición que se basaba principalmente en el estudio realizado en conjunto con Antonio Sucre, llamado El Fraude Esta En El Sistema, para demostrar que cualquier elección en la que participara la oposición, como él afirmaba, nos llevaría al matadero del fraude, por lo que primero había que democratizar al país, convocando a una constituyente originaria y después ir a una elecciones democráticas. No obstante, muchos supuestos opositores no quisieron y aún todavía no quieren entender el mensaje de Carlos Iván y se resisten a aceptar el error cometido al apoyar esas reformas constitucionales que lo que hicieron fue abortar un movimiento democratizador natural que tomaba fuerza por el desgaste del sistema dictatorial.
Para las elecciones de 1984 se presentaron principalmente como candidatos a la Presidencia de la República, Arnulfo Arias Madrid, que consolidó un bloque que aglutinaba a los partidos tradicionales que se habían vuelto a inscribir en dictadura, por otro lado los partidos del Gobierno, que abanderaron la candidatura del oficialista Ardito Barletta, ungido de los militares y sobre todo de la banca internacional, Carlos Iván Zúñiga Guardia, quien representaba las nuevas fuerzas civilistas, apoyado solo por el Partido Acción Popular (P.AP.O.) y un cuarto candidato, el general Rubén D. Paredes, apoyado por una alianza presidida por el Partido Nacionalista Popular, candidato que había comandado a la dictadura hasta su retiro para participar en la contienda, pero que, lamentablemente, para él, sólo contó con el respaldo de la dictadura hasta la víspera de la definitiva postulación de Ardito Barletta como candidato oficialista.
Carlos Iván Zúñiga Guardia, seguro de que todo lo que estaba ocurriendo era un sainete preparado por los estrategas del sistema dictatorial, utilizó su candidatura para promover la constituyente democratizadora y denunciar el fraude que se avecinaba y que en su miopía política los demás opositores a la dictadura se negaban a aceptar. En diciembre de 1983, dio inicio a su campaña política para las elecciones de mayo del siguiente año con la consigna de la constituyente como meta final.
La campaña electoral fue muy intensa, tanto que aún recuerdo cada detalle de la misma. No obstante, destacaré sólo superficialmente algunos momentos de la misma. Como esposa, lo acompañé a todos los actos que realizamos en cada provincia, distrito, corregimiento y barrio del país, recibiendo, por lo general, un trato respetuoso en mítines, manifestaciones y concentraciones en donde en realidad lo que pretendíamos no era alzarnos con el poder, sino más bien dar un mensaje positivo para enrumbar los destinos del país por senderos democráticos. He de destacar su intervención en un foro Universitario, ya que fue un día especial, porque marcaba el retorno a su alma mater.
Al final, las elecciones resultaron para el Gobierno militar un rompedero de cabeza, ya que, hasta en las urnas donde votaban mayoritariamente los miembros de la policía, salieron derrotados. Carlos Iván Zúñiga Guardia, en base a la información recibida, reconoció de inmediato el triunfo de Arnulfo Arias Madrid; sin embargo, semanas después de cerradas las urnas, ante la imposición a sangre y fuego del candidato de los militares, la dictadura una vez más se burló de la voluntad popular.
Repasando la historia panameña durante la etapa de la dictadura militar, contrario a lo que se podría pensar, el movimiento civilista panameño ya tenía muchas décadas de vigencia, cuando en la Cámara de Comercio se inició la Cruzada Civilista Nacional de 1987. El movimiento civilista siempre existió en el subconsciente colectivo de nuestro país cuando apelaba a sus ideales. Los antecedentes más inmediatos a la organización de la Cruzada, fueron la Coordinadora Civilista Nacional (C.O.C.I.N.A.) y las grandes manifestaciones que se suscitaron con motivo del asesinato de Hugo Spadafora por la dictadura militar.
Es interesante observar que poco antes de la formación de la Cruzada Civilista, el régimen arreció su política de mano dura y secuestró a Mauro Zúñiga, sobrino de Carlos Iván y dirigente conspicuo de C.O.C.I.N.A. Mauro tuvo la fortuna de que durante esos aciagos días y en la hora en que fue secuestrado, Radio Mundial transmitía el programa La Voz del PAPO y, en cadena nacional con otras emisoras, Carlos Iván Zúñiga Guardia emplazó al Gobierno haciéndolo responsable de la seguridad personal de Mauro. Esa rápida movilización hizo que cesara dicho secuestro. Meses después, Hugo Spadafora no corrió con la misma suerte que Mauro. A Carlos Iván, el padre de Spadafora le avisó del secuestro de su hijo. Mi esposo lo puso de inmediato en contacto con el diario La Prensa, que dio la noticia y también se denunció el hecho en Radio Mundial, pero todo fue en vano, ya el crimen se había consumado. Este abominable acontecimiento indignó a la población, que multitudinariamente se volcó a las calles en protesta contra el régimen.
Sin embargo, la gota que rebasó la copa, y colmó la paciencia de los panameños, se dio un año y medio después, cuando en 1987 el coronel Díaz Herrera fue retirado por la cúpula militar y este, como represalia, realizó una declaración pública, confirmando la corrupción que cundía en el Gobierno del que hasta ese momento había sido parte y sobre todo cuando confirmó que en las elecciones de 1984 se había cometido un descomunal fraude electoral contra Arnulfo Arias Madrid, que realmente fue el ganador de la contienda electoral sobre Ardito Barletta, con un triunfo aplastante y que al Partido Acción Popular le habían quitado miles de votos: “Al PAPO nos lo llevamos de calle”, fue su expresión.
Realizadas las denuncias de Díaz Herrera, mi esposo se fue a la mañana siguiente a Radio Mundial y, en un vibrante discurso, convocó a las fuerzas vivas del país para repudiar una vez más a la dictadura, solo que esta vez no fue como las anteriores, la respuesta desbordada de la población no se hizo esperar. Su petición de que la ciudadanía se manifestara pacíficamente desde sus automóviles sonando las bocinas, desde sus casas sonado sus cacerolas y los peatones, agitando sus pañuelos blancos fue atendida de inmediato y se repetiría a las 12 meridiano y a las 6 de la tarde, cada día. Así surgió la Cruzada Civilista Nacional ante el éxito de la convocatoria de Carlos Iván, adoptando la consigna de las tres p: “Pito, paila y pañuelo”. Lo que el régimen contestaría posteriormente, en forma cínica, con su propia consigna de las tres p: “Para los amigos plata, para los indecisos, palo y para nuestros enemigos, el panteón”. Las manifestaciones se convocaron en forma permanente y la crisis institucional se agudizó de tal manera, que las protestas dieron la vuelta al mundo en los noticieros internacionales. La dictadura estaba herida de muerte, solo que no se sabía cuánto tiempo durarían sus estertores ni cuántos coletazos daría en su agonía.
El panameño ávido de Libertad, se tomó las calles, bajo un liderazgo colectivo coordinado por la Cruzada Civilista Nacional y Carlos Iván Zúñiga Guardia se sintió nuevamente como aquel dirigente estudiantil institutor que salía a protestar por las calles de la patria. Lo podíamos ver en calle 50 agitando su pañuelo blanco, en la vía España, en las concentraciones convocadas frente a la iglesia del Carmen o en la vía Argentina, bastión de Radio Mundial y Radio Diez, a donde un día llegaron los paramilitares, reventaron las instalaciones y cerraron sus transmisiones, cuando mi esposo fue secuestrado y luego abandonado en un barrio marginal de la ciudad, golpeado, pero con su espíritu lleno de deseos de seguir luchando por la Libertad, como hacían muchos panameños dispuestos a morir por sus ideales.
Carlos Iván Zúñiga Guardia era consciente de que la lucha Civilista Nacional no tenía dueños, que era un movimiento que estaba bajo la consigna de que en la lucha por la democracia todos los antimilitaristas debíamos estar unidos, pero en la lucha por el poder, sería distinto y cada “oveja (iría) con su pareja”. Algunos miembros de la Cámara de Comercio no entendieron el mensaje y pensaron que de la lucha civilista saldrían con cabezas coronadas, apropiándose de las banderas del civilismo panameño. Con la caída de la dictadura quedó demostrado que el civilismo no tenía dueños y que en la lucha por el poder todo sería distinto. Aun así, todavía hoy algunos voceros de la Cruzada Civilista, cuando hacen alusión a ese periodo, no acaban de entender que los movimientos populares rebasan a sus dirigencias, pues la lucha de un pueblo por sus libertades se basa en la pureza de los ideales y no en los intereses personales.
El movimiento civilista tampoco fue comprendido por la dictadura, que, de manera obstinada, no quiso llegar a una salida honrosa y democratizadora. Por eso, lamentablemente, obligaron a la ciudadanía a tener que pasar por las nuevamente fraudulentas elecciones en 1989, lo que a la postre derivó en lo que, para nuestro país, fue el desastre de la invasión norteamericana. Todo ello lo advertía Carlos Iván Zúñiga Guardia en sus programas radiales, sin embargo, su idealismo patriótico siempre fue ignorado por las fuerzas de uno y otro bando.
Terminada la dictadura military, Carlos Iván Zúñiga Guardia, fiel a sus convicciones, no aceptó ningún cargo público en el nuevo Gobierno y prosiguió con sus programas radiales en Radio Mundial, cuestionando los hechos políticos y tratando de orientar a la opinión pública, no por afición al periodismo radial ni por vanagloriarse, ya que pude entender al fin que sus programas, como me dijera en una ocasión, tenían el único interés de contribuir en algo para que la situación de la ciudadanía y del país no fuera peor de lo que ya era. Ahora entiendo que su lucha no era quijotesca ni mucho menos, su lucha patriótica era para que las cosas simplemente no estuvieran peor. Como buen civilista y patriota cuestionaba la invasión norteamericana, criticaba lo que él llamó el triunvirato o el nuevo Gobierno, interpretado a tres manos por la Alianza Ado-Civilista gobernante. Se mantuvo al margen del poder, pero tampoco era su interés socavar al nuevo Gobierno, sino continuar con las consignas democratizantes entre las que se destacaba la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente y exigiendo a las nuevas autoridades, cambios estructurales.
Estando frente a ese panorama, fue abordado por un grupo de profesores de la Universidad de Panamá, que lo veía como catedrático de la Facultad de Derecho y líder político probo, el candidato ideal para ser el abanderado del movimiento democratizador de la Universidad de Panamá. Así surgió su candidatura para las elecciones universitarias de 1991, postulación que aceptó responsablemente, con miras a desarrollar muchos programas que estaban pendientes en nuestra primera casa de estudio. Fue una candidatura para hacer justicia a su trayectoria, una reivindicación al fraude del que había sido víctima en el año 1968, cuando fue candidato a rector por primera vez, a sus 42 años de edad.Al igual que la ocasión en que fue candidato a presidente de la República en 1984.Me honro en manifestar que estuve a su lado durante toda la campaña electoral a rector y presidí humildemente el frente femenino de su candidatura.
Su triunfo como rector de la Universidad fue la culminación, en parte, de muchos de los anhelos de Carlos Iván a nivel nacional. La Rectoría, aparte de constituir un mundo de realizaciones, fue a la vez propicia para que entendiéramos de cómo el país había sido penetrado en toda su columna vertebral por la corrupción de tantos años de enquistamiento en el poder de un Gobierno autoritario que manejaba el presupuesto a su antojo, sin la seriedad que exigían los tiempos en la educación panameña.
La labor de Carlos Iván Zúñiga Guardia en la Colina Universitaria tuvo entre sus nortes la austeridad y el control del gasto. Destinando los fondos universitarios hacia las inversiones en infraestructuras y en la capacitación de los profesores y administrativos. Así mismo llegó al extremo de renunciar a privilegios y a parte de su salario como rector.
Su labor fue infatigable, dedicando de forma tesonera horas extras a la Universidad, para adecentarla y modernizarla, lo que le obligó a trabajar sin descanso durante los tres años continuos de su periodo rectoral. Entre algunos de sus aportes a la administración universitaria, podemos mencionar la iniciativa de convertir el Centro Regional Universitario de Chiriquí en Universidad Autónoma (Unachi), propuesta que había realizado en 1967, cuando fue diputado. Dio las bases para la creación de la Extensión Universitaria del Barú y el Centro Regional Universitario de San Miguelito; elevó a categoría de Centro Regional a la Extensión de La Chorrera, dotándola de edificios propios; creó la Facultad de Bellas Artes, realizó concursos de cátedra; fundó el Instituto del Canal, la Orquesta de Cámara de la Universidad de Panamá e instauró el Premio Universidad, entre varias de sus obras. Edificó ciento treinta y cuatro infraestructuras y se establecieron al menos veinte maestrías. Su incansable labor le mereció el título de Rector Magnífico, según acuerdo del Consejo Académico de la Universidad de Panamá. Durante su rectoría también se creó una comisión que realizó un proyecto de Carta Magna como base para la posible convocatoria a una futura Asamblea Nacional Constituyente.
En la Universidad de Panamá, Carlos Iván como rector magnífico, demostró que el civilismo no es un antimilitarismo, como lo podíamos interpretan en la época dictatorial, ahora el civilismo lo podíamos ver como lo entendió siempre mi esposo, un régimen sometido a Derecho y respetuoso de las libertades, un movimiento a favor de esa clase de Gobiernos, convencido de que el civilismo y el patriotismo se demuestran en el servicio que se da a los demás al ocupar un cargo público, sobre todo cuando es un cargo de la importancia como el de rector de nuestra amada Universidad de Panamá.
Al terminar la rectoría, Carlos Iván cumplió con sus promesas y en especial su promesa de no ir a la reelección. Sin embargo, su labor fue tan trascendente, que, como dijera uno de sus principales colaboradores como vicerrector: “la rectoría del doctor Zúñiga, realizó la labor de tres administraciones en un solo período”.
A sus 68 años, aún relativamente joven, Carlos Iván Zúñiga Guardia tomó la decisión de retirarse a la vida privada, se fue de licencia como profesor y se apartó de la militancia política. Y finalmente, antes que le aplicaran la denominada Ley Faundes, decidió en fecha posterior, renunciar a su cátedra.
Al retirarse de la Universidad de Panamá, continuó por un tiempo activo como conferencista en clubes cívicos y universidades chiricanas, en especial la Universidad Autónoma de Chiriquí, instruyendo a los estudiantes chiricanos en las materias de las Ciencias políticas, el Derecho Laboral, Penal e Internacional. Posteriormente, la Unachi le otorgó el título de Doctor Honoris Causa, por sus indudables aportes a la nacionalidad panameña.
Carlos Iván, en su retiro, se dedicó a escribir artículos principalmente de análisis, para revistas y periódicos y mantuvo una columna sabatina por muchos años en el diario La Prensa, las cuales se han reeditado en La Decana, La Estrella de Panamá. También fue orador en múltiples eventos, como cuando fue invitado en una ocasión a la Asamblea Nacional para desarrollar el tema de la Consolidación Histórica de la Nación Panameña.
Durante sus últimos años de vida, fue prestigiado con nombramientos como miembro de la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya, presidente de la Comisión Anticorrupción, abanderado del Centenario de la República, en reconocimiento a su civilismo y, sobre todo, a su patriotismo y amor a su país.
Este 14 de noviembre, se conmemoran 13 años de su desaparición física y nos llena de satisfacción expresar que sus ideas se mantienen aún vigentes, para orgullo de todos los panameños que amamos esta pequeña, pero a la vez inmensamente bella patria panameña.
Doctora en Educación y excatedrática de la UP.