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El falso proceso de consulta sobre la seguridad social que se ha desarrollado en la presidencia es el escenario en el que el Conep y la Cámara de Comercio han vuelto a presentar su propuesta sobre el sistema de pensiones del país. La misma se publicó primero como una parte del documento titulado Panamá Visión País 2050 Actualizada (2024), en el que la oligarquía local propone transformar el país a su imagen y semejanza. Ahora aparece nuevamente en un nuevo documento presentado a la presidencia bajo el título Los Tres Pilares (19 de septiembre, 2024).
El llamado sistema de pilares, que contiene un muy magro componente de pensiones no contributivas, un modelo de cuentas individuales y un componente de contribuciones privadas adicional, no es una innovación de la oligarquía local. Ésta se encuentra muy lejos del modelo del empresario innovador de la teoría de Joseph A. Schumpeter. De hecho, se trata de una visión que teóricamente fue desarrollada por el FMI en su libro Envejecimiento Sin Crisis (1994). En su forma operativa, las cuentas individuales fueron impuestas por primera vez por la sanguinaria dictadura de Augusto Pinochet.
El primer pilar de la propuesta del Conep se trata simplemente del programa de B/. 120.00 a los 65, el cual se intenta pasar engañosamente como un notable componente solidario. Para comenzar, es un monto totalmente insuficiente, el cual alcanzaría apenas a cerca del 35.3% del valor de la Canasta Básica Alimenticia para los distritos de Panamá y San Miguelito, según la última publicación del MEF. En el caso del resto del país, éste indicador alcanzaría a 38.3%. Además, se propone una suma fija que la inflación deterioraría en el tiempo.
A lo anterior se debe agregar que, según el Conep, este pilar debería seguir siendo financiado por el presupuesto público. Teniendo en cuenta que el sector privado evade y elude impuesto por la impresionante suma de más de B/.7,800.0 millones anuales, la propuesta en realidad significa que el costo de este programa recaería sobre los impuestos de los sectores medios y los trabajadores. De hecho, se trata de una visión en que la oligarquía local no está dispuesta ni siquiera a una muy limitada redistribución de sus ingresos.
El segundo pilar de la propuesta del Conep es el de las cuentas puras, obligatorias para todos los trabajadores asalariados. En este caso se trasladarían a cuentas individuales a todas las mujeres menores de 45 años y todos los hombres menores de 50 años que quedan en el modelo solidario. Además, se eliminaría el pequeño componente solidario del subsistema mixto, determinando también que todo nuevo asegurado deberá ser incluido en el sistema de cuentas individuales puro.
Es importante señalar que, a diferencia de los llamados modelos de beneficio definido, en los sistemas de cuentas individuales todos los riesgos son precisamente individuales. Por ejemplo, una caída de los valores financieros en que están invertidos los fondos de pensión significan una pérdida para el asegurado. Las administradoras de los fondos de pensión (AFP), simplemente cobran por administrar, independientemente de si existen pérdidas o ganancias.
Por otro lado, como es conocido, las pensiones en el modelo de cuentas individuales son realmente de miseria. Por ejemplo, según un reciente informe de la Fundación Sol, en Chile, el 85,0% de las pensiones pagadas por la AFP y los seguros son inferiores al salario mínimo. Estas pensiones en promedio solo alcanzan al 27,7% de los últimos salarios de los trabajadores. En Panamá, de acuerdo con proyecciones del FMI, una persona que en el 2050 se jubile en el sistema donde dominan las cuentas individuales, obtendrá una pensión de apenas un poco más del 20,0% de su salario previo a su retiro.
Las ganancias de la AFP privadas son enormes. Según la Fundación Sol en Chile las mismas alcanzan hasta el 19,02% anual de su patrimonio. Por esto el Conep en su propuesta insiste en la posibilidad de un manejo privado de las cuentas individuales.
El tercer pilar es un ahorro privado voluntario, en el que el empleador estaría comprometido a equiparar las aportaciones del trabajo. Es obvio que la mayoría de los trabajadores tendrán ingresos insuficientes, sobre todo si se elevan las cuotas obligatorias, como para poder participar en este pilar. Se trata de simple demagogia, sobre todo si se tiene en cuenta, como lo destacan Peter A. Diamond (Premio Nobel de Economía 2010) y Peter Orszag, en su libro Saving Social Security (2004), que a final de cuentas toda la cuota la paga el trabajador, ya que el empleador la deduce previamente del salario que ofrece al mismo (p. 24).
Estamos frente a una propuesta sesgada en favor de los intereses del capital financiero que debe ser rechazada.