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- 17/12/2024 18:26
La mascota también muerde
Las noticias de los últimos días dan cuenta de un penoso incidente en que una niña fue víctima de la furia de dos perros que la mordieron hasta ocasionar su muerte, pese a estar los animales atados. Esto fue en una comunidad vecina a la urbe capitalina y -esperamos estar equivocados- será uno de los primeros casos de mordeduras de mascotas porque no existen ni disposiciones ni medidas para contener a estas especies domésticas en el país.
Es antiquísima la costumbre de tener mascotas en casa. Su nombre se deriva del francés “mascotte”, que se refiere a los animales que acompañan a los seres humanos y conviven con estos; es decir, viven en el hogar. Se tiene referencia que hacia el año 9.000 antes de nuestra era, ya los individuos domesticaban a algunos animales para que los acompañaran en las tareas caseras y en actividades como la cacería, pesca, paseos y ciertos oficios.
Los últimos años han marcado ciertas etapas en Panamá en cuanto a la relación de las mascotas, específicamente, los perros, su estatus en la realidad hogareña y en los círculos vecinales. Ante maltratos y violencia contra estos mamíferos, algunos sectores de la sociedad civil se ocuparon de que se regulara el tratamiento que deberían recibir y, en efecto se aprobó una ley, la 70 del 2012, que luego fue modificada por la 133 del 17 de marzo de 2020.
Las disposiciones establecen medidas sobre el bienestar de las mascotas y previenen, erradican y sancionan los maltratos, abandono y actos de crueldad en contra de ellas. Además, existen ciertas disposiciones sobre los temas de salud y resoluciones que consideran, por ejemplo, la cantidad de unidades en cada hogar y también sobre que su “...ingreso o permanencia en cualquier lugar, se sujetará a la reglamentación de los lugares públicos, abiertos al público o edificaciones públicas”.
Es precisamente aquí donde empiezan los problemas vinculados a las relaciones entre tales animales, especialmente los perros y las personas que no son sus dueños. La norma ha sido lo suficientemente laxa y poco estricta. Esto crea contrariedades sobre la manera en que se deben desenvolver los amos de mascotas en las calles, en las aceras, en los centros comerciales, en los negocios y hasta en la playa.
Como anécdota, hace algunas semanas, en un importante centro comercial de la ciudad, dos jóvenes damas conversaban animadamente en uno de los pasillos centrales. Una, sostenía un perro atado, que jugueteaba. De pronto, el animal defecó en el lugar sin que la dueña lo notara, pues dialogaba con la amiga. Un celador vio la escena y miró para otro lado; otra persona, que por allí pasaba, les hizo saber lo que ocurría y ellas al notarlo, no supieron qué hacer.
Otro día, en otro sitio del mismo establecimiento, un perro que solía estar acostado a la entrada de un salón de belleza, se alteró y salió en fuga hacia un punto donde alguien pasaba con dos animales y allí todos ellos escenificaron una fiesta de ladridos, que no pudieron ser evitados por las dueñas, ante el asombro y temor de los clientes que caminaban por esos pasajes comerciales.
La tenencia de mascotas encierra ciertas responsabilidades, que, por lo general, las autoridades locales olvidan y que son el origen de disputas vecinales. En un edificio donde un dueño de tales cuadrúpedos se enfrentaba al resto de los inquilinos, él llegó a expresar: “¿por qué se mudan aquí, si saben que yo tengo perros?”. También hay medidas sanitarias que a menudo se olvidan, como recoger los excrementos de dichos animales por doquier.
Regular la materia bajo el concepto de que se debe proteger a estas especies y olvidar la responsabilidad de los dueños frente a otros que no tienen animales, es absurdo y origina muchos conflictos que pudieran evitarse con un ordenamiento racional.