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Intervención de Juan Cristóbal Zúñiga en la presentación de la obra de Julio E. Linares

La obra se denomina “El siglo XX a la vista de Julio E. Linares”, testimonio histórico de una nacionalista panameño

La obra titulada “El siglo XX a la vista de Julio E. Linares, testimonio histórico de un nacionalista panameño”, escrito por Julio Linares Franco tiene una dedicatoria a la que me sumo con toda certeza. Dice así: “agradezco y dedico a quien a través de sus frases y hechos reconstruyó la democracia, profesó la cátedra, elevó la política y ejerció el nacionalismo”.

Consta la obra de 10 capítulos y ellos recogen los antecedentes de Julio E. Linares, su familia, su formación, el ejercicio de la cátedra universitaria incluyendo su servicio como decano interino de la Facultad de Derecho, su participación en la siembra de banderas de 1959, su protagonismo en la Asamblea como diputado y sus discursos más relevantes; su aporte en la creación de la cátedra de Relaciones de Panamá y Estados Unidos, su desempeño en el Ministerio de Hacienda y Tesoro y su presencia el 9 de enero de 1964, fecha histórica del nacionalismo panameño, como parte del gabinete del presidente de la dignidad, Roberto Francisco Chiari. Además, da a conocer su posición ante los proyectos de tratado de 1967 y la Declaración Conjunta Tack-Kissinger de 1974.

Otros aspectos que abarcan los capítulos de esta importante obra, la cual debe ser leída por todo panameño interesado en la historia, en la política y en el derecho, es su posición ante el golpe de Estado de 1968, como atentado contra la democracia y el proceso vivido en ese período hasta la culminación de los Tratados Torrijos-Carter, en 1977.

Linares Franco analiza en detalle el libro de Julio E. Linares sobre el Tratado concerniente a la neutralidad permanente y funcionamiento del de Panamá, y las incidencias políticas que vivió Panamá desde la firma de los tratados hasta el fraude electoral de 1984. También estudia la crisis nacional después de dicho fraude y presenta detalles relevantes del asesinato de Hugo Spadafora Franco, en 1985. El desarrollo de la lucha civilista hasta la declaratoria de guerra de Noriega a los Estados Unidos en 1989, son parte integral de uno de los capítulos finales de la obra.

El libro plasma los hechos sobresalientes de la invasión de 1989 y el papel extraordinario que, desde la Cancillería panameña, realizó el doctor Julio E. Linares para salvaguardar nuestra dignidad nacional.

Antes de revisar las secciones que recogen el pensamiento del Dr. Linares, deseo expresar algunos detalles relacionados con su formación. Desciende de familias de honda raigambre nacional, los Linares de Obaldía y los Gutiérrez Chiari. Fue forjado en el Colegio de La Salle, donde se le inculca disciplina y se fortalece su espíritu cristiano. Allí desarrolla vínculos de amistad con distinguidas familias de la capital; a nuestro juicio influye en él, el entorno patriótico de la juventud nacionalista de la generación del 47. Admirador de don Justo Arosemena, Octavio Méndez Pereira, Eusebio A. Morales, es bolivariano convencido y discípulo de talentosos juristas como Alfaro, Benedetti, Moscote, Arroyo, Castillero, Garay y Quintero. Logra descollar en sus estudios de postgrado, obteniendo su doctorado en España y así como estudios de especialización en Roma, donde se gana el reconocimiento del famoso jusnaturalista italiano Giorgio Del Vechio.

A través de su vida, expuesta en esta obra, fue un lúcido representante de una generación de panameños formados en valores nacionalistas que Linares transmitía con orgullo. En 1960 en homenaje al gran maestro de la juventud Méndez Pereira, expresó que para él, “El honor de nuestra patria, la dignidad de nuestro pueblo, acompañados del trabajo y la honradez, valían más, pero mucho más que todos los beneficios económicos que podríamos obtener y por ello es que lo que consideraba como lo más hermoso, como lo más justo, como lo más idealista y lo más de acuerdo con nuestra tesis y nuestros sentimientos, que flameara orgullosa en la Zona del Canal el pabellón de las dos estrellas.

En 1975, 15 años después del mencionado discurso mantenía su posición nacionalista vertical, fundada en los valores arraigados en su pensamiento inteligente, al sostener que “la grandeza de un pueblo también se mide, y muy principalmente, por sus creencias y por sus sentimientos”. Según Linares Franco, nunca consideró al nacionalismo como una doctrina de odio o de animadversión hacia los Estados Unidos de América o de algún otro país. Para él, nuestro nacionalismo era sencillamente el más puro y noble sentimiento que debe conducirnos al conocimiento de nuestros auténticos valores, a la superación espiritual y material de la nación panameña y a la reivindicación de nuestros derechos jurisdiccionales en la zona del Canal, y así lo expresó en la Asamblea Nacional el 29 de noviembre de 1962, ante la visita de congresistas norteamericanos.

Para que el sentimiento nacionalista arraigara en las nuevas generaciones panameñas, el doctor Linares propuso la Ley que crea la cátedra de las Relaciones de Panamá con los Estados Unidos y que actualmente, por razones absurdas, explicadas en la obra, no es una materia de estudio obligatoria.

Además de ministro de Hacienda y Tesoro, Linares fue miembro principal del Consejo de Relaciones Exteriores en 1964, cuando se elaboró la declaración Moreno-Bunker que da inicio a las negociaciones canaleras. Le tocó “acompañar al presidente de la dignidad en los episodios más dramáticos de la convulsionada lucha por la recuperación canalera, a saber, los trágicos y sangrientos sucesos del 9 de enero de 1964”.

Posteriormente, el Dr. Linares rechazó los anteproyectos de tratados de 1967, en las dos comisiones de estudios en las que participó: en la comisión de la Universidad de Panamá y en la del Colegio Nacional de Abogados. La posición nacionalista prevaleció en 1967 y el 14 de diciembre de dicho año, la asamblea nacional aprobó, por unanimidad una resolución propuesta por el diputado Carlos Iván Zúñiga indicando que reitera “sus propósitos históricos de lograr la abrogación cierta y total de los tratados existentes entre Panamá y Estados Unidos y formula sus deseos de que el gobierno próximo logre negociar un nuevo tratado fundado en los principios y aspiraciones del pueblo panameño, expresados en enero de 1964”.

Linares Franco estudia el golpe de Estado de 1968, así como los vínculos de los golpistas con los servicios de inteligencia de los Estados Unidos y la gran dependencia que económicamente tenía el régimen militar de los fondos suministrados por este país. En un punto especial trata el tema de la violación de los derechos humanos y dice “la dictadura militar de Omar Torrijos Herrera no estuvo exenta de muertes, desapariciones, exilios o cualquier tipo de violación a los derechos humanos. Incluso la persecución y presión económica o financiera contra los opositores”. Y como muestra un botón: mediante la circular número 20 del 12 de septiembre de 1974, el ministro de Relaciones Exteriores de la dictadura, Juan Antonio Tack, envió a todos los cónsules panameños la siguiente instrucción: “a partir de la fecha, queda terminantemente prohibido realizar cualquier tipo de actividad o gestiones de cualquier naturaleza que sea con la firma de Abogados Tapia y Linares. El funcionario que no cumpla con la anterior instrucción será destituido de su cargo”. La medida, a todas luces arbitraria, pudo ser consecuencia de la oposición del Dr. Linares a la declaración Tack-Kissinger, declaración que fue rechazada desde una posición nacionalista, en plena dictadura, por los juristas Mario Galindo, Julio E. Linares, Miguel J. Moreno, Carlos Bolívar Pedreschi y Carlos Iván Zúñiga. Entre otras razones, los juristas expresaron “Los mártires de enero no murieron para asegurarle al gobierno que los inmoló su derecho a ensanchar el actual canal ni su derecho asegurarse el nuevo canal ni, menos, para legalizar en territorio panameño las bases que cegaron sus vidas heroicas”.

Así mismo, el Dr. Linares rechazó la aprobación del Tratado de Montería, no sólo por reconocer a Colombia los beneficios que le otorgaba el Tratado Thomson-Urrutia, sino por haberlos extendido a perpetuidad, de la misma manera que la dictadura permitió la perpetuidad a Estados Unidos en el Tratado de Neutralidad y la cesión de las parcelas para el Cementerio de Corozal.

En la obra de Linares Franco se explica en detalle por qué quedó “plenamente demostrado que no se puede afirmar que el pueblo panameño votó a favor de los Tratados Torrijos Carter”. También analiza los argumentos para rechazar cada una de las reservas, enmiendas, entendimientos y condiciones incorporadas por Estados Unidos, así como, la aptitud legal de Panamá para dar por terminado el Tratado de Neutralidad. Por razón de lo expuesto, el Dr. Linares se opuso a que se promoviera la adhesión de otros países al Tratado de Neutralidad. Señaló que resulta inexplicable que sea precisamente nuestro gobierno el que se haya impuesto la misión de realizar una campaña proselitista a nivel internacional en pro del Tratado de Neutralidad. En efecto, el gobierno panameño no pierde oportunidad para instar a países amigos a adherirse al protocolo de dicho tratado, cuando el mayor perjuicio que esos países nos podrían ocasionar es, seguramente, esa adhesión, por cuanto ella en cierto modo convalida disposiciones que han sido repudiadas por todo panameño con sentido de patria”. De allí que, siendo ministro de Relaciones Exteriores, el Dr. Julio Linares, de manera consecuente, jamás pidió una adhesión al Tratado de Neutralidad. Esa política fue continuada durante el período 1999-2004.

El Dr. Linares fue promotor de la inclusión del artículo 4° de la Constitución en las reformas de 1983, el cual establece que la República de Panamá acata las normas del Derecho Internacional. Con dicha redacción se reinstauraba lo que aparecía en la Constitución de 1946. A la luz del artículo 4°, el Estado panameño no puede desconocer un tratado que ha sido aprobado por nuestro país, utilizando como argumento que se debe acatar una norma interna. El respeto al Derecho Internacional Público es fundamental para que el Estado panameño sea visto como responsable en el cumplimiento de sus acuerdos internacionales.

La obra de Linares Franco estudia el desgreño administrativo de la dictadura, como, por ejemplo, el escándalo en la CSS. También realiza un análisis de la era de Noriega y las fuerzas de defensa, así como de la Ley 20 que las regulaba y que a todas luces era inconstitucional. Otro tema que aparece en las 400 páginas de la obra es el fraude electoral de 1984. Linares Franco expresa: “el mismísimo Tribunal Electoral fue convertido en el principal instrumento del fraude. Con el beneplácito de los Estados Unidos de América y con el mayor cinismo y descaro se desconoció un triunfo electoral obtenido por la ADO, sin importarles que con tan vituperable proceder echaban por la pendiente cuesta abajo a la república misma, con todo sus recursos y potencialidades, aparte de minar al mismo tiempo toda posibilidad de reconciliación y recuperación”.

En 1984, Julio E. Linares formaría parte del grupo de abogados que presentó un recurso de nulidad de la proclamación contra la resolución del Tribunal Electoral donde se consolidaba el fraude. Dicho recurso fue rápidamente rechazado al día siguiente de su presentación.

Después de rechazar con vehemencia el fraude electoral de 1984, en el capítulo 8.º, titulado el “Inicio del Fin”, se recoge un episodio macabro que retrata el grado de deshumanización de la tiranía y fue el crimen de Hugo Spadafora Franco. Este periodo es analizado por Linares Franco, así como, la creación de la cruzada civilista nacional. Incluso recoge las experiencias vividas por la familia Linares, por ejemplo, la experiencia relatada por Adolfo Linares, hijo del Dr. Linares en la marcha del Viernes Negro, el 10 de julio de 1987.

La crisis panameña que se acentúa en los años posteriores es estudiada hasta desembocar en el proceso electoral de 1989 y la anulación de las elecciones. La crisis llegó a tal nivel producto del fraude, los atropellos a la autodeterminación del pueblo y a los derechos humanos, que el Consejo de la OEA, a petición de Venezuela, decidió convocar a los Ministros de Relaciones Exteriores para que, actuando como órgano de consulta, conociera de nuestra crisis.

La OEA no tomó una decisión firme y adecuada, aduciendo la defensa del principio de no intervención. “En lo que respecta al principio de no intervención, Julio Linares era de la opinión de que un principio jurídico o una norma de conducta nunca debe ser invocada en beneficio de una dictadura que se mantiene por la violencia. Ello no es ni ético ni moral. El principio de no intervención, además, no constituye una norma de jerarquía superior a la que establece el principio de autodeterminación de los pueblos y consagra el respeto a los derechos humanos”.

Por la inacción de la OEA, Manuel Antonio Noriega “no solo impuso el 1 de septiembre de 1989 al presidente que le dio la gana, sino que el 15 de diciembre siguiente, se autodesignó jefe de gobierno, cargo que no contemplaba ni contempla la constitución política...”, dice Linares Franco.

En el noveno capítulo se estudia la invasión y el establecimiento del gobierno de reconstrucción y reconciliación nacional, que presidía Guillermo Endara Galimany, triunfador de las elecciones de mayo de 1989, quien designa como ministro de Relaciones Exteriores al Dr. Julio E. Linares, mediante Decreto N.º 1 del 20 de diciembre de 1989.

La obra sostiene que el proceder del presidente Endara, al tomar posición de su cargo, “se inspiró única y exclusivamente, en el propósito que, ante el vacío de poder que habría de surgir como secuela de la mencionada acción militar, el pueblo panameño no careciera en esa hora crucial, de representantes legítimos que ejercieran inmediatamente su vocería y defendieran sus intereses con valentía y patriotismo”. Es importante destacar que los integrantes de la nómina presidencial “siempre se pronunciaron enérgicamente durante toda la campaña electoral y después de ella, en contra de cualquiera acción militar de los Estados Unidos de América en Panamá”, según comenta Linares Franco.

El libro recoge unas palabras excepcionales del Dr. Julio Linares, a saber: “del 11 de octubre de 1968 al 20 de diciembre de 1989, los panameños hemos vivido las peores experiencias de toda nuestra historia. A todos nosotros nos corresponde ahora reconstruir una nación que, por estar en un estado de postración económica y fiscal, está al borde de una crisis social alarmante ante la mirada indiferente para utilizar un eufemismo de países que se dicen hermanos. Más estos obstáculos que nos presenta el destino nos obligan a tener que superarnos más en honestidad, en laboriosidad y en tolerancia. Principalmente, los que ocupamos puestos de responsabilidad en la administración del presidente Endara, pues solamente con el concurso de todos los panameños con sentido de patria y de los extranjeros que quieran venir ayudarnos, podremos sacar a nuestra patria y la sacaremos de la ruina institucional política y moral, en medio de la cual la hemos recibido a pesar de todas las dificultades, incomprensiones y trabas que tengamos que vencer”.

Finalmente, este capítulo analiza la posición de la mayoría de los Estados latinoamericanos, los principios de la autodeterminación de los pueblos y de la no intervención, así como el proceso de la entrega de Noriega.El décimo y último capítulo analiza en detalle la labor de Julio E. Linares en el Ministerio de Relaciones Exteriores, las metas de la política exterior, las cuales resumimos:1. El retiro a la mayor brevedad posible de las tropas estadounidenses que fueron traídas a Panamá para participar en la acción militar del 20 de diciembre.2. El cumplimiento del Tratado del Canal y la elaboración y coordinación de la ejecución del mismo.3. La neutralidad del Canal de Panamá y la promoción de los derechos humanos.4. Ganarnos la fama o reputación de justos en nuestras demandas, rectos en nuestro proceder y firmes en la defensa de nuestros derechos.

También se analiza el caso de los asilados políticos, las relaciones de Panamá con Cuba, todos los avances de la política exterior, su lucha ante la OEA en favor de la democracia representativa, su posición vertical contra los regímenes dictatoriales y su aporte, como antecedente de la Carta Democrática Interamericana. Incluso sostiene que las acciones de la OEA en defensa de la libre determinación no deben considerarse como actos de intervención.

Linares, por último, adopta una posición patriótica en las negociaciones del tratado sobre asistencia legal mutua y comunica que el gobierno nacional no negociará un acuerdo de prórroga de bases militares. Además, se pronuncia sobre el tránsito por el canal de cargas peligrosas que pueden poner en riesgo su seguridad.

Es importante destacar el papel desempeñado en el manejo de las áreas revertidas, con la creación de la Autoridad de la Región Interoceánica, que debería ser un espacio para el desarrollo y la neutralidad. También se recogen extractos del último discurso que pronunciaría ante las Naciones Unidas.

Al Dr. Julio E. Linares lo recuerdo en Madrid en 1978, rodeado de los más importantes internacionalistas del Instituto Hispano Luso Americano de Derecho Internacional; los recuerdo en la escalinata de la Cancillería frente a la Plaza Porras, defendiendo con vehemencia la dignidad nacional en la entrevista que le formulaban los periodistas, lo recuerdo en el Salón Amarillo de la Presidencia de la República con trato afable, acompañando al Presidente Endara a recibir las credenciales de los embajadores que venían a representar a sus países; lo recuerdo muy acucioso en el Consejo de Gabinete buscando soluciones positivas para los grandes problemas nacionales y lo recuerdo en la Primera Cumbre de Iberoamérica cuando celebramos el gran triunfo de la política exterior del gobierno panameño, cuando la sesión relativa al Derecho Internacional el Presidente Endara invitó a todos los gobernantes de Iberoamérica a celebrar en Panamá la transferencia del Canal el 31 de diciembre 1999, así como comunicó su irrevocable decisión de no prorrogar la presencia norteamericana en Panamá. En ese momento, los presidentes de Iberoamérica aplaudieron la posición digna que asumió el gobierno panameño ante la propaganda negativa que exteriorizaban los promotores de los regímenes totalitarios del continente y quedó en evidencia el triunfo alcanzado por el Dr. Julio Linares como Canciller de la democracia para que en un corto periodo de tiempo la Nación panameña fuera reconocida como un Estado soberano con un gobierno digno defensor de sus derechos y respetuoso de los derechos humanos.

Parafraseando el final de la obra, puedo resaltar que el Dr. Julio E. Linares no ha muerto. Sigue vivo dentro de todos nosotros, en el amor de su esposa Albalyra Franco viuda de Linares, en el orgullo de sus tres hijos Julio, Adolfo y Fernando, en los genes de sus 10 nietos, en el recuerdo de sus amigos y allegados, en el respeto de quienes no lo conocieron, pero siguieron su trayectoria vertical, en las entrañas de una patria agradecida a la que él le dedicó su último aliento.

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