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- 14/03/2023 00:00
El inicio de clases en el 2023
Este año 2023 es un período escolar de grandes desafíos. Es un momento en el que se pone a prueba el carácter y la institucionalidad del sistema educativo panameño. En este período que podemos denominar, con algunas aprehensiones, pospandémico, se espera una matrícula de 830 181 estudiantes, en las 3100 escuelas del sector público, de todos los niveles y grados, preuniversitarios ubicadas en las áreas urbanas y rurales.
Debe ser un año de compromisos por todos los sectores sociales involucrados, principalmente de la niñez, la adolescencia y la juventud, que son los usuarios principales; los docentes y directivos de las escuelas; los padres y madres de familia; los supervisores regionales; las comunidades escolares; los medios de comunicación social; los clubes cívicos, las empresas y sus corporaciones privadas; las iglesias; así como las universidades públicas y privadas.
La educación es un asunto que concierne a toda la sociedad. Ningún país ha podido avanzar en el mundo, sin un buen sistema educativo. Ello es así porque de la educación dependen muchos factores que conciernen a la formación integral del ser humano, quien realiza los cambios sociales, económicos, culturales y políticos.
Habiendo vivido los días sombríos de la pandemia por la COVID-19, durante más de dos años, y de mantener a estudiantes y docentes confinados en sus casas, con las escuelas cerradas, es de suponer, que aún con los medios tecnológicos de apoyo y otros recursos de aprendizajes puestos en las manos de nuestros estudiantes, la pérdida de los aprendizajes, será un resultado observable en ese crítico momento.
En el 2022, el Meduca implementó una serie de medidas paliativas para el reencuentro de la escuela con sus estudiantes. Lamentablemente, aquellas competencias adquiridas de modo sistemático y razonado, no impactaron suficientemente el aprendizaje escolar y éste se ha seguido desvaneciendo con el tiempo, por la escasa dedicación de los familiares y la forma superficial con que muchos docentes adoptaron su responsabilidad magisterial.
Algunos organismos internacionales que estudian los efectos de la pandemia en los aprendizajes escolares (Banco Mundial, BID, Unesco, OCDE) han manifestado, como producto de sus análisis, que los sistemas educativos en países como Panamá, ya tenían un rezago, antes de la pandemia, de dos años por los menos, respecto de los países más avanzados en las pruebas PISA. Actualmente, con los aprendizajes perdidos durante la pandemia, este déficit puede alcanzar hasta cinco años, en los niveles preuniversitarios.
Nos preguntamos ahora, ¿cómo ponerse al día en los aprendizajes perdidos y, al mismo tiempo, ¿cómo evolucionar positivamente, hacia el aprendizaje de las transformaciones del sistema socioeconómico y cultural panameño, y la creación de una sociedad integrada por personas capaces de cambiar sus entornos y así lograr un país más próspero y más inclusivo?
Esta pregunta se hace bajo el supuesto de que se vive en un mundo estático que, para avanzar, basta con esforzarse e invertir un poco más en los quehaceres de la educación; es decir, hacer un poco más de lo mismo. Sin embargo, la realidad es diferente. Se vive en un mundo complejo, con cambios rápidos en todos los ámbitos que influyen en la población, como es la ciencia, tecnología e innovación, con resultados que alteran aceleradamente lo que antes se observaba como natural y convencional.
El conocimiento se erige en el centro del desarrollo de los países y quienes trabajen en su creación y transferencia, tendrán mayores oportunidades de empleo decente, de ingresos y de seguridad, que las otras personas que siguieron una ruta tradicional. Los cambios en las denominaciones de las disciplinas, la robótica, la producción masiva de datos, las transacciones financieras instantáneas, el cambio climático, la producción de energías limpias, la reducción de la brecha socioeconómica en las poblaciones y las relaciones interpersonales cada vez menos armoniosas, entre otros muchos hechos, son parte de esta nueva realidad dinámica que deben vivir nuestros estudiantes en sus escuelas.
Para ello se requiere una ciudadanía formada mediante un modelo pedagógico y curricular diferente, más flexible, menos mecánico y memorístico, y con menor concentración de materias, que pueda ayudar a formar a las personas para ser capaces de abordar los problemas socioambientales, tomar decisiones que logren mitigar sus efectos sobre las familias, la adaptabilidad, la resolución de problemas, el análisis crítico, el pensamiento sistémico y la autogestión, entre otros.
También se puede laborar utilizando el aula como un laboratorio para impulsar la investigación-acción, que es una tendencia que genera múltiples beneficios, pues permite lograr una interacción positiva con el docente que conduce hacia aprendizajes de calidad. Este tipo de actividad en general, parte de la identificación de un problema, el análisis de los datos, emprender las acciones basadas en los datos, evaluar los resultados de esas acciones y reflexionar sobre estos resultados y, en caso necesario, redefinir el problema.
El docente siempre es y será factor clave en ese proceso, pues responde por los datos, el ritmo de su valoración y el análisis de sus resultados. Este método contribuye al aprendizaje de los estudiantes y, al mismo tiempo, a la reflexión del docente sobre su práctica pedagógica.
Además, el modelo de escuela inclusiva permite contribuir al éxito de la enseñanza y los aprendizajes. Con frecuencia los docentes actúan como si los grupos de estudiantes fuesen homogéneos, cuando lo más frecuente es encontrar aulas donde prevalece la diversidad, donde se observan estudiantes con discapacidades y/o con necesidades educativas específicas. Los estudiantes, en general, difieren en sus habilidades, conocimientos y experiencias previas. Asumir el reto que plantean la diversidad biológica, educativa, lo mismo que la pobreza multidimensional, la alimentación y el afecto a los estudiantes, a su vez, le plantean a la escuela y a los docentes situaciones difíciles de superar, que deben ser atendidas prioritariamente, con los medios y recursos al alcance de la escuela y la comunidad. Trabajemos por un año escolar efectivo y eficaz, en beneficio de nuestros estudiantes.