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- 24/09/2022 00:00
La ética: ¿engavetada o activada?
En un intento por revivir las inertes peñas periodísticas, en antaño ideales para borrar el sabor amargo del día a día en la redacción, compartí un café con una colega, para hablar de la profesión y del batiburrillo económico dejado por la canalla pandemia.
Como siempre e inevitablemente, quedamos metidos en el tema de la ética, ese moscardón de García Márquez que nos zumba en el oído. Entonces ella contó una situación penosa de cuando era graduanda de derecho en una universidad privada.
Una vez, relató, un profesor “querendón” le propuso que hiciera la práctica profesional en su buffet, sin asistir ni un día, que él le firmaría el número de horas requerido.
Ella rechazó la oferta de plano. El docente trató de convencerla con una postura más paternal: “Nadie tiene por qué enterarse”. La mujer le hundió la frente con la mirada, y respondió: “Basta que lo sepa yo y mi conciencia”.
Al igual que este profesor, hay personas habituadas a tomar atajos en todo: colarse en las filas, “robar” luces rojas, falsificar diplomas, transitar por los hombros, estacionarse en los espacios para las personas con discapacidad, entre otras joyas.
Mi colega, consciente de que lo único que dejará cuando se muera será su buen nombre, aplicó el pensamiento de Sócrates: “La buena conciencia es la mejor almohada para dormir”.
La decisión de la periodista, hoy abogada, demuestra que no todo está perdido, como piensan muchos. Existe mucha gente que no se vende por un plato de lentejas.
Hay que expurgar el churú del grano bueno. Generalizar es un error común: “todos robamos”, todos los sacerdotes son pederastas, todos los diputados son corruptos, el Seguro Social no sirve para nada, los médicos son unos mercaderes, los periodistas son coimeros. ¡Inaceptable!
Igualar a todos como si fueran un sembrado de repollos es una injusticia y un atentado contra la dignidad y el honor personal. La ética no es un asunto colectivo ni grupal, sino individual y personal.
No se limita únicamente al cumplimiento de un código de ontológico profesional. Abarca el buen comportamiento laboral, familiar, ambiental y de respeto al derecho propio y al ajeno.
Asombra cómo se destruyen reputaciones sin considerar el estigma de la familia; los hijos que sufre acoso o bullying en las escuelas; desprestigio en el trabajo y en los demás escenarios de la convivencia social.
Un piloto de bombardero de la Segunda Guerra Mundial confesó la angustia que sentía cada vez que soltaba las bombas. Pensaba en cuál sería la magnitud del daño que hacían las explosiones a niños, mujeres y ancianos; cuántos quedaban muertos, heridos, mutilados y sin hogar. Nunca lo supo. Me pregunto retóricamente: ¿Podría alguien medir el impacto y las secuelas que ocasiona una calumnia publicada en un medio o por las redes sociales?
El filósofo y escritor español, Fernando Savater, opina: “Después de tantos años estudiando la ética, he llegado a la conclusión de que toda ella se resume en tres virtudes: coraje para vivir, generosidad para convivir y prudencia para sobrevivir”.
Según Savater: “Los humanos somos una especie vulnerable; no podemos hacer lo que se nos antoja con los demás. La deliberación ética se impone porque somos mortales. Esa vulnerabilidad que nos acompaña, es lo que nos hace ser sensibles a la vulnerabilidad del otro; entendemos y sentimos la fragilidad del prójimo, porque también lo vivimos”.
En el caso de los medios masivos, se requiere especial cuidado. Los receptores dan por hecho que todo lo que se publica es verdad. Una noticia falsa puede replicarse millones de veces en el torrente digital.
En el artículo “El periodismo ético vuelve a primera plana”, el inglés Aidan White, director de la Red de Periodismo Ético, señala:
“En los últimos 15 años el periodismo de información ha decaído espectacularmente debido a que las tecnologías han transformado de arriba abajo los modos de comunicación de la gente y el funcionamiento de los medios informativos”
“Hoy en día, la mayoría de nosotros buscamos las noticias en los teléfonos móviles y en las plataformas en línea, que se han enriquecido explotando los datos personales de los internautas y captando la publicidad lucrativa que alimentaba los medios de información tradicionales”.
La escritora y columnista española, Olga Seco, opina: “La posmodernidad, con el auge de las redes sociales, de noticias, de usar y tirar, de desnudar nuestras vidas ante desconocidos, está haciendo mucho daño a la sociedad de hoy, en especial a las nuevas generaciones”.
“Para pensar hay que estar despojado de prejuicios, y cada vez los individuos tienen más porque exponen sus vidas en las redes sociales. Nos gusta todo a lo grande y enseñanzas de cuarto de hora. Es lo triste, que cada vez se educa menos en el pensamiento”, añade.
Albert Einstein decía que “es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”. Andamos por la vida llena de ideas preconcebidas, de clichés, de recelos y de arbitrariedades, que llevan a muchas personas a asumir papeles de fiscales y jueces.
Nadie sabe el rumbo que tomará una botella vacía arrastrada por un río caudaloso, igual ignoramos el destino final de un comentario falso o mal intencionado vertido en las redes.
Simplemente, “no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hiciesen a ti”. La vida te devolverá lo malo y lo bueno que hagas.