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- 21/02/2023 00:00
Ética, corrupción y crisis democrática
En el siglo XIV los hermanos Pietro y Ambrogio Lorenzetti pintaron, en el Palacio Público de Siena (Italia), un conjunto de frescos llamados “Alegorías del buen y el mal Gobierno”. Ambos hermanos, simpatizantes del partido de los güelfos (partidarios del poder del pontificado y la Iglesia sobre la figura del emperador), nos ofrecen un contraste pictórico de repercusiones políticas inestimables: en el lado este del cuadro prerrenacentista prevalece la paz y la prosperidad tanto en el campo como en la ciudad, debido al Gobierno honesto. El buen Gobierno tiene efectos positivos para la vida en la ciudadanía, porque sus gobernantes practican el ejercicio de las virtudes, como la sabiduría, la prudencia, la concordia, etc. “A contrario sensu”, en la parte oeste se ven imágenes desgarradoras del campo y la ciudad en franca decadencia; las ruinas causadas por la tiranía, las enfermedades, el terror y la guerra sobresalen en esta parte del cuadro, como resultado de gobernantes sumidos en los vicios y la corrupción. Del buen Gobierno se desprenden la paz y la armonía, en tanto que no es solo una estructura de régimen político, sino de un estilo de vida habitual. Del mal Gobierno, representado en sus frenéticos dictadores, solo la desgracia y el miedo reinan indiscutiblemente.
Esta alegoría de los hermanos Lorenzetti describe con cruda magnificencia el escenario político latinoamericano y panameño. Los informes a nivel latinoamericano reflejan que las personas están más preocupadas por el desempleo, la inseguridad y el crecimiento económico que por la lucha anticorrupción, esto podría explicar en nuestro país el apotegma de “robó, pero hizo”. Desde la filosofía política es demasiado evidente que la política es considerada como una actividad noble de servicio social. La duda que asalta la razón es ¿quiénes serían los más aptos para gobernar? ¿Qué cualidades debe poseer el gobernante para dirigir bien el Estado?
Para Platón, por ejemplo, en su obra La República, los gobernantes debían ser los filósofos, porque eran los más capaces para la búsqueda de la justicia, la verdad y el bien común. La política, en palabras de Platón, debe estar en las manos de los sabios o de los que aspiraban a la sabiduría, en consecuencia, los filósofos por su sabiduría deben ser el “Rey filósofo”. Esta visión contrasta con la de Nicolás Maquiavelo, quien cree que en el gobernante su principal virtud debe la astucia del zorro y la fuerza del león, sobre todo si la fortuna y el azar histórico se convierten en medios para alcanzar su fin, que es el poder y la gloria.
En la actualidad, la política ha quedado como simple instrumentación para la toma del poder político, el discurso público de connotados panameños, como Diógenes De La Rosa o Carlos Iván Zúñiga, ha sido rebajado a la demagogia traicionera y ruin. La ideología, el programa de gobierno, la reputación y la estrategia político-electoral han sido pulverizados por el clientelismo y el juegavivo, ya que han hecho de estos su táctica para alcanzar el poder. Por ello, el hastío y la animadversión ciudadana contra los politiqueros, principalmente la descarada y desvergonzada corrupción de altos funcionarios gubernamentales en contubernio con algunos grupos de poder económico que se enriquecen sobre el dolor e incertidumbre de mucha gente, provocando la deslegitimidad social. De ahí la necesidad de recuperar la política como el arte del buen Gobierno y devolverle la confianza a la ciudadanía, para que los jóvenes desarrollen un amplio ideario democrático y no se sientan traicionados por generaciones que no supieron jugar su papel histórico o, peor aún, que, por omisión o no querer “salpicarme”, han permitido que la corrupción y la narcopolítica destruyan la decencia y el orden público. Es hora de que la gente decente de todos los sectores (empresarios, sindicatos, partidos, sociedad civil, etc.) recupere la política de los gamberros y salir de la crisis democrática en que nos han sumido a lo largo de la historia. No se puede ser neutral en política y mucho menos apolítico, porque, como señalara el gran filósofo francés Jean Paul Sartre: “quien se dice apolítico escoge la peor forma de ser político”. Esa debe ser la tarea histórica de las presentes generaciones para las generaciones del futuro, como señalara el gran luchador social panameño Floyd Britton: “En esta lucha no hay camino de regreso, solo queda marchar hacia adelante, hasta el triunfo final”.