• 20/11/2024 02:18

El músculo de la empatía al hablar

Elegir palabras respetuosas e inclusivas no es solo una cuestión de corrección política, sino un acto de justicia y reconocimiento hacia las personas con discapacidad

El lenguaje que utilizamos tiene un impacto profundo en cómo percibimos el mundo y cómo nos relacionamos con los demás. Esto es particularmente cierto cuando nos referimos a las personas con discapacidad.

Las palabras que elegimos pueden empoderar y dignificar o, por el contrario, reforzar estigmas y perpetuar prejuicios. Es fundamental reflexionar sobre la importancia del lenguaje respetuoso, reconociendo su importancia para la construcción de una sociedad más equitativa.

El lenguaje no es neutral. Las palabras que utilizamos para referirnos a las personas con discapacidad pueden moldear nuestras actitudes hacia ellas.

Por ejemplo, términos desactualizados o peyorativos como “inválido” o “minusválido” o “mongol” refuerzan ideas de inferioridad y limitación.

En cambio, expresiones como “persona con discapacidad” ponen el énfasis en la humanidad de la persona, antes que en su condición.

El concepto de “persona primero” en el lenguaje es vital, pero, sobre todo, referirnos a las personas por su nombre: Pablo es Pablo, Amelia es Amelia, con o sin discapacidad.

Este enfoque prioriza a la persona sobre la discapacidad, y destacan que su condición no define su identidad. Así, en lugar de decir “autista”, se prefiere “niño con autismo”. Un cambio sutil, pero significativo, que refleja respeto y evita reducir a las personas a una sola característica. No es complicado, y si lo practicamos constantemente crece ese músculo de la empatía.

El lenguaje también puede perpetuar estereotipos sobre las personas con discapacidad. Frases como “superar al obstáculo” o “héroe por superar su discapacidad” pueden parecer elogios, pero en realidad refuerzan la idea de que la discapacidad es una tragedia o algo que debe “superarse” para tener valor.

Estos estereotipos ignoran las barreras estructurales y sociales que muchas personas con discapacidad enfrentan, y que son, en gran medida, responsabilidad de la sociedad.

Por otro lado, evitar hablar de la discapacidad, bajar la voz cuando dices la condición o usar eufemismos como “capacidades diferentes” puede ser igual de inaceptado.

Estas expresiones trivializan la experiencia de las personas con discapacidad y evitan abordar las verdaderas desigualdades que enfrentan.

Reconocer la discapacidad como una parte válida de la diversidad humana es esencial para fomentar su inclusión. Para las personas con discapacidad y sus familias, fomentar el mensaje de empatía es vivirlo sin romanticismos ni drama.

Para eso, y sin necesidad de ser expertos en la materia o haberse estudiado un manual en accesibilidad e inclusión, recomiendo sutiles cambios que cambian el enfoque al 100 % y que son:

Actualizar nuestro vocabulario: evitar términos despectivos o desactualizados y usar la terminología preferida por las comunidades de personas con discapacidad. Por ejemplo, decir siempre que la persona tiene discapacidad, no sufre de discapacidad.

Evitar el capacitismo: reconocer y eliminar actitudes o frases que refuercen la idea de que las personas con discapacidad son menos capaces o valiosas. “Este hoy no se tomó la pastilla”, “eres un retrasado por tumbar el adorno” , “no aceptamos cojos ni tuertos”, son solo algunos ejemplos cotidianos de capacitismo inconsciente que marcan, que duelen. Porque muchas personas requieren medicación para vivir y otros tantos tienen discapacidad intelectual y física.

Con esto, solo propongo estar abiertos a la retroalimentación y aprender de las personas con discapacidad cuando nos corrigen o comparten sus perspectivas.

Elegir palabras respetuosas e inclusivas no es solo una cuestión de corrección política, sino un acto de justicia y reconocimiento hacia las personas con discapacidad.

Al ser conscientes del peso de nuestras palabras, podemos contribuir a un entorno donde todos sean valorados y respetados por quienes son, sin importar sus capacidades o diferencias.

Hablar con respeto es el primer paso hacia la inclusión.

*La autora es comisionada experta de los Derechos de Personas con Discapacidad, UN, Genève

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