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- 12/01/2021 11:02
Detrás de los manuscritos del maestro
La tarde era fresca, con vientos de la montaña. En el reloj como dijear un europeo, las seis (6:00 p.m.) menos quince (15). Ya comenzaba la celebración eucarística de los viernes, era el privilegio de vivir muy cerca de la iglesia. Y una aventura recordar a través de los ojos de la tía Martha, donde estaba ubicado el nicho, de la ermita donde
en 1900 celebraran las misas y adoraban la imagen del Cristo que llegó por el mar. El Cristo de Esquípalas, de Antón. Justo pared con pared, en el jardín contemplaba los ladrillos, muy antiguos con que levantaron la primera capilla.
Después de identificar por siete (7) días consecutivos los libros, panfletos, revistas, los preliminares del mejor historiador de Panamá. Estaba justo detrás de la obra del maestro. Cada anaquel donde guardaban los manuscritos fue clasificado, por obra literaria, ya publicada. Compartida por miles de estudiantes, maestros de
escuelas, y colegios de nuestro país, nadie como él escribía las crónicas, ensayos, cuentos y novelas de los caminos a penas trazados a través del istmo. Un privilegio concedido por la familia, el dejarme entrar al estudio del amante de las letras.
El cotidiano interiorano, puede repasar las anécdotas de los abuelos y antepasados, en la biblioteca púbica regional y también en la ciudad capital. Pero, por qué la familia no lleva esos documentos a un lugar donde los preparen para las otras generaciones, a caso no lo aprecian como para compartir lo más íntimo del maestro con los que aprecian y valoran el esfuerzo de una exquisita forma de escribir.
Corría en el calendario, el mes de octubre, ya se escuchaban en cada esquina los ensayos de los danzantes de bailes populares, propios del lugar. Y recordaban siempre los esfuerzos de la tía Martha, que guardaba un refresco, un pan caliente de la panadería ubicada, detrás de la casona. El fuerte aroma de pan recién horneado
avisaba cuando ir a comprarlo y degustarlo; todos comían, los bailarines e instructores debajo del frondoso árbol de mango. Para muchos tiene más de cincuenta (50) años, y tres (3) generaciones lo disfrutan a lo largo del tiempo.
No solo a la maestra la recordaban por sus atenciones en casa, sino por el aporte junto a su padre sobre los escritos que acompañarían las presentaciones de los locutores, que a viva voz, decían el grupo folklórico autóctono de nuestro pueblo, es auspiciado por la familia Castillero Pimentel. Cuna del maestro historiador, de sus hijas, Librada, Nena, y Martha. Para quienes los quehaceres del hogar era rodearse de las señoras, y jóvenes de su época, junto a la pagoda y las hamacas. Los martes era la tarde de costura, la de postres los jueves, los viernes escribían toda la tarde, leían cuentos y escritos del maestro.
Qué es lo más interesante para conservar en la biblioteca privada, del Historiador Ernesto J. Castillero, todo, absolutamente todo. Los libros referentes en su mayoría a la Historia de Bolívar y los Nacionales. Cómo no apreciar desde la portada, un poco opaca y
monocromática de la obra Hipólita, y la infancia de Bolívar. Leímos el color de la piel, no impidió que el Libertador considere a esa sirvienta como su “madre de leche y padre”. Con esa obra revivimos el espíritu bolivariano del conquistador de las Américas, e inspiró a reorganizar la biblioteca del maestro, que partió al más allá luego de recibir un merecido reconocimiento por ser el mejor historiador y un maestro consagrado, en el año 1981.
Las pocas fotos asoman la tendencia, en el vestuario de caballero y damas. Un poco de la época (1920) en que los sombreros para hombres eran piezas valiosas para lucir apropiadamente; y la sombrilla en encajes para las damas, el toque de elegancia. Las
sonrisas, expresiones de agradecimiento y los gestos singulares eran revividos una vez más a través de las fotos, caricaturas y pinturas de òleo del gran maestro. Muchas placas de reconocimiento, eran conservadas en una caja forrada, con tela y que decía homenaje a mi padre. Con letra de su hija Nena.- Solicité a la familia que dejara colgar las mejores fotos del Señor Castillero en un rincón del gran salón, junto a los padres y abuelos que antecedieron, logré captar unas fotografías. Los abuelos con el
mejor gusto diseñaron la casona, que podemos dividirla para su descripción en dos grandes salas. La de la derecha, justo a la entrada lateral, por calle segunda, los aposentos, y a la izquierda, el gran salón-recibidor, sala, comedor y el estudio-biblioteca donde lograba inspirarse el maestro.
Detrás hacia el patio interior un gran salón con una mesa larga junto a la máquina de coser, permitía crear los diseños de manteles en tela, tejidos, colchas y cuanta creación lograran hacer las damas.
Era una época de mucha singularidad, todo tenía un por qué y el momento propicio para lograr conseguir un estilo provenzal particular.
Los manuscritos conservados por años no se tocaban para nada, qué hacer con ellos. Sentí cuando levanté una de las portadas, que agonizaban. Recibí por correo electrónico, de la familia Castillero, la noticia de aceptación para entregar los documentos a la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero, qué mejor lugar. Mientras, descubría escritos, leí cada encabezado cuanto estuvo a mi vista.
Escribió, recuerdo “cuando fundaron la ciudad de David, en Chiriquì”. Narraba como las familias Lescure, Acosta, Bonaga, Pitti, Bianco, Muños, Bozzi, Olivares, Franceschi entre algunas construyeron sus casas con material traído de los bosques, tierra adentro. Y como la influencia extranjera permitió luego contemplar casas con paredes, techos altísimos, horcones puros de madera haciendo frontal de las casas, con sus dos ventanas de maderas. La puerta de madera noble maciza, y solo una pequeña base de tierra con otros materiales hacían la fundación solida para luego levantar
las paredes de tablones de madera.
El libro Narraciones Panameñas de Ernesto J. Castillero, tiene unos manuscritos, donde el escritor corregía desde fechas, colores, expresiones. Y luego sellaba la revisión con un listón de papel rojo que decía lo correcto. Significativo ese papel blanco, con tinta en
negro, donde observamos unas letras cursivas extraordinarias, casi perfectas, en puño y letra del maestro. Una verdadera Joya Literaria.
Para el tiempo en que vivió no existían las computadoras, y las máquinas de escribir eran para lo que llevaban a imprenta. Pero, los preliminares eran la esencia misma de la inspiración, la secuencia narrativa de los hechos, y las intimidades del corazón. Como el
escrito que hizo a su nieto “cuando llegaste a la familia, pensaba que tendría un compañero para que fuera mi primer oyente, y con los años mi primer lector. Pero, al parecer los años pasaron muy rápido y hoy recibo una tarjeta con tus primeras líneas, feliz día abuelo. Estoy muy feliz porque eres mi nieto querido”. Aunque no tenía edad para leer la historia Bolivariana, obsequio toda la enciclopedia de estudios bolivarianos, para que formara su mente y espíritu.
Encontré muy custodiado con un forro en amarillo, medallas, y condecoraciones. Con el siguiente escrito dedicando breves relatos a la primera escritora colombiana, Soledad Acosta de Samper “una forma de escribir muy particular, hace de Acosta una escritora digna de la gran Colombia. Los matices coloquiales nos introducen a la vida cotidiana de su país, con el ropaje elegante y las frases propias de los conquistadores. Sus escritos fueron siempre mi inspiración. Si su época fuese cercana a la de mi madre y tías seguro que la influencia no se podía detener. La femineidad y todo su movimiento estaba en cada línea, con la caracteriza espontánea y muy narrativa, del estilo de Soledad.” Junto al escrito copia del libro El corazón de la Mujer.
Considerado como el PADRE DE LA HISTORIA DE PANAMA, destacando la autoría, del libro para la enseñanza secundaria, Historia de Panamá. Entre muchos otras obras tales como Historia de la Comunicación Interoceánica, Leyenda e Historias de Panamá La
Vieja, El General José Domingo Espinar, La Isla que se transformo en ciudad, Breve Historia de la Iglesia Panameña, Documentos Históricos sobre la Independencia del Istmo de Panamá Llegó el momento del traslado, recibirían los manuscritos. No saben cuánto tiempo estarán en reparación, aplicación de técnicas para conservarlos y luego exhibirlos. Es la gran noticia entre los escritores y amantes de la literatura. Aprobaran la fecha de presentación a los Medios e interesados, luego de doce meses. En la casona, miraba desde muy lejos como trasladaban parte de la historia, mientras subían al auto caja, por caja; valoro las obras y los manuscritos del Mejor Historiador de Panamá.
Para cuando puedan todos apreciar los documentos celebran el año de los 500 años del descubrimiento del mar del Sur. Y será muy atinado conocer uno de sus escritos preliminares cuando esbozaba “deslumbrados quedaron al verte hermoso mar, las tierras que rodean nuestro territorio invitaron a quedarse y realzar nuestras costumbres. El mar del Sur, indica la continuidad de nuestra presencia en Las Américas”. Y el compartir las raíces de Badajoz, España, a través de Vasco Núñez de Balboa, oriundo de ese remoto lugar”. Terminando con un toque Bolivariano, “que la espada de
Bolívar ayude a unirnos siempre”.-
La periodista María Isabel Rodríguez Palop, de la Dependencia Municipal de Badajoz, sugiere que se levante un gran salón dedicado a VASCO NUÑEZ DE BALBOA, en su tierra. Y dentro de los eventos, en Panamá, entreguemos por el gobierno español una Medalla a la Condecoración Literaria, a ese noble escritor panameño Ernesto J. Castillero; cuando entregue formalmente la familia los manuscritos preservados.
Los lugareños desean que cuando reciban los manuscritos, publiquen lo siguiente: “El Mejor de lo Mejor, Historiador y Profesor.
Contribuyo a preservar nuestras tradiciones y costumbres, desde su casona guiaremos a cada visitante, junto al historiador. Su espíritu siempre estará entre nosotros. Loor a ERNESTO J. CASTILLERO.-
Fui a la gran casona a conocer un poco más de la obra del escritor y al dejar ese lugar sentí que había revivido parte de él. Cada rincón dice lo místico, consagrado y visionero. Considerar la biblioteca privada del historiador, como un pequeño refugio de las letras, como parte esencial de la arquitectura. Los adornos, lámparas, enormes paredes, es querer unirlo al estilo colonial provenzal de la Casona de Ernesto J. Castillero, quien escribió detrás de una foto de fachada “mis abuelos y padres pensaron que el estilo arquitectónico colonial-provenzal describiría el tiempo pasado, que apenas pasa
cada cinco segundos. La historia ya está en la casona, desde 1903.
Escriba, usted también, el relato anecdótico de su vida, cada día EJC”.