• 24/02/2025 00:09

Después de la visita de Rubio, ¿Quo Vadis Panamá?

Estoy convencido que es en base a China que los EE.UU. están estructurando su agenda internacional. Es como si el presidente Trump estuviera ‘urgido’ por ‘ponerse al día”’con China

Al iniciar su segundo mandato este pasado mes de enero, creo que el presidente Trump se vio de regreso al frente del “mundo libre” luego de un paréntesis de cuatro años, en lo que pudiera describirse como el “capítulo dos” de su historia presidencial.

Una nueva etapa en la que, además, regresa con la lección aprendida de los errores que debe pensar que cometió en el primer capítulo, y que hacen que, ahora, al administrar las relaciones internacionales aplique, lo que ha dado en calificar como una diplomacia pragmática y de “sentido común” que sirva a los más altos intereses de EE.UU. y que contribuya a preservar la “paz a través de la fuerza”, considerando, además, que el tema más álgido de la política exterior de los EE.UU., por lo menos durante esta primera etapa de su administración, será China.

Estoy convencido que es en base a China que los EE.UU. están estructurando su agenda internacional. Es como si el presidente Trump estuviera “urgido” por “ponerse al día” con China. La relación con Europa en función de China. La relación con Rusia en función de China. La relación con América Latina en función de China y, por qué no decirlo, la relación con Panamá en función de China.

En el contexto de nuestra América Latina, el secretario de Estado Rubio afirmó que EE.UU. había abandonado al hemisferio occidental por demasiado tiempo. Esto es indiscutible. EE.UU. abandonó las Américas que quedaron a expensas de movimientos populistas de izquierdas, desde México hasta Argentina, alimentados por regímenes autoritarios en Venezuela, Nicaragua, o Cuba que, a su vez, han sido apoyados por China y Rusia que, sin prisa, pero sin pausa, han desplegado sus intereses a lo largo y ancho del continente. Hasta tal punto ha llegado la retirada, silenciosa y, a mi modo de ver, inexplicable e injustificable de EE.UU., que las izquierdas latinoamericanas se atrevieron a retar el liderazgo y la validez de la OEA, como el único y verdadero foro interamericano, creando la CELAC.

Soy de la opinión que una presencia política y económica débil de EE.UU. en el continente no sirve los mejores intereses de Panamá y por esa razón, creo que Panamá se ha visto afectada. Aun cuando ha sido el socio y aliado más fiel y confiable de EE.UU. en la región centroamericana y del caribe, administraciones anteriores de EE.UU. decidieron tratar a Panamá de forma indiferente, a costa de apoyar otros vecinos, como fue el caso de Colombia, que ha probado ser, hoy por hoy, un socio desleal para EE.UU., haciendo con ello los riesgos y retos de Panamá aún mayores.

Sin embargo, para el presidente Trump, Panamá, y su vía interoceánica, es tan geopolíticamente estratégico que, en función de esta visión que tiene de lo que debe ser su acción internacional, EE.UU. se quiere asegurar que los intereses del régimen chino en Panamá quedan reducidos a la mínima expresión, haciendo de Panamá un tema de relevancia internacional como no ocurría, quizás, desde los años álgidos de la negociación para la recuperación del canal. Desde entonces, y hasta la fecha, ¿cuántas veces no ha tratado Panamá de hacer valer la legítima importancia de la vía interoceánica para el comercio mundial, y no ha recibido el justo reconocimiento de líderes de la comunidad internacional como, por ejemplo, la Unión Europea, para la que, hoy por hoy, Panamá sólo es reconocida como una “jurisdicción no cooperadora en materia fiscal”?.

Ciertamente se puede estar en desacuerdo con esta visión que tiene EE.UU. de la relación bilateral con Panamá, habida cuenta que el régimen chino no se “ha tomado”, ni “controla”, el Canal de Panamá. No obstante, por más que se la descalifique y rechace, no sería realista, ni pragmático, ignorar que la misma es la visión de la realidad que tiene la administración Trump de las cosas, a sabiendas que, guste o no, se debe dar un diálogo, una negociación, con EE.UU., para tratar esa visión sobre Panamá, con el único objetivo de atender, promover y proteger, a mí modo de ver, los intereses del país, incluyendo en ellos no sólo la soberanía territorial, si no la política y más importante aún, la económica.

Hay que entender que vivimos en 2025 y nuestro mundo, nuestros intereses políticos, económicos y sociales, tanto de Panamá como de EE.UU., han cambiado. Los jugadores son otros y las dinámicas son otras. Debemos recordar que Panamá es una ficha más en un “juego de ajedrez” mundial y, en este caso, uno continental, en el que el presidente Trump ve que China se está tomando, o prácticamente se tomó, América Latina.

Por tanto, la defensa de nuestra soberanía, toda ella, y no sólo aquella que se refiera a nuestra vía interoceánica, no se debería plantear únicamente sobre la base de lo que fue la dinámica y la realidad mundial de 1977, 1989 o 1999, aun cuando es indudable que los grandes resultados surgidos de las realidades vividas en el pasado deben ser respetados y vistos como una referencia histórica válida, más no como un escenario inamovible.

La relación bilateral debería ser alimentada y protegida por medio de un diálogo directo y sincero que ignorase y evitase el ruido político generado por terceros, en nombre de un, mal llamado, “apoyo” que no es otra cosa que agendas interesadas, particularmente cuando han venido, como hemos visto, de portavoces de los regímenes chino y ruso. EE.UU. necesita a Panamá y viceversa.

La clave debería ser que las agendas, de ambas partes, se mantengan siendo complementarias y no confrontadas. Nada podría servir mejor los intereses de Panamá para potenciar sus objetivos nacionales y regionales en materia de seguridad, así como sus capacidades logísticas, económicas y comerciales. Es tiempo de que ambos, Panamá y EE.UU., entablen un diálogo constructivo a nivel político y económico que permita actualizar una relación larga e histórica que se ha beneficiado de sus altas y bajas en el transcurso de una historia común. Defendamos, entonces, la soberanía de Panamá para las presentes y futuras generaciones de esa forma.

*El autor es exministro

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