• 20/05/2021 00:00

Defensores del Muro

“[…] la Declaración de Independencia de Israel dice: “Extendemos nuestra mano a todos los Estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad”, […]”

Tras el lanzamiento masivo de miles de misiles por parte del grupo terrorista islámico Hamás en contra de civiles israelíes, el Gobierno del Estado de Israel ha emprendido la operación llamada “Defensores del muro”.

La actual coyuntura que se vive en la siempre volátil región deriva de la conjunción de una serie de elementos que fueron sumándose uno tras otro hasta derivar en los acontecimientos que, a fecha de escribir las presentes líneas, aún no han llegado a una conclusión, mismos que pasamos a detallarlos paso a paso.

El origen de los disturbios deriva de la falsa acusación de que Israel expulsó a pobladores árabes del sector conocido como Sheik Jarrah, propiedades judías adquiridas en 1875 y expropiadas por Jordania en 1949, cuando el sector oriental de la ciudad quedó en su poder tras la firma del armisticio de aquel año. En 1967, tras la unificación de Jerusalén en el marco de la Guerra de los Seis Días, la titularidad de los inmuebles es restituida a sus dueños originales y se establece un contrato de alquiler con los residentes, mismo que no fue honrado por los moradores, tras lo cual, se entabló una demanda de desalojo que finalmente fue aprobada por un tribunal israelí. Es un problema de morosidad, no de nacionalismo, como pretende ser presentado de forma irresponsable y manipulada ante los medios de comunicación.

Durante los años que la parte oriental de la ciudad estuvo bajo control jordano, los judíos tenían vedado el acceso a sus lugares santos de oración. Tras la citada unificación, los distintos Gobiernos de Israel, todos de origen democrático, han resguardado el delicado “statu quo” en la Ciudad Santa, respetando el acceso de todos a sus lugares de oración. Una situación por demás volátil que incluso amerita la prohibición para que fieles judíos oren en el Monte del Templo, lugar sagrado judío también, a fin de evitar protestas musulmanas. Durante la presente escalada, la policía israelí entró al lugar solo después de que empezaron los disturbios orquestados previamente por fanáticos del lado palestino, quienes profanaron su propia mezquita de Al Aqsa, llenándola de piedras y armas, a tal extremo que estos mismos vándalos fueron los responsables del incendio de un árbol en el referido lugar sagrado, en momentos en que ciudadanos israelíes festejaban en el Muro de los Lamentos el aniversario 54 de la unificación de la ciudad. Un acto que este año fue desviado exclusivamente a sectores judíos de la ciudad, a fin de evitar eventuales confrontaciones con residentes árabes y musulmanes, dado que esa misma noche se celebra la festividad islámica Aíd al Fitr o Fiesta del Fin del Ayuno del Ramadán.

Y por si todo ello no fuera suficiente, el Gobierno de la Autoridad Palestina en Ramallah, anuló la celebración de elecciones legislativas y presidenciales, primeras convocadas desde el año 2006, ante la certeza del arrollador triunfo de sus contrincantes de Hamás, grupo que, a sangre y fuego, les quitó el control de la Franja de Gaza en el año 2007, asesinando a más de 200 funcionarios gubernamentales.

Esa es la realidad de la situación. Por un lado, Israel busca la paz y Hamás, que mantiene secuestrados a dos millones de palestinos en Gaza, bajo un régimen islámico opresor, busca la guerra. Mientras que la Declaración de Independencia de Israel dice: “Extendemos nuestra mano a todos los Estados vecinos y a sus pueblos en una oferta de paz y buena vecindad”, la Declaración de Principios de Hamas establece que: “Israel existirá, y continuará existiendo, hasta que el islam lo destruya, de la misma manera que destruyó a otros en el pasado”.

Las interpretaciones, luego de esto, están sobre la mesa. Queda muy bien definido que Israel apuesta por la paz mientras que Hamas apuesta por una guerra de exterminio, no solo en contra de los judíos, sino también en contra de cristianos y de todo aquel que no sea musulmán, incluso, asesinando a los propios musulmanes que no suscriban su discurso de odio radical.

Lic. en Educación e Historia, Universidad Hebrea de Jerusalén.
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