La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
De antemano te digo que lo más probable no te guste el presente artículo, y como decía María Félix, “me parece perfecto.”
Un amplio sector de la ciudadanía en las encuestas dice que el principal problema de Panamá es la corrupción. Otro sector, igualmente importante, señala otras calamidades: clientelismo, como forma de corrupción, seguridad, desempleo, costo de vida, y en un lejano casi olvidado lugar, la calidad de la educación. Centavos más, centavos menos.
Desconozco hasta donde la orientación mediática que desnuda a cada momento las barbaridades políticas de los diputados, el mal uso de los recursos públicos, la manifiesta inacción del gobierno en temas estratégicos o hasta rutinarios como lo son los servicios de salud, recolección de desechos, agua, etc., han sido detonantes de esas respuestas de las encuestas.
Coincido en que la corrupción es un problema mayor, que el clientelismo es la más burda expresión de esa corrupción, pero que llega de alguna manera a beneficiar marginalmente a minorías de los sectores paupérrimos; y que decir de las contrataciones públicas orientadas, para los amigos, otra minoría privilegiada.
Pero, la otra cara de la moneda, tal vez la que más llama la atención, es que las preferencias electorales, hasta la semana pasada, no parecían tomar en cuenta las encuestas. Es decir, la candidatura más valorada... Es justamente la figura epítome de la corrupción, como se indica rutinariamente, en los medios y en los juicios.
La pregunta natural es por qué la ciudadanía, que se queja de todos los males de la corrupción, en los simulacros de votación, ¿escoge ampliamente la figura más cuestionada? Y peor, algunos comentan la falta de madurez política, ética, moral, del pueblo que vende su voto por un plato de lentejas, un jamón, ¿o una hoja de zinc?
La respuesta es sencilla, y consta de dos premisas y una conclusión o síntesis de acuerdo a la percepción popular:
1. Todos los políticos roban
2. El candidato preferido es político e hizo obras
3. El candidato preferido robó, pero hizo
Quién o quiénes perciben la corrupción como el principal problema de la nación. En general, los que cuando se acuestan sin comer, es porque están a dieta. O que tienen cubiertas sus necesidades básicas, y hasta más. Los que tienen una mejor educación. Que incluso no tienen problemas de servicios de salud, educación, desechos, etc.
Los que añoran al ex candidato, recuerdan que cuando gobernó, había empleo. No tenían que estar conectados con algún político, para conseguir un trabajo. Un ingreso. A diferencia cuando no hay empleo, como ahora, y los políticos distribuyen ingresos o regalos. Que nunca son suficientes para todos. Y que agravan la situación fiscal insostenible del Estado.
Que esa bonanza se logró mediante un gasto abundante, extendiendo el endeudamiento, comprometiendo los ingresos de futuros gobiernos, mediante el expediente de los proyectos llave en mano, etc., incluso los sobrecostos señalados, son temas tan áridos que a las masas no les interesan.
Les importa que mejoraron las vías, que hay metro, etc. No les importa el costo, que los gobiernos siguientes tuvieron que lidiar con las facturas, y con una tasa menor de crecimiento, y para completar, una pandemia. Aparte de una inexplicable parálisis del aparato del Estado.
Señalar al pueblo de indolente, cínico, corrupto porque vende su voto, es desconocer la realidad de los arrabales, del campo y de las comunidades indígenas, de quienes su horizonte y aspiraciones se limitan, biológicamente, a resolver sus necesidades basales.
Por eso los políticos la tienen difícil. Recuperar la confianza pública, sobre todo de las mayorías menos favorecidas. Crear las condiciones para que se hagan inversiones generadoras de empleo, y no prebendas graciosamente distribuidas al séquito de políticos-empresaurios que cercan al gobernante de turno.
Todo eso en medio de la gestión de una crisis o coyuntura fiscal. Y que decir, de la necesidad, con miras al futuro, de empezar un proceso planificador de recursos humanos, políticas y prioridades para generar un crecimiento autosostenible. ¿Es difícil? Ciertamente. ¿Es complicado? Por supuesto.
Pero no es imposible.