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- 30/11/2022 00:00
El cambio climático
La Palma, Paja de Sombrero, Gualaca. _ Desde hace años, quizás más de veinte, he escuchado los alborotos que hacen a nivel nacional e internacional por el asunto del cambio climático: conferencias, reuniones diplomáticas, cumbres de Gobiernos, acuerdos de países y protocolos de todo tipo, pero el problema sigue en aumento y hasta comienza a hacer crisis. Al parecer el dilema es que no se da en el blanco con todas estas maromas, a las cuales cada año le ponen un nombre diferente; y, a pesar de las reuniones y conferencias, en donde toman todo tipo de champaña, el cambio climático sigue haciendo estragos.
A decir verdad, esto que han inventado del cambio climático no es tal, y pienso que darle nombres rimbombantes es como echarle la culpa a Dios de todos nuestros males, y mirar a otro lado, sin ver que somos la humanidad quienes creamos todo tipo de infortunios que Dios no ha previsto para el mundo.
Por ejemplo, hay dos cosas que la humanidad no puede controlar, y es lo que más agudiza el problema: por una parte el crecimiento indiscriminado de la población, y por otra, la destrucción sistemática que se inició con el descubrimiento de la agricultura, hace más de diez mil años, y el pastoreo. El crecimiento de la población, porque esto ha traído como consecuencia no solo el aumento de la población mundial, que, si lo vemos sin ninguna pasión religiosa, es un peligro por varias razones: aumenta el peso sobre el globo terráqueo y crea todo tipo de penurias sociales, porque incluso para hacer una casa nueva hay que derribar de cinco a diez árboles; imaginémonos cuando se hacen barriadas. Entre las consecuencias están el aumento de la pobreza, la delincuencia, se secan los ojos de agua y las quebradas, no hay agua para las poblaciones, etcétera, y mil etcéteras más.
En cuanto a la destrucción de la naturaleza, uno de los principales males lo es la ganadería en los cerros. Al convertirlos en pastizales, muchas hectáreas en el mundo han sido deforestadas, y con ello la destrucción de los ojos de agua y quebradas. Veamos el ejemplo de Panamá. Según un trabajo realizado por un señor de nombre Carlos A. Ramírez, en el año 2003, el istmo de Panamá, en 1947, estaba cubierto en bosques casi un 75 %, y la mayor deforestación se había hecho en las regiones de Chiriquí, Coclé, Los Santos, Herrera y Panamá. Para 1986, los bosques solo quedaban en Bocas del Toro, Coiba y Darién; y para 1992, lo poco que quedaba estaba en las regiones de Guabito, en Bocas del Toro, Coiba, Calobre y zonas aledañas en Veraguas, en la mitad de la provincia de Darién y la región de Kuna Yala. El trabajo en mención fue “Preparado para el Taller Regional sobre los Recursos Genéticos Forestales de Centroamérica, Cuba y México. CATIE, Turrialba, Costa Rica, 24 al 29 de noviembre 2002”. A este cuadro descrito, se sumaron luego las hidroeléctricas que secaron grandes y caudalosos ríos, como los de la provincia de Chiriquí.
En el año de 2022 el Ministerio de Ambiente informa que se ha recuperado un 3 % de la cobertura boscosa en las provincias de Chiriquí, Herrera y Los Santos, haciendo un total de 51 173.64 kilómetros cuadrados. Este informe realmente no puedo discutirlo, porque tendría que hacer un estudio en el terreno y no tengo esa capacidad; pero observando el panorama, lo que vemos es la construcción de grandes barriadas en los pueblos y ciudades, grandes quemas de regiones forestales en el verano, ríos y quebradas secos, la construcción de muchas carreteras y tendidos eléctricos que, para su utilidad, es necesario derribar muchos árboles, y cosas por el estilo.
Si no se hace un estudio científico y serio del crecimiento de la población en el mundo, la destrucción de la naturaleza, la construcción de industrias, automóviles, fábricas, hidroeléctricas y barriadas, el mal llamado cambio climático no se solucionará, al contrario, nos puede pasar como el planeta Kriptón del Superman de las cómicas, que se autodestruyó.