Este domingo 16 de febrero se efectuó en el boulevard Panamá Pacífico el XXV Festival de Cometas y Panderos, organizado por Aprochipa.
El término, arrogante sinónimo de altanero, soberbio, engreído o presumido, alude a un sujeto que se cree superior y menosprecia a los demás, es presuntuoso e impone sus creencias y opiniones sobre los demás. Son personas que carecen de humildad, exigen un mejor trato respecto de los demás, tienen una obsesión excesiva por su imagen, no son empáticas, no saben pedir perdón ni pueden hacerlo, y tienen una falsa amabilidad encantadora (Cataluña, 2024).
Y es que la persona arrogante tiene un sentimiento de satisfacción u orgullo de sí mismo excesivo, una autoestima exagerada o elevada, que está asociada a las personas soberbias, que difieren de aquel sentimiento positivo que tienen otros, es decir, de sentirse emocionado u orgulloso por los logros obtenidos. Así la Iglesia católica incluye la soberbia como uno de los siete pecados capitales, es decir, “que este da origen a otros muchos pecados”, y afirma el papa Francisco, que “dentro del mal de la soberbia, está la absurda pretensión de ser como Dios” (2024).
Existen muchos ejemplos de personas arrogantes y soberbias, a manera de ejemplo tenemos en la Biblia la caída del cielo de Lucifer por su orgullo, que quiso ser como Dios, y la soberbia, orgullo y arrogancia del faraón de Egipto que como gobernante se negó a liberar al pueblo de Israel y se resiste a la voluntad de Dios, mientras que en la mitología griega la expresión “hibris” significa arrogancia, soberbia, transgresión u orgullo que atraen un castigo al traspasar los límites impuestos por los dioses, como sucedió a Prometeo, titán amigo de los mortales que roba el fuego divino desafiando a los dioses y es castigado por Zeus condenándolo a estar en la montaña del Cáucaso, hasta que lo libera Hércules. (García Álvarez, 2019).
Por lo que respecta a las personas arrogantes y soberbias, están por todas partes y convivir con esta pareja es difícil, pues ejerce una soberbia sutil o encubierta, son controladores, egoístas, siempre tienen la razón, y culpan a la pareja de los problemas del matrimonio.
En el ámbito laboral, las personas soberbias y arrogantes creen ser los mejores o más sabios que los demás, estiman que merecen mejores condiciones de trabajo y que tienen derecho de abusar de otras personas (Littlewood,2016), por lo que tomando en cuenta estas cualidades negativas, se indica que en los puestos de trabajo hay que evitar el síndrome del SAPO: soberbia, arrogancia, prepotencia y obstinación (Empleabilidad Cayetano,2023).
Lo anterior también tiene impacto en el ámbito universitario, pues si bien tenemos profesores con vocación, no faltan en ocasiones profesores soberbios, arrogantes y prepotentes, que no cultivan la humildad y la sencillez, tienen comportamientos abusivos exigiendo favores deshonestos a cambio de calificaciones, mientras que no faltan tampoco aquellos estudiantes especialmente con títulos de postgrado que se creen que todo lo saben y hacen alarde de superioridad, avasallando a los profesores del curso.
Pero, además de todo lo anterior, no podemos dejar de mencionar la arrogancia y soberbia institucionalizada, a la que probablemente los ciudadanos pueden verse sometidos ante un sujeto poderoso y otro influyente que imponen su criterio o autoridad al ocupar cargos públicos que los hace sentir superiores a las demás personas o a sus compañeros de trabajo y se hace lo que él dice.
En otras circunstancias, pueden predominar opiniones o criterios de personas influyentes o renombradas, en cualquier acto administrativo e inclusive en decisiones de naturaleza judicial, en la que el servidor público actúa siguiendo esas indicaciones, o por el contrario, su actuación omisiva (art.356), se aleja de la ley cuando no hizo lo que tenía que hacer, por capricho, intereses particulares o convicciones, sin apreciaciones jurídicas o referencia a textos o doctrinas legales, dejando en desventaja a la víctima y a una de las partes en el proceso, y a la vez apartándose de la justicia, por su comportamiento desleal hacia la Administración Pública.
Finalmente, con el objeto de contrarrestar estos comportamientos abusivos que pueden realizar algunos servidores públicos soberbios, arrogantes o prepotentes y desleales que afectan la imagen, prestigio y normal desenvolvimiento de la Administración Pública, tenemos, entre otros, sanciones para los delitos de corrupción (prevaricato) de servidores públicos para favorecer o perjudicar a una de las partes en un proceso (art.346), o Abuso de autoridad por parte de servidores públicos (art.355), que a propósito de esto no han faltado las denuncias y condenas de las autoridades, así como las quejas frecuentes por la mala gestión de los jueces de paz (Lara, 2024).