• 14/03/2022 00:00

Aprendiendo sobre el aborto

“En Panamá, el caso de la niña de ocho (8) años, nos ha obligado a reflexionar sobre todos estos aspectos, y hace indispensable que se den [...] cambios, [...]”

El aborto consiste en la interrupción del embarazo de forma voluntaria o natural. Cuando se hace de forma voluntaria y deliberada es un aborto inducido, cuando ocurre de manera natural y espontánea es un aborto espontáneo, cuando se da consecuencia de un tratamiento médico es un aborto indirecto. El riesgo de mortalidad relacionada con el aborto es bajo, si se practica en condiciones de salubridad e higiene adecuados y si lo hace un proveedor de servicios de la salud capacitado.

El aborto puede ser legal y es lo que ocurre en la mayoría de los países occidentales como: Canadá, Estados Unidos, los países de Europa, Rusia y todos los países de la antigua Unión Soviética. Sin embargo, en otros países es estrictamente reglamentado, como lo es en muchos países de América Latina, en donde existe el aborto terapéutico, o sea que solo se da en caso de que peligre la vida de la madre, en el caso de violación o incesto, o que el feto sea inviable. Algunos países, siguen prohibiendo el aborto prácticamente en todas las circunstancias, mantienen leyes draconianas, injustas y discriminatorias, entre ellos: Nicaragua, El Salvador, República Dominicana, Honduras y Malta, los cuales penalizan hasta el aborto espontáneo e indirecto, penándolo como un homicidio, lo que acarrea penas hasta de 50 años de cárcel, y tiene como consecuencia el incremento de la mortalidad materna, ya que por miedo, las mujeres no quieren acudir al médico.

Penalizar, prohibir o restringir el aborto no consigue reducir el número de abortos o impedirlo, lo único que se obtiene es que las mujeres recurran a abortos clandestinos o inseguros, y como sabemos todos, el aborto inseguro es una de las principales causas de mortalidad y morbilidad maternas, porque se hace en condiciones insalubres, por un personal no calificado, generando un problema de salud pública. Infelizmente, la gran mayoría de abortos inseguros ocurren en países en vías de desarrollo.

Según Guttmacher Institute, en América Latina y el Caribe aproximadamente 5000 mujeres mueren cada año debido a complicaciones relacionadas con abortos inseguros. La OPS -Organización Panamericana de la Salud- indicó que el aborto es la causa principal de mortalidad en Chile, Guatemala, Panamá, Paraguay y Perú.

La mera percepción de que el aborto es ilegal o inmoral da lugar a que el personal de los servicios de salud, la familia y los jueces, entre otros, estigmaticen a las mujeres y las niñas, rechazándolas, criticándolas, degradándolas, o excluyéndolas socialmente.

Obligar a una mujer a mantener un embarazo no deseado o a buscar un aborto inseguro es una violación de sus derechos humanos, porque viola su libre albedrío, la libertad de decidir sobre su cuerpo, su autonomía física, su derecho a la intimidad, su derecho a tener su propia cosmovisión en donde la vida de un ser humano inicia con el nacimiento y no antes (como es el caso para judíos, deistas, libre pensadores, agnósticos, ateos, etc.), además de poner en peligro su salud física y mental.

Es por todo lo señalado anteriormente que se debería despenalizar el aborto y conservar el acceso al aborto terapéutico, libre, seguro y gratuito, hasta el 4to mes o hasta las 20 semanas, al menos en casos de violación, incesto, amenazas a la vida y / o salud de la madre o inviabilidad del feto. Es fundamental despenalizar el aborto y proporcionar a las mujeres acceso a una atención de calidad después del aborto, sobre todo en el caso de niñas y adolescentes.

Las investigaciones demuestran que los índices de aborto se reducen cuando las mujeres reciben una buena educación sexual integral y científica, porque le brindan herramientas a las niñas y adolescentes para que puedan identificar y prevenir los abusos sexuales, porque aprenden a detectar el abuso y lo denuncia a tiempo. También les enseñan herramientas para realizar una planificación familiar, reciben información sobre métodos anticonceptivos modernos, lo cual le permite a la persona decidir sobre su vida. Hay que agregar aquí que, en una buena educación sexual, a los varones también se les educa para que reconozcan las conductas patológicas, antisociales o criminales, para que hagan la diferencia entre pedofilia (trastorno mental que consiste en una atracción sexual de una persona adulta hacia las/os niñas/os) y pederastia (crimen de violación carnal cometido hacia las/os niñas/os), para que adopten conductas de interacción sanas, y no “cosifiquen” a la mujer, que integren que la mujer no es un objeto a su servicio, que siempre la deben tratar con respeto, procurando siempre su consentimiento previo antes de establecer cualquier relación amorosa o sexual con ellas.

Infelizmente en muchos países latinoamericanos se le niega el derecho a la salud sexual y reproductiva, el derecho a una educación sexual científica, a la autonomía física, a decidir sobre su propio cuerpo, así como la correspondiente protección del Estado que se le debe a cada ciudadano.

En Panamá, el caso de la niña de ocho (8) años, nos ha obligado a reflexionar sobre todos estos aspectos, y hace indispensable que se den estos cambios, para que una situación similar, jamás se repita.

(*) Psicóloga, profesora de Ciencias Políticas, miembro de la Red de Derechos Humanos.

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