• 05/03/2021 00:00

Mi lucha contra el cáncer

“Soy uno de los siete miembros de la familia que fueron afectados por el cruel mal, y lo pude superar. Confío en que los que faltan también lo lograrán”

Encontrándose ya Panamá con más vacunas y con menos afectados de COVID-19, me siento con más tranquilidad por supuesto. Quiero escribir sobre mis experiencias con el cáncer, esperando que algunas personas puedan beneficiarse de ellas, siguiendo mi ejemplo.

Desde que tenía 40 años comencé a hacerme dos veces al año exámenes sobre el estado de mi próstata (sangre y rectal, este último muy desagradable, pero necesario). Me atendió siempre mi urólogo, Dr. Carlos Raúl Anguizola. En agosto del 2001 me sentí muy contento, pues mi examen de PSA de la sangre mostraba números muy bajos (1.56). Sin embargo, cuál no sería mi sorpresa cuando el urólogo me realizó el examen rectal, y me comunicó que sentía un nódulo en la próstata que no le gustaba. Muy asustado, le pregunté: “¿Y ahora qué?”. Me recomendó que esperáramos el resultado de la biopsia que debía hacer el Dr. Juan Surgeon, patólogo muy afamado de la Clínica San Fernando. Su diagnóstico, desafortunamente, resultó positivo. En efecto, tenía cáncer. El Dr. Anguizola me recomendó que me hiciera un centelleo para determinar si el cáncer estaba concentrado o se había regado a los huesos o en algunos órganos. Resultó, afortunadamente, que estaba concentrado. Visité, entonces, varios médicos de los EE. UU., los cuales confirmaron, todos, el dictamen original.

Mi buen amigo el doctor Roberto Reyna, famoso cirujano cardiovascular, radicado en Miami, me recomendó que me operara en el Mercy Hospital, que había muy buenos cirujanos y que iba a recibir una atención excelente y, además, que él personalmente estaría presente durante la operación. Le agradecí mucho su fineza, pero yo había decidido operarme en Panamá.

Lo hice en la Clínica San Fernando, administrada por mi nuera Elisa de Lewis, y la operación la realizaría el Dr. Anguizola, quien se había especializado en la técnica que inició, años atrás, el Dr. Welsh del Hospital John Hopkins de Baltimore; quería estar en mi ambiente y junto a mi familia.

La operación fue todo un éxito. Entré al hospital un martes y salí el viernes. Tuve un recobro excelente. A los pocos días me quitaron las sondas y dos o tres semanas después, fui a jugar golf, mi deporte favorito. Tuve temor de que, al jugar, la incontinencia de la orina (que la técnica del Dr. Welsh evitaba y mantenía también intacta la erección), tuviera su efecto negativo, lo cual no sucedió. Hoy, después de 20 años, ni me acuerdo de que estuve operado de cáncer. He ido a hacerme exámenes de rutina y todos salieron muy bien, en los últimos cuatro años dejé de hacerlos por innecesarios.

Es muy importante después de los 40 años hacerse un examen del PSA y el rectal de la próstata, al menos, una vez al año. De esa manera la cirugía u otros tratamientos de radioterapia pueden salvarles la vida a muchas personas. Varios amigos míos que fueron tarde a hacerse los exámenes, hoy los visito en su tumba.

Soy uno de los siete miembros de la familia que fueron afectados por el cruel mal, y lo pude superar. Confío en que los que faltan también lo lograrán.

Dios nos dio a todos valentía, aceptación del mal, el espíritu de lucha, confianza en nosotros y, principalmente, en Él, en la ayuda para la cura.

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