• 01/02/2020 04:00

La presente desunión político-económica de Latinoamérica

“¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos!”, Simón Bolívar. .

“¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos!”, Simón Bolívar.

Muchos panameños recordamos estas palabras del Libertador, consagradas en La Carta de Jamaica, escrita en el exilio. Pero, al mismo tiempo, no tantos recordamos lo que a continuación agregaba: “¡Acaso solo allí podrá fijarse algún día la capital de la Tierra, como pretendió Constantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio!”.

Para una mayor comprensión del pensamiento libertador, conviene recordar que los objetivos de la lucha por la Independencia no debieron ser sorpresa para nadie: Libertad de comercio, Gobierno propio y representativo y la búsqueda de la ilustración. La monarquía española había seguido hasta el final cometiendo en América el mismo error que había instituido en España: no acceder a los deseos manifestados por los más políticamente activos en la población.

Y en Latinoamérica, en medio de la lucha independentista, Bolívar se había referido en el coyuntural Congreso de Angostura a Hispanoamérica como una “sociedad díscola, tumultuaria y anárquica…”. Y lograda la Independencia, se pospondrá para época más civilizada y menos anárquica, la realización del ideal de Miranda, Bolívar y San Martín, de una Hispanoamérica unida política y económicamente. Esto, evidentemente, de cara a un futuro cuajado de promesas y bonanza. No obstante este ideal de unidad continental, los constantes levantamientos, sublevaciones, golpes de Estado y guerras civiles ocuparon la mayor parte del siglo XIX.

De mayores consecuencias, tal vez para nuestro presente y futuro, es el hecho de que muchos de nuestros connacionales, incluso después de nuestra separación de Colombia ya en el Siglo XX, se hayan hecho eco del serio prejuicio colombiano, extendido de sur a norte del continente americano. Me refiero a desconocer que al Independizarnos de España, el 28 de Noviembre de 1821, esto se realizó con exclusión de lo que inicialmente fue La Gran Colombia. En efecto, con independencia de las Batallas que consagraron la Independencia de Colombia (Boyacá en 1819) y Venezuela (Carabobo en 1821), nos unimos a La Gran Colombia y no a Colombia, cuyo presidente era precisamente Bolívar, un venezolano.

A este respecto nos dice el profesor Bonifacio Pereira: “En primer término, ¿qué era la Gran Colombia? Ni nada más, ni nada menos que una gran confederación de pueblos… Al unirse Panamá… con qué criterio lo hacía? Pues con el de un Estado independiente y soberano… ¿No fue esto lo que hicieron Venezuela y Colombia?...

Desafortunadamente esa Gran Colombia, hoy seis Repúblicas —Colombia, Venezuela, el Ecuador, el Perú, Bolivia y Panamá— se desmembró muy pronto, empezando por la separación de la propia Venezuela. Ello, por razón de las distancias, difícil comunicación y liderazgos diversos. Mas, con todo, ello no debe ser óbice para la necesaria unificación no solo de la parte norte de América del Sur, sino también de países del extremo sur (que también tuvieron sus esfuerzos federativos) y de los generalmente menores territorios en Centroamérica. Bolívar incluso consideró que la frontera noroeste del Istmo de Panamá debía extenderse hasta lo que hoy es Honduras.

Las limitaciones de espacio nos impiden extendernos sobre la permanencia de Panamá como parte de Colombia durante el resto del Siglo XIX y hasta La Guerra de los Mil Días. Eso sí, es perentorio recordar que Panamá procuró también recuperar su independencia en tres ocasiones. Con José Domingo Espinar en 1830, con Juan Eligio Alzuru en 1831 y con Tomás Herrera en 1840.

No sería hasta inicios del Siglo XX, cuando nuestro renovado interés por la Independencia coincidió con el interés de los Estados Unidos por construir el Canal Interoceánico, bien por Panamá o por Nicaragua, tras el fracaso del Canal Francés y la pesadumbre que ello produjo en la población del Istmo.

Pero hay más todavía: nuestra eventual separación de Colombia en 1903, creó un vínculo muy particular entre nuestra parcialmente más conservadora cultura colombiana y la poderosa influencia en nuestro país de Norteamérica, con su diferente cultura, que pudiésemos llamar más liberal. Curiosamente, era precisamente el sector más conservador de la nueva República el más expuesto a la influencia incluso educativa (obligatoria y gratuita) y a las iniciativas comerciales del norte. En todo caso, como bien explica en su libro “El Crecimiento del Oeste”, el profesor William McNeill, al referirse a la conservación de la cultura y al mismo tiempo avance civilizador, “desde antes del cristianismo, la cultura exhibe una compleja interrelación entre lo conservador y lo innovador”.

Otra particular situación a comienzos del Siglo XX (que incluye por supuesto la trascendental construcción del Canal entre 1904 y 1914) fue la desaparición del Partido Conservador, uno de dos partidos tradicionales de Colombia, que vino a ser reemplazado por diversas modalidades del Partido Liberal. Pero, otra vez resultó desafortunada la consecuente diversidad de los mayoritariamente supuestos partidos nacionales, sin mayor diferencia real en cuanto a su enfoque económico-político. A nuestro entender, esto ha mantenido alejado del quehacer político a muchos panameños meritorios, cuyo aporte puede y debe contribuir tanto al diagnóstico de nuestros problemas más graves y urgentes como a sugerir inteligentes, razonables y adecuadas mejoras de cara al futuro nacional.

Entre nuestros problemas tradicionales más graves se encuentra, desde la Colonia, aquello de que “la Ley se acata, pero no se cumple”, consecuente por demás con el poco respeto a la Ley y al Estado de derecho, en que la Ley está por encima de las personas. Una consecuencia directa de lo anterior la constituye la tendencia a la politización de nuestro Órgano Judicial, lo que ha llevado a muchos a considerar más perjudicial que los problemas, el someterlos a tribunales parcializados.

Lo anterior resulta tan cierto que, con frecuencia, es preferible acudir a arbitrajes. No debemos olvidar que estamos tratando de “la observación de las leyes”, algo que predicaba Confucio a los Príncipes chinos 500 años antes de Cristo.

Hemos conocido sí, en materia política, desde las asociaciones más conservadoras hasta aquellas de una izquierda que todavía sigue la ideología totalmente transformada en la propia antigua Unión Soviética, como consecuencia de la caída del Muro de Berlín y lo que el mismo simbolizaba y significaba. ¿Será esto un reflejo del llamado Mundo Subdesarrollado, donde frecuentemente el 50 % o más de la población no cree en la Democracia? Valga agregar que en el Primer Mundo existen, además, multitud de grupos no gubernamentales, que generan opinión y hasta políticas autorizadas.

De lo que no cabe duda es de que nuestra anterior y tradicional economía agrícola y ganadera, con cierta actividad comercial que habíamos conocido desde la Colonia y las famosas Ferias de Portobelo, pasamos a una especie de Clase Media del mundo occidental, con limitaciones que nos impone el mercado interno para el desarrollo industrial.

Clase Media dentro del llamado Tercer Mundo, con el contrasentido de tener uno de los, proporcionalmente, más altos ingresos económicos, pero a la vez una de las más desproporcionadas distribuciones del ingreso nacional. Una “Suiza de América”, desde el punto de vista de su desarrollo bancario, pero sin la experiencia de Gobierno local fuerte a nivel de los cantones, y con focos de pobreza que incluyen verdaderas “favelas” en las ciudades y a nuestros tres grupos indígenas, de los cuales nos acordamos casi únicamente para las elecciones.

En otras palabras, con grandes oportunidades para una sustancial mejora futura, como Estado, y acercamiento al denominado Primer Mundo, tal como efectivamente sucede en países pequeños como Dinamarca y Noruega en Escandinavia. ¿Y qué decir de la verdaderamente neutral, tradicional y esencialmente germánica Suiza europea, a la cual se ha dicho, en broma y en serio, que alcanzaremos en 3 mil 300 años y algunos meses más?

Tal vez por ello necesitamos, con prioridad, el establecimiento de incentivos especiales para la producción sobre todo en el interior del país y la creación de asociaciones mixtas en que participen al mismo tiempo los productores y los importadores. Así como el manejo científico de nuestros bosques y el debido enfoque a ilimitados recursos marítimos. En todo caso, contamos con características propias que nos diferencian de otros países hermanos, lo que puede confirmarse fácilmente al viajar por el continente.

Profesor de Derecho y escritor.
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