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Guillermo Chapman: ”Varios agentes calificadores lo han dicho públicamente, ojo con Panamá”
- 07/08/2022 11:25
- 07/08/2022 11:25
Cambiar el modelo económico. Es lo que ha sonado en la mesa única del diálogo desde que se instaló con el ánimo de aplacar los ánimos de los grupos sociales, entre otras cosas, mediante subsidios para la canasta básica. Lo que ocurre en Panamá lo miran con mucha atención las entidades que nos prestan dinero. Las mismas que otorgan la calificación de riesgo al país, lo que puede afectar en el futuro el acceso al crédito y las tasas de interés. Nuestro entrevistado, Guillermo Chapman, economista y exministro de Planificación y Política Economía (1994-98), dice que nos observan muy de cerca. El riesgo de prometer sin hacer recortes al presupuesto nacional conllevaría a otros problemas financieros, reduciría aún más las maniobras del gobierno para hacer frente a los nuevos compromisos. La idea consiste en definir a qué país del mundo queremos parecernos y luego hacer las correcciones. Para ello se requiere de una decisión nacional y un rumbo fijo, éste último ausente desde que recuperamos el Canal y después concretamos su expansión.
Es importante explicar qué son los modelos. La gente se está asustando con el término porque ahora están averiguando de qué están hablando cuando se dice que se quiere cambiar el modelo. Los componentes principales de un modelo son quién es el dueño de los medios de producción. Quién es dueño de las fábricas, los comercios, hasta la empresa más pequeña. Eso va desde el gran productor o la empresa más grande hasta el ciudadano común. Segundo, cómo se establecen los precios. En el modelo que teóricamente se llama socialista, que políticamente se ha llamado comunista, el estado es el dueño de todos los medios de producción, de toda la lista, de arriba hacia abajo, se decide qué se va a producir y los precios que tendrán esos productos. Así se producen las grandes distorsiones por el exceso de producción y la escasez de otros. El otro modelo extremo es el que todo está en manos de los privados y hay mucha libertad de hacer. Un modelo extremo de esto último es el de Estados Unidos. A mí no me gusta ninguno de los dos. ¿Cómo nos movemos hacia un modelo? Lo primero que debemos decidir es a qué país queremos parecernos. Cuáles son las características de los países en que hay bienestar, un nivel de justicia, servicios, agua, y movernos en esa dirección. Eso implica gastarnos una década sembrando para empezar a cosechar. Eso no se va a resolver en una mesa de diálogo, esa mesa única del diálogo está tocando los síntomas, pero no está profundizando en las causas que tienen raíces profundas. Eso va a hacer crisis y es un engaño total a la población del país. En “x” tiempo esos problemas van a estar haciendo crisis nuevamente y lo que estamos viviendo lo viviríamos repetidamente.
Es verdad, no he visto ningunas señales, pero yo creo que es responsabilidad de los gobiernos, de los políticos, de lo cual no tengo ninguna esperanza de los que están en el panorama, de educar al país con líderes empresariales que no están en la economía de amiguetes y que entienden que este es un problema serio, de ética nacional y de conveniencia. Atacar esos problemas para vivir en un país que uno esté tranquilo, donde no haya estas tensiones sociales, estas injusticias en la calidad de la vida. En algunos segmentos del gremio privado veo manifestaciones en estos temas, es un inicio.
Tendríamos que dividir entre dos tipos de inversionistas. Uno es el que compra los bonos y hace préstamos directos que son las instituciones financieras internacionales. Los compradores de bonos que son esenciales para poder cubrir el déficit que consuetudinariamente tenemos todos los años, se guían por las calificadoras de crédito. Las calificadoras se hacen dos preguntas: ¿el gobierno tiene recursos para pagar? Si la respuesta es que sí, hacen las cuentas que elabora el MEF y corroboran. La otra pregunta es si quieren pagar, si la respuesta también es afirmativa, el país tiene grado de inversión. Eso lo están poniendo en una observación más detenida en este momento. Varios de estos agentes calificadores lo han dicho públicamente, ojo con Panamá. O sea que ellos tienen la duda de cómo se va a pagar por esos subsidios. Entonces regresamos a la pregunta. Hay que dimensionar el subsidio, no se puede acceder a todo lo que se pide porque no hay recursos para eso, y tienes que hacer recortes, cortar gastos en el sector público para pagar esto. Yo creo que, ante la amenaza no velada, más o menos definida de las calificadoras de crédito, habría que ponerle mucha atención a no aumentar el déficit proyectado para este año.
Yo no te podría responder sí o no. Te diría que es un tema al que debemos prestar mucha más atención ahora de lo que le pusimos en el pasado. Ya nos tienen en la mira. Estamos en el último peldaño, antes estábamos más arriba, bajamos ese peldaño y ya.
Nos reducen el acceso al crédito, se nos suben los costos de los intereses a todos: gobierno, banco, casas, empresa privada.
Creo que, manteniendo el nivel de gasto, eso no tiene un número, mientras el gasto no sea más del 1% o 2% del Producto Interno Bruto, está bien. Vamos a ponerlo de esta forma, para el presupuesto del próximo año, que el déficit no exceda de más de $1,400 millones. Hemos tenido déficits de más de $3 mil millones.
Políticamente es imposible. Si lo vemos estrictamente como un problema matemático de las finanzas públicas, la respuesta sería sí. Si lo miramos como un problema social y político habría que preguntarnos si la población estaría dispuesta a que le suban un impuesto en este momento.
Concuerdo que es un profesional sumamente capaz, una persona seria, muy respetado entre los colegas y a nivel internacional. Me parece que su trabajo se ha concentrado en tratar de mantener las finanzas públicas dentro del marco de lo viable. Es decir, un nivel de déficit que no asuste demasiado a los financistas internacionales y que le permita al país salir adelante. La recomendación personal que le daría es que le dé más valor y más efectividad a esas características tan positivas suyas. Él, dentro del gobierno, puede tener mucha más influencia en orientar las cosas, no solo el nivel del gasto, sino hacia dónde va el gasto y cómo se gasta. Tarea que en buena medida debe hacerlo la Contraloría, pero en ausencia de una Contraloría realmente eficaz, creo que el ministro puede ejercer una presión moral dentro del gabinete para aguantar esas cosas. Es una recomendación personal y espero que la tome a bien.
No, no. Necesitamos una ley de salarios de los empleados públicos porque hay situaciones en que los choferes ganan más que los ingenieros, y la secretaria que gana más que otros.
(Risas) El Suntracss sí lo tiene. Pero el resto no lo está haciendo. Hay muy poca gente clara en ese sentido. Hay quienes tienen ideas claras en sectores en términos de desarrollo industrial, por ejemplo, logística, turismo, pero no global.
Primero debo manifestar que en el fondo me siento, no diría optimista, pero sí positivo en el sentido de que creo que vamos a salir de esta. Hemos vivido incidentes mucho más serios en nuestra historia y nos hemos puesto de acuerdo. Ha habido consensos organizados, discusión con calma de los problemas nacionales, yo creo que eso lo podemos plantear una vez salgamos de esta crisis. En cuanto a la pregunta, creo que es pan para hoy y hambre para mañana. Ataca el síntoma, pero no el problema. Es posible que se aguante con un nivel de precios controlados, que no aumenten por un rato y que eso apacigüe un poco la situación de la población que pasa problemas muy serios por el costo de la vida, que es alto en comparación con el nivel de ingresos.
Es un problema de fondo que no se resuelve controlando los precios porque los costos cambian, los gustos cambian. Los que producen una gama de productos, de los cuales uno está controlado, ajustan el precio del resto. Hay una serie de mecanismos. Panamá vivió por 50 años con un control de precios que al final era un chiste. Todo el mundo le daba la vuelta, cuando se eliminó nadie se dio cuenta. De manera que, si esto no tiene un plazo, lo más corto posible de tres meses, y en ese periodo enfrentar un plan profundo de las causas del problema, no se soluciona. Por qué los precios, por ejemplo, de los alimentos, medicamentos y energía eléctrica son tan altos. Eso va a tocar muchos intereses, tanto de empresarios, como de una serie de personas que están en toda la cadena, incluso de funcionarios públicos que se benefician de la situación. La pregunta es si queremos sincerarnos con nosotros mismos y atacar el fondo de los problemas.
La primera tarea es sacar papel y lápiz y poner un valor a eso. Lo que implica subsidiar los productos establecidos, por otra parte, hay que hacer otra tarea de identificar específicamente, no en términos generales, los recortes de los rubros específicos y ponerle números a eso. Tener un presupuesto, de manera que se pueda saber cuánto dinero hay disponible para atacar los problemas y ver qué se puede financiar con eso.
Te sorprenderías, pero nuestro nivel de subsidios no es mucho más alto que otros países con lo que tenemos hasta ahora. Cifras comparativas de América Latina revelan que es el continente de los subsidios. En eso nos parecemos a nuestros países hermanos. No por eso lo vamos a mantener así. Eso es desviar recursos que podrían a más largo plazo beneficiar a la población si se manejan focalizándolos y condicionándolos.
Es evidente que eso no está planteado en el presupuesto de $27 mil millones, que realmente hay que restar lo que prestan los bancos al Estado, de manera que lo que gasta el gobierno y otras entidades autónomas es la mitad de eso. Lo que veo es que hay que hacer dos tareas: cuantificar lo disponible por medio de recortes este año y lo que se puede gastar el próximo año y reformular el presupuesto. Con ese presupuesto no se resuelve nada en cuanto a los temas planteados de los subsidios. Los subsidios son de dos órdenes, los que ya tenemos son aproximadamente $2,600 millones, que es más o menos lo que paga el Canal al gobierno. A eso hay que añadir los nuevos subsidios, al final podemos terminar con $3,500 millones, no sé cuánto, pero la tajada del león del presupuesto se va al subsidio.
No lo es. Primero creo que los subsidios en el corto plazo, a pesar de que la extrema derecha me va a entrar a palos por esto, los subsidios no podemos cortarlos. Son esenciales para la supervivencia y financiamiento de la vida de un porcentaje importante para la población. Incluso al medir los niveles de pobreza antes y después de los subsidios efectivamente, a nivel global, el subsidio tiene un efecto en reducir el nivel de pobreza. Lo que no podemos hacerlo es permanente y que la gente dependa de los subsidios para vivir. Hay que focalizarlos, poner más específicamente a quién van y hay que condicionarlos.
Los puedes ir disminuyendo con el tiempo.
Hay mucha gente que es proclive a las medidas radicales. Una medida radical puede levantar una explosión social. Tienes que dosificar la reducción.
Hay que poner una meta. Cuánto en dinero quiero ahorrarme para atacar los síntomas que nos hemos comprometido atender en la mesa única del diálogo. Luego hacer un plan creíble. Esto puede consistir en que todos aquellos que estén recibiendo una pensión y sigan en la planilla les doy tres meses para que se acojan un plan atractivo para que se retiren del sector público bajo el compromiso de no reengancharse en el sector público en un futuro. A los tres meses, quienes no se acojan, se retiran de acuerdo con la jubilación y después poner un plan de no reemplazar a quienes renuncien, jubilen o fallezcan. Que sea un plan creíble. Con eso se puede ahorrar bastante. Hay que sentarse a hacer la tarea.
Primero nos quitaría una serie de barreras que tenemos para acceder bien al crédito. En algunos países piden tantas exigencias a los bancos ahí radicados para tener negocios con Panamá, que algunos optan por cargar más intereses o no hacer negocios. El problema de seguir en las listas es que nos pongan en la peor categoría, que eso se exacerba y que vivimos del crédito internacional. Tenemos una venoclisis con el sistema financiero internacional y por ahí nos está entrando capital todos los años de forma importante. Si nosotros paramos eso, el país no se estanca, pero vamos a crecer a una velocidad más lenta, no vamos a ver cambios importantes en la calidad de vida de la gente.
Los más optimistas dicen que el próximo año.