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Tauromaquia y las transformaciones del Panamá urbano
- 14/01/2023 00:00
- 14/01/2023 00:00
Las corridas de toros en Panamá han existido como parte de la tradición colonial española. Su reanudación en el siglo XIX, entre los años de 1840 y 1890, surge como un nuevo dinamismo social, marcado por la valoración y organización del comercio del entretenimiento y una particular ocupación del espacio público. Estaban incluidas en la programación de festividades oficiales como la independencia de Panamá de España, la celebración del traslado de la ciudad o el inicio del año. Reunía a ganaderos y empresarios que compraban los derechos de las plazas y organizaban las corridas taurinas. Una actividad de gran arraigo y mezcla social, con una audiencia creciente y multifacética, compuesta por miembros de diversos estratos sociales, tanto de las élites como de grupos populares.
Las corridas de toros ocuparon, de manera temporal, cada una de las plazas públicas de la ciudad.
“En el patio del cuartel de la plaza Chiriquí se organizó una barrera con gran expectativa, pero hubo mucha desilusión por los resultados debido a la falta de conocimiento de los participantes. El lugar fue adecuado para el espectáculo con un gran público” (Star and Herald, 10 de julio de 1855).
“En la plaza de la Catedral, como parte de la programación de las festividades del 28 de noviembre, se guardan algunos toros” (Star and Herald, 27 de noviembre de 1855).
“La plaza de toros cerrada en la plaza del Triunfo era el centro de atracción. Los balcones de las casas circundantes llenos de bellas y bien vestidas damas presentaban un aspecto muy animado y atractivo. Todo salió bien, y no escuchamos nada desagradable durante los seis días de festejos” (Star and Herald, 4 de diciembre de 1860.
“En las celebraciones del 28 de noviembre los empleados públicos salían con el estandarte de la bandera colombiana en una cabalgata presidida por el primer magistrado del Estado y acompañado de una banda militar en dirección al lugar donde estaban encerrados los toros destinados a la lidia, los que fueron traídos al toril, situado al costado de la iglesia de Santa Ana. Aquí se encerraron los toros y con esto termina el acto llamado el encierro” (Star and Herald, 4 de diciembre de 1877).
A medida que cambiaban las sensibilidades y aumentaban las preocupaciones de orden y saneamiento, la presencia del ganado en la ciudad era discordante y por tanto se procuraba mantenerlo alejado en áreas suburbanas y/o rurales. El gobierno local emitió una disposición en 1880 que solo permitía la lidia de los toros en Santa Ana y no se hacía extensiva a San Felipe. Esto tendrá un impacto futuro: cada una de estas desoladas plazas convirtieron su uso en parques públicos, con vegetación, glorietas y mobiliario urbano. Este cambio plantea un debate relacionado con la adhesión a los ideales e imaginarios de la modernidad, una discusión entre dos fundamentos: la continuidad con ciertas “tradiciones” que venían de los antiguos dominios o la ruptura definitiva con todo lo que recordaba a la colonia y la adherencia a parámetros observados en las naciones “civilizadas”.
En una de las bifurcaciones de los caminos coloniales, hacia el Polvorín y los trayectos hacia Cruces y Gorgona se encontraba Vista Alegre y la finca de Perry's Hill, propiedad de Domingo Diaz y Elisa Arosemena de Diaz. En 1914 se construye allí una nueva arena taurina. La finca fue registrada en 1913, pero una sección de estos terrenos quedó siendo parte de la Zona del Canal. Para facilitar la accesibilidad hacia la plaza de toros y Bella Vista, la línea de tranvía se aumentó a una frecuencia a 16 minutos (Star and Herald, 14 de febrero de 1914).
La tauromaquia local se alejó del paradigma estatal para convertirse en un modelo de negocio. La retribución de los promotores de eventos (empresarios, empresas taurinas y diversos empleados vinculados al buen funcionamiento de los espectáculos) pasó a depender de la satisfacción de los pagadores. Conquistar al público era una necesidad para mantener el negocio. Para ello, los promotores tuvieron que prestar atención a muchos detalles: la elección del ganado, la actuación de la compañía, la comodidad de la plaza, el orden del espectáculo; con sus adornos, vestimenta, banda de música, entre otras cosas. También era sede de funciones de boxeo y lucha, así como de celebraciones especiales como la corrida de toros en honor a la independencia de Estados Unidos (Star and Herald, 26 de julio 1914).
Una vez desmantela la plaza de toros, la finca Perry's Hill fue urbanizada por sus herederos Domingo Diaz Arosemena e Isabel Diaz de Jiménez en el año 1939. La vivienda construida responde a una variedad estilística entre el neo-historicismo, neo-hispánico y art-decó; con una diversidad tipológica residencial en densidad, una gama de edificios plurifamiliares, compatibles en escala y forma, ubicadas en un vecindario caminable, respaldado con opciones de transporte público y comercio minorista. Los tipos de edificios, como dúplex, cuádruples y edificios con patio brindan diversas opciones de vivienda, sin el costo y la carga de mantenimiento de una vivienda unifamiliar. Se encuentra en medio de un espectro, entre viviendas unifamiliares y edificios de apartamentos de altura media a alta, en términos de forma y escala. La parte más elevada del terreno había sido segregada y se vendió en 1940 a una congregación religiosa que construiría el colegio Javier.
La fiesta de toros en las plazas urbanas de Panamá, como escenarios para el ocio y la recreación, significó la revalorización de la vida en el campo, más sencilla y natural, un espacio popular y nacional. También fue una respuesta a las nuevas hegemonías culturales, principalmente europeas (Francia e Inglaterra). Fue reanudada como una elaboración cultural de las elites nacionalistas en Panamá, a partir de 1914, en búsqueda de una identidad y adopción de rasgos distintivos, mirando a España, en el ocio y la recreación, así como en la arquitectura (La Exposición, Bella Vista, Vista del Mar, Nuevo Bella Vista y Perry's Hill); a pesar de las diversas actitudes hacia la actividad taurina, para algunos una actividad bárbara y contraria a la civilización.