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Economía azul, el camino hacia una recuperación resiliente
- 29/11/2021 00:00
- 29/11/2021 00:00
El océano es clave para el bienestar y la prosperidad de la humanidad. Es fuente de alimentos, energía, materias primas y transporte, pero sus ecosistemas marinos están entre los más vulnerables, pese a que secuestran más de la mitad del dióxido de carbono de la atmósfera y generan más de la mitad del oxígeno del mundo.
Los impactos que sufren van desde el declive de muchas especies causado por la sobrepesca y los plásticos vertidos en el océano, hasta las explosiones de ductos petroleros. Aunado a los impactos del cambio climático en las zonas costeras del mundo, como el aumento del nivel del mar y la acidificación de los océanos.
El debate sobre cómo frenar la degradación ambiental en los mares y a su vez aprovechar los recursos que generan estos ecosistemas de forma sostenible ha dado pie a enfoques como la economía global de los océanos, llamada también economía azul. En esta publicación, un grupo de especialistas exponen las oportunidades y retos que tiene Panamá para desarrollar esta corriente económica.
La economía azul se deriva de la economía verde, siendo parte de la misma. La economía verde se ocupa del manejo sostenible de los recursos naturales para la generación de valor. Mientras que el concepto de economía azul se refiere a la aplicación del enfoque de la economía verde en la economía de los océanos.
El concepto de economía azul fue desarrollado por el empresario belga Gunter Pauli, bajo los principios de que es posible crear un sistema económico que emule los ecosistemas naturales, de cero desechos y un desarrollo sostenible de los océanos.
La economía azul se refiere al aprovechamiento sostenible de los recursos marino costeros como estrategia de desarrollo social, económico y ambiental. La Conferencia de Naciones Unidas planteó el concepto en el año 2012 bajo el concepto de desarrollo sostenible y es parte también de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, en particular el 14 que habla de vida submarina.
Desde el 2007, la misión de Pauli es “promover industrias oceánicas y acuáticas sostenibles y basadas en la ciencia”. El concepto de economía azul se fundamenta en la generación de valor en las áreas costeras desde el aprovechamiento de los recursos marinos, bajo criterios de sostenibilidad social, económico y ambiental. El camino para lograr una economía azul se basa en la innovación de los modelos de negocio y la tecnología.
Así lo expresó el pasado, 23 de noviembre de 2021, el vocero internacional Michael B. Jones, presidente de TMA BlueTech, un asociación industrial sin fines de lucro y organizadora del clúster BlueTech más grande de Estados, durante el foro virtual “Hacia la Economía Azul Sostenible en Panamá: Retos y Oportunidades”, organizado por Grupo BID en conjunto con el Smithsonian Tropial Research Institute (STRI), con el apoyo del Ministerio de Ambiente, la Cámara Marítima de Panamá y la Autoridad de los Recursos Acuáticos de Panamá (ARAP).
El océano comprende el 70% de la superficie terrestre y se estima que el 80% de la vida está en los ecosistemas marinos. Además, la mayor parte del transporte comercial, hasta un 90%, se realiza en el océano y 30 millones de empleos dependen de los ecosistemas marino-costeros. Se estima que la economía global del océano está valorada en $1.5 trillones y se espera que se duplique para el año 2030, de acuerdo con datos del Banco Mundial.
“Desde el punto de vista marino bruto anual, representaría la séptima economía respecto al producto interno bruto de un país. Eso es lo que significaría un poco el aporte del océano en su contribución al mundo y así lo podemos valorizar”, afirmó el pasado 29 de septiembre de 2021, el ingeniero naval y buzo especialista, Luis Eduardo Mora Riquelme, durante el foro “Economía Azul en Panamá: Hoja de Ruta hacia un país sostenible”, organizado por la Cámara Marítima de Panamá (CMP).
Al analizar y estudiar la historia de los países que se han desarrollado a través de los intereses marítimos como Japón, excepto Inglaterra y Estados Unidos, según Mora Riquelme, se puede observar que le han dado un valor estratégico, fundamental e importante al mar. Se estudia su proyección en todo el ámbito, por lo tanto, está dentro de su geopolítica (actividades marítimas) e intereses marítimos que está relacionados con: transporte marítimo, actividad portuaria y actividad pesquera, desarrollo industrial de las economías y la necesidad de obtener recursos alimenticios de los océanos.
“Intereses marítimos son todas aquellas actividades que desarrolla un determinado país para el aprovechamiento de los océanos, las costas y sus aguas jurisdiccionales con los recursos naturales o artificiales, que en ellos, el lecho y el subsuelo contengan, con el propósito de generar beneficios para la nación”, expresó Mora Riquelme.
Subrayó que en el caso de Panamá, una pequeña franja de tierra rodeada de mar con una extensa zona costera con una longitud de 1.700,6 km en el Pacífico y 1.287,7 km. en el Caribe, el Canal es el recurso artificial más importante que tiene el país.
En este sentido, detalló que entre los intereses marítimos importantes que tiene el país, en primer lugar están los puertos, canales y terminales marítimas, que es el fuerte valor que hoy día tiene y desarrolla el país, respecto a todo su sector marítimo y portuario del Canal de Panamá.
Así como también otras infraestructuras de explotación (yacimientos mineros, hidroeléctricos, etc), que todavía no están muy desarrollados; flotas pesqueras y sus instalaciones; industria naval (astilleros y servicios); infraestructura de investigación científica; turismo, deportes náuticos y recreación; plataformas petroleras costa afuera; infraestructura y centros acuícolas; y patrimonio cultural subacuático.
Por lo tanto, “ya no es economía verde como lo veníamos haciendo, ya no hay que ocuparnos de un manejo sostenible del recurso natural como lo veníamos haciendo en los últimos 10 o 15 años, sino que ahora es preocuparnos de un concepto de todo lo que deriva de la producción que se hace de los océanos. Hoy en día la OMI (por ejemplo) está preocupada por la huella de carbono que están generando las naves, porque el tráfico marítimo es el que tráfico mayor que hoy en día existe a nivel mundial. Solo el 80% se mueve a través del mundo marítimo, por lo tanto se está haciendo un enorme esfuerzo para reducir la huella de carbono que generan los buques que navegan por el mundo”, dijo Mora Riquelme.
En la ruta de la economía azul, el Canal de Panamá apunta a ser "carbono neutral" y eliminar las emisiones de CO2 antes del final de esta década. En 2020, el Canal de Panamá ayudó a reducir más de 13 millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono (CO2) en comparación con las rutas alternas, como Suez, Cabo de Hornos y Cabo de Buena Esperanza.
La ruta acuática, que mide 82 kilómetros de largo y conecta los océanos Atlántico y Pacífico, funciona con un sistema de esclusas a distintos niveles, que se abastecen de dos lagos artificiales en la cuenca del Río Chagres. Los lagos artificiales Gatún (1913) y Alhajuela (1935) alimentan no solamente a la vía interoceánica, por la que pasa el 6 % del comercio mundial, sino también al 55 % de la población de Panamá.
El Canal de Panamá aplica desde 2020 sobretasas por el uso del agua dulce para el tránsito de buques en el marco de un plan para enfrentar la escasez del líquido causada por las consecuencias de la crisis climático, y trabaja en proyectos futuros para garantizar la plena disposición del recurso hídrico.
En su visión, Panamá también trabaja en la elaboración de una Política Nacional de Océanos, Estrategia y Plan de Acción Nacional, liderado por el Medio Ambiente, lo cual es clave porque será la primera y fundamental que tendrá, comparado con otros países como Chile y Colombia que ya dos o tres versiones.
Además está en camino de la transición energética para garantizar el acceso a una energía asequible, confiable, sostenible y moderna para todos (Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS-7), promover las energías renovables; aumentar la eficiencia energética y posicionar la movilidad eléctrica.
Asimismo, sobresale entre los países del mundo en la clasificación de carbono negativo. Panamá, Bután y Surinam son los únicos países en todo el mundo cuyos bosques absorben más gases tóxicos de los que emiten por actividades humanas.
Firmó la Declaración de Países Carbono Negativo el pasado 2 de noviembre en la COP26, en Glasgow, Escocia. Las Naciones Unidas declaró 2021-2030 como la década de los océanos. En junio de 2021 también cumplió con la iniciativa climática global 30x30, ampliando un 30% la protección de las áreas marinas de la República antes del año 2030.
La economía azul se enfoca en la sostenibilidad de los océanos para el crecimiento económico. El reto está en proveer beneficios sociales y económicos para las presentes y futuras generaciones, proteger y restaurar la diversidad y los valores intrínsecos del ecosistema marino, así como también basarse en tecnologías limpias y en un flujo circular de materias renovables, según el Foro Mundial para la Naturaleza.
Así, el Grupo BID y sus socios, con el apoyo institucional para ampliar y aplicar los fundamentos de la economía azul en América Latina y el Caribe, tienen por objeto facilitar el desarrollo y la gestión sostenibles de activos costeros valiosos y preservar el capital natural de la región.
“La economía azul es nuevo desafío que todos los habitantes debemos a sumir con responsabilidad para contribuir a minimizar el daño causado por la intervención del hombre sobre nuestro ecosistema marino costero”, expresó Estanislao Thomas, miembro de la Asociación ambiental siglo XXI de la comunidad de Dudori, distrito Jirondai de la Comarca Ngäbe, cuya misión es preservar y defender los recurso marino (bosque de manglares, pesca artesanal) costero existente para las futuras generaciones.
El productor de café orgánico de la variedad robusta a 0 metro sobre el nivel del mar en la comarca, contó que, por ejemplo, en las zonas de convergencia se registra un exceso de pesca con redes o trasmallo en las desembocadura de los río Mancreek, Boca Guariviara y río Manatí.
Además, la tala de los manglares para uso de construcción de rancho y leña para cocinar, la caza de animales silvestres como: venado, saíno, conejo; así como intervención de los moradores del área sustento de su familia, afectan en gran medida al frágil ecosistema.
En ese contexto, considero que se debe “incentivar” a los pobladores actuar con inteligencia e implementar nuevo modelo de negocio que no afecte al recurso marino. “Se debe implementar para el desarrollo económico: el ecoturismo rural y la conservación de flora (manglar)y fauna existente en diferentes zonas de vida”, comentó el defensor ambiental, que también ofrece servicio de taxi (lancha Fito) en la laguna de la comarca Ngäbe.