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- 28/02/2025 10:04
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Una de las razones principales del sufrimiento es el significado de las cosas en nuestra mente. Cómo las vemos y percibimos, de acuerdo a nuestras experiencias pasadas.
Sin embargo, a través de el cambio que genera trabajar en conocerte, empoderarte y poner la energía en ti, hace que uses mejor tu energía en vez de suponer escenarios.
Es muy frecuente que en sesión de mentoría las personas dediquen tiempo a relatar cómo han vivido situaciones, pero más tiempo tratan de contar qué ha hecho otra persona y le buscan la explicación, respuesta y pierden su valioso tiempo tratando de explicar algo que corresponde a la mete de otra persona.
Mi desafío en ese caso es ayudarlos a volver al centro, a ellos mismos, ¿qué importa las razones por la cual otra persona hizo o no algo? Aquí lo importante es: ¿qué debes hacer tu con eso?
Como si saber te hiciera sentir mejor, necesitar tener una explicación muchas veces es tu propio ego tratando de justificar algo. Si duele, está el ego operando, sin embargo, cuanta energía se pierde en ese proceso.
Los seres humanos quieren saber la verdad pero luego, no aceptan las formas a través de las cuales la verdad se manifiesta, para ello una excelente forma es el relato, las historias o los cuentos. Hoy comparto contigo uno que leí en un libro de Antony De Mello:
Un maestro aprendió a ser un educador prudente y compasivo del modo más difícil que hay, cometiendo muchos errores. He aquí uno de ellos.
Siendo director de una escuela, se le acercó un alumno a decirle que quería marcharse a otra escuela.
«¿Por qué, hijo mío? ¿Pasa algo malo? ¿Hay algo que te entristezca? Tus notas son buenas...»
«No. no pasa nada malo, señor. Sencillamente, quiero marcharme.»
«¿Se trata de los profesores? ¿Hay algún profesor que no te guste?»
«No, señor, no se trata de los profesores.»
«¿Se trata, entonces, de otros alumnos? ¿Te has peleado con alguno de ellos?»
«No, no es nada de eso.»
«¿Es cuestión económica ? ¿Te resulta excesivamente cara la pensión?»
«No, señor, tampoco es eso.»
El director se quedó callado durante un buen rato, confiando en que su silencio le haría hablar al muchacho.
De pronto, éste empezó a llorar ya enjugarse las lágrimas. El director supo que había vencido y en el tono más suave y comprensivo de que era capaz, le dijo: «Lloras porque algo te molesta, ¿no es así?»
El muchacho asintió con la cabeza.
«Está bien. Dime, pues, por qué lloras.»
El muchacho se le quedó mirando fijamente y le dijo: «Por todas esas preguntas que está usted haciéndome.»
Me invitó a reflexionar sobre la falta de aceptación a lo que es y a la necesidad de tener respuestas que nos gusten y coincidan con lo que nuestro ego necesita.
Te invito a reflexionar juntos: ¿Conectó el maestro con ese niño?, ¿Comprendió su necesidad o motivación?, ¿Crees que ese niño se sintió comprendido?, ¿Qué pudo haber hecho diferente?, ¿En qué ocaciones puedes estar actuando como ese director?
¡Te propongo practicar este fin de semana!