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Sergio Ramírez: ‘Imaginar es un acto de rebeldía’
- 18/08/2024 01:00
- 17/08/2024 12:20
Con un semblante risueño y campechano, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez llegó unos minutos antes de la hora pactada para la entrevista con La Estrella de Panamá en el Salón de Escritores de la Feria Internacional del Libro (FIL).
Acompañado de su esposa Gertrudis Guerrero Mayorga, Ramírez conversó sobre muchos tópicos. Entre ellos, el uso de la imaginación como instrumento para confrontar al poder y las claves que debería tener una buena historia que enganche al lector de principio a fin.
Si bien Ramírez es un personaje habitual a la hora de consultar de primera mano las últimas décadas de la historia política de Nicaragua, el autor también destaca por su capacidad de contar historias e hilar tramas con situaciones con las que se puede establecer algún paralelismo con la realidad.
En esta ocasión, el Premio Cervantes promociona su última novela El caballo dorado. Un libro que busca ilustrar con humor y suspenso cómo era entonces el Imperio Austrohúngaro y la Nicaragua de 1917, que se encontraba bajo la ocupación militar de Estados Unidos. Un relato que destaca por su exquisitez narrativa y la presencia de personajes que viven tiempos tan inverosímiles como rocambolescos.
Panamá es un polo cultural atractivo en América Latina. No solo por su posición geográfica, sino por el interés que hay en la cultura, la lectura, las artes escénicas y el cine con los concursos y festivales que se hacen. Cuando hay alguien que dice que en países como Panamá no hay público cultural o no hay lectores, es todo lo contrario.
Nosotros pudimos demostrar que las salas de Centroamérica Cuenta se llenaron de lectores que querían conocer a los escritores de los que ya habían leído. Ese es el interés que se crea entre el lector y el escritor. Sobre todo, cuando uno trata de establecer la literatura como si se tratara de un espectáculo, que no es tarea fácil. Algo que aquí hemos logrado con creces.
Esta es una novela que busca romper con los límites de la imaginación si es que existe tal cosa. Busco que la imaginación pueda volar libremente y probar que en una novela cabe todo. Una novela es una obra múltiple y mientras más se trabaje la imaginación, las palabras van a trabajar junto con ella.
Cuando uno escribe un libro como este, uno puede divertirse. Este es un oficio [el de escritor] que para mí es placentero. Me siento a escribir porque me gusta. Si no me gustara y lo hiciera a la fuerza, no hubiera sido un escritor. Gocé y me divertí mucho, echando a andar la imaginación.
La imaginación y la realidad siempre tienen conexiones por muy lejana que parezca la trama. Al fin y al cabo, esta novela va a situarse en un país que está gobernado por desgobernados y una tiranía que acaba de ser derrocada.
Encima de eso, hay un experimento político y una intervención militar extranjera y, es en medio de esas circunstancias, que se da este juego del carrusel que está presente en la novela. Nunca hay un juego inocente en la literatura. Todo va a dar en algún resquicio donde la realidad esté esperando, tal como la realidad es.
Lo primero que tiene que hacer la novela histórica, como tal, es liberar al lector del aburrimiento. Una novela histórica puede llenarse de muchos datos, fechas y precisiones, y eso no lo va a hacer atractivo al lector.
Hay que sacar de la historia aquellos elementos que sean intrigantes, atractivos, singulares y extraordinarios que van a llamar la atención.
Las historias que se cuentan dentro de la historia con mayúsculas son aquellas que se refieren a los personajes menores que se mueven en los pequeños escenarios. Creo que son más atractivos que los principales.
En los personajes menores, hay más riqueza humana y creo que la relación del poder con esos pequeños seres siempre ha sido muy atractiva. Con ellos se puede ver cómo la gente común y corriente está colocada bajo el poder y sufre las consecuencias del poder aunque no lo quiera.
El poder es como una especie de destino poderoso que está sobre las personas y modifica sus vidas aunque esas personas no lo quieran y eso es sumamente atractivo en términos literarios.
Sí, claro. El poder es una droga perniciosa en muchas ocasiones. Es verdad que hay un poder político justo en la vida real, pero eso solamente puede existir si hay controles. Cuando las instituciones pueden ejercer el control del poder y repartir las cargas controlando que no haya corrupción ni abusos. Esto solo se puede lograr en un país con instituciones fuertes.
La autocracia está ligada al pensamiento único, monolítico, acrítico, a ese concepto en el que la palabra del poder no tiene algún desafío. Una novela se sitúa en el plano crítico, que es el plano de la libertad. En una novela los personajes tienen distintas voces, distintos criterios que son contradictorios. Esa es la libertad que está contenida en una novela.
La mayor conspiración contra una tiranía es la que se hace a la libertad y, sobre todo, si se hace desde la libertad de la imaginación.
Hay otro elemento que disgusta mucho a las tiranías y ese es el humor y la burla. El poder ciego y cerrado no admite burlas ni bromas porque [su estabilidad] depende de esa seriedad impostada y esa autoridad que ejerce de manera tiránica.
Eso tendría un efecto devastador para las tiranías. Primero demostraría que las elecciones son un arma eficaz que puede tener cada ciudadano en su mano cuando marca la casilla de una papeleta en un recinto electoral. De esa forma se puede derrotar a la tiranía, y eso es lo que me parece que tiene aterrorizado a Maduro. Eso lo está haciendo ser cada vez más represivo.
Si este es un régimen que se considera defensor del pueblo, y el pueblo lo rechaza en las urnas, entonces no es cierto que es defensor del pueblo. El pueblo lo saca por medio de los votos. Eso es lo que está en juego ahora en Venezuela: el futuro de la democracia en América Latina.
Eso debilitaría mucho al régimen en Nicaragua. Eso primero demostraría que está la posibilidad de que un régimen tiránico pueda terminar con medios pacíficos, por medio de la democracia, y eso aterroriza a cualquiera que ejerce la tiranía por la fuerza. Que exista esa posibilidad abierta.
Sí, nunca he tenido esa duda.
Porque tengo fe en que las tiranías siempre tienen su fin y las democracias siempre tienen un principio. La democracia es posible y yo estoy convencido de eso. Si me preguntas, ¿por qué? ¿cómo? ¿cuándo? ¿dónde? Eso no te lo puedo responder. Estamos hablando de un asunto de fe y los asuntos de fe no se racionalizan nunca.
Sí, claro. Siempre lo es.