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Funcionarios y gestores culturales afinan conocimientos sobre cultura y desarrollo
- 29/10/2024 00:00
- 28/10/2024 18:15
¿Cuál es el lugar y el rol de la cultura en el desarrollo en el ámbito territorial de alcaldías y representantes de corregimiento? Es una de las respuestas que debe estar fresca en la mente de los funcionarios que tienen la responsabilidad de gestionar las direcciones culturales. Con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación, la Secretaría Nacional de Políticas y Desarrollo para los Afropanameños (Senadap), el Programa de Desarrollo Sectorial (Prodes) y organizada por Enredarte Panamá, en conjunto con el Centro de Arte y Cultura de Colón (Cacco), y el Centro Cultural de España, Casa del Soldado, se ofrece un diplomado, de manera gratuita, con el fin de afinar y actualizar conocimientos sobre la gestión cultural y cómo incide en el desarrollo de las comunidades.
“Es un ejercicio de multiplicación de los beneficiarios de un proyecto de cooperación que originalmente solo iba a ser para Colón, pero se plantea la gran necesidad que hay a nivel metropolitano de formar a funcionarios que puedan dialogar con gestores en el tema de cómo transformar la realidad desde la cultura”, explica Alexandra Schjelderup, de Enredarte Panamá, y quien actualmente labora en la Alcaldía de San Miguelito en la Dirección de Cultura y Educación.
“En Colón abrió el Centro Cultural, se terminaron de restaurar los fuertes, abrió el Museo en la Aduana, se da la declaratoria de la cultura congo como patrimonio cultural inmaterial; hay una serie de posibilidades que nos hacen pensar que Colón está maduro para que el país lo vea como una potencia cultural y, en el caso de Panamá, hay que dar el impulso desde los gobiernos locales para que la cultura ocupe su lugar en su rol transformador”, detalla Schjelderup.
El hecho de que el diplomado se desarrolle en su mayoría en formato virtual ha favorecido para poder extender los beneficiarios de este proyecto, que contará con un panel de instructores de lujo, incluyendo al mexicano José Antonio MacGregor, “un tejedor de afectos muy importante, que es necesario para la sostenibilidad del diplomado. El gran problema de los procesos virtuales educativos es que hay cosas que solo se construyen en lo presencial. Lo presencial y las relaciones de lo que se crea en lo presencial son la estrategia para la sostenibilidad del diplomado durante estos seis meses.
Por ello, MacGregor ha estado encargado de la conferencia inicial y un par de jornadas en las que los participantes tendrán la oportunidad de conocerse e interactuar, antes de iniciar formalmente el diplomado el próximo 11 de noviembre.
“De Panamá está participando una mezcla de funcionarios de juntas comunales y alcaldías de las zonas metropolitanas, incluyendo la Alcaldía de David, y personal del Ministerio de Cultura, pero algunos de ellos son también gestores culturales; el grupo es muy variado y bonito. De Colón participan muchos gestores, la Alcaldía de Colón, el personal del Cacco. Lo importante es que los actores institucionales puedan reconocer y valorar el potencial cultural de las comunidades que tiene en sus territorios. A veces los funcionarios tienden a imponer lo que les gusta a ellos, cuando realmente deben ser un traductor para dar justicia a las expresiones y procesos culturales del lugar donde se está incidiendo”, reflexiona.
“Es una apuesta por crear una base de profesionales que se dedique a los temas culturales y creativos, pero en clave de formación de comunidades, trabajar dentro de instituciones y de generar políticas públicas sobre todo de cultura comunitaria”, informa Lyann Leguizamo, de Open Arts, socio en la organización del diplomado.
“Para eso se necesitan herramientas de gestión y de administración, pero también teóricas, y el diplomado está estructurado de esa forma, y para ello los módulos los imparten personas que han estado tanto en la práctica de gestión cultural a distintos niveles, incluso personas que han sido secretarias de cultura en diferentes alcaldías de Iberoamérica, incluyendo a Jorge Melguizo, que ha sido secretario de Cultura de Medellín; también personas de la academia como el antropólogo social José Antonio MacGregor, que viene de la Universidad de Querétaro, México”, agrega Leguizamo.
Se pretende fomentar el trabajo de una red de gestores culturales a nivel metropolitano, lo que le va a dar la posibilidad de que no quede solamente como un proceso formativo, sino que se convierta en un espacio de gobernanza que se mantendrá vigente.
Para José Antonio MacGregor, lo primordial que se debe reconocer es que “la cultura es un fundamento para el desarrollo social, no es un ámbito reducido a la diversión, al entretenimiento y a la contemplación, aunque sí tiene algo de eso, pero el desarrollo cultural tiene que ver con la creación de comunidad, con la construcción de espacios donde la convivencia humana se puede desarrollar en plenitud, en paz, con respeto, en donde la diversidad sea reconocida no como un obstáculo, sino como una riqueza que nos permite ampliar nuestra visión del mundo, donde esa diversidad materializada en pueblos originarios, indígenas, afrodescendientes comunidades LGBT, personas con discapacidad, que por un lado tienen derechos humanos y derechos culturales, por otro lado desde su condición y su mirada aportan a la sociedad”.
El tema de las identidades, considera el antropólogo, es fundamental para entender la cultura. “El poder reconocernos frente al espejo el poder aceptarnos como nos vemos en el espejo, el poder tener una imagen real de lo que somos en el espejo... una persona que se puede reconocer puede afirmar lo que es, y con lo que es puede generar un desarrollo autónomo, un desarrollo que responda a lo que es. Estamos acostumbrados a importar modelos de desarrollo en donde pretendemos ser lo que jamás vamos a ser. Jamás”, reflexiona.
Y es que la cultura se define a partir del contexto. “Si queremos conocer cómo está diseñado y configurado el ecosistema de un determinado lugar, necesitamos saber cuáles son las características de contexto y decir quiénes son los actores, cómo interactúan, qué recursos hay, qué infraestructura hay, y el gestor cultural es el que justamente lee e interpreta esos ecosistemas (...) El gestor cultural debe tener herramientas para ver, para identificar problemas. Y a partir de esa detección, impulsar procesos para activar la vida cultural de su comunidad”, sostiene.
Por ello, en lugar de presentar un modelo convencional, asistencialista y paternalista, se propone el modelo participativo.
“En el modelo asistencialista es un gestor, un equipo o una institución la que asume que tiene la posibilidad de llevar la cultura a los que no la tienen. Nosotros partimos de que todos tienen cultura y la gestión cultural no es ver cómo le llevamos cultura a los que no tienen, sino cómo activamos, en primer lugar, lo que tienen. Y a partir del reconocimiento de lo que tienen, sí estar en condiciones de intercambiar con otros”, comenta MacGregor.
En lugar de ubicar a la comunidad en una condición de subordinación, se debe reactivar el autorreconocimiento, que generará la responsabilidad de conservar, ampliar y aportar a ese patrimonio para transmitirlo a la siguiente generación.
La gestión cultural, de acuerdo con el experto, ofrece el día de hoy muchas más dimensiones: la interculturalidad, que permite el intercambio y la posibilidad de la creación y la transdisciplinariedad, pues, aunque la gestión cultural empieza a verse como una profesión, se trata de una construcción interdisciplinaria que contempla a personas de las más diversas profesiones y oficios. También se contempla la perspectiva de género.
Según MacGregor, lo que se pretende establecer es una gestión cultural “que no sea asistemática, que no sea a ‘contentillo’ o basada en ocurrencias o gustos de alguien, sino que responda a las necesidades, gustos, procesos e intereses de una comunidad que participa desde el diagnóstico y la instrumentación”.
Se quiere ofrecer a los gestores y funcionarios las necesarias herramientas para impulsar la participación, pero en un marco de valores y respeto, en donde el gestor cultural es cada vez menos protagónico. Más bien, tiene una labor más de acompañamiento, de facilitación y formación. Corresponde el protagonismo a las personas de la comunidad, a quienes se deben transmitir esas herramientas.
“Normalmente, las instituciones, las personas, los gestores, los gobernantes se van. Y la gente se queda. Entonces, si queremos un desarrollo autónomo, necesitamos instalar en los territorios capacidades para que la gente aprecie, valore y se enorgullezca de su patrimonio y tenga herramienta s para gestionarlo”, sugiere.
MacGregor empezó el fin de semana pasado ofreciendo la conferencia inicial en Colón.
“Por lo que percibí en Colón, la gente tenía una idea, y esa idea, después de dos días de trabajo, se enriqueció. La participación de los que estuvieron allí fue impresionante. Si yo, que llevaba un programa muy claro de los temas que iba a ver, si me hubiera aferrado de manera inflexible a cumplir ese temario, la gente no hubiera hablado. Y se hubiera empobrecido la dinámica de ese curso. Yo le aposté más a que fluyera, claro, encaminando temáticamente, pero la gente tenía una necesidad de hablar, de decir, de aportar, y lo que se construyó fue algo increíble”, asegura.
En términos de participación e interés, el instructor espera que en Panamá la experiencia sea similar. En cuanto a los profesores, comenta Mac Gregor, “salvo el primer maestro, todos son buenísimos”, y sonríe. “Conozco a la mayoría, sus trayectorias y creo que las personas que le inviertan el tiempo a tomarlo todo, van a salir no solo con un marco conceptual sólido, sino con herramientas metodológicas. La gestión cultural por un lado es qué hacer, pero la otra es cómo hacerlo... en una comunidad popular, en una universidad o en una comunidad indígena; cómo, con qué herramientas, con qué instrumentos, y eso es lo que se va a hacer en estos seis meses”, concluye.