El arte de contar las historias vividas

Actualizado
  • 30/06/2024 00:00
Creado
  • 29/06/2024 17:02
La escritora María Guadalupe Hernández relata en su último libro esas anécdotas que pasaron de generación en generación, y que se alejan de lo usual y lo cotidiano

La tinta de la pluma de María Guadalupe Hernández nunca se le ha secado a la hora de contar historias. Esa afición comenzó desde que era muy pequeña, cuando anotaba todo lo que veía alrededor y escribía pequeñas historias en los cuadernos que tenía a mano. Siendo una innata narradora de historias, ella recuerda que sus amigas de la universidad esperaban ansiosas al próximo capítulo de una novela que ella venía escribiendo en una agenda.

Confesa como escritora de alma y vocación, la autora decidió dar el gran salto por primera vez en el mundo literario con el libro La otra mitad de mi vida (2018). En ella, elaboró una historia basada en dos vidas entrelazadas por su camino hacia la felicidad mezclando el presente con el contexto aciago de la Segunda Guerra Mundial. Una novela que refleja el esfuerzo de los seres humanos por aliviar el dolor y el sufrimiento, al tiempo que aborda la inteligencia del hombre ante los dolores y los desencantos que se presentan en la vida.

Varios años después, regresa con un nuevo libro: Historias que me contaron y otras que yo viví (2024). El libro – dividido en dos partes – cuenta en primer término aquellas historias paranormales producto de la transmisión oral de esas anécdotas transmitidas de generación en generación dentro del seno familiar. En la segunda parte, se cuentan aquellas historias relacionadas a esos milagros inexplicables que se adjudican al poder divino.

Hernández comentó en una entrevista con La Estrella de Panamá que tuvo el interés de escribir el libro para dar a conocer ante la humanidad las historias de aquellas personas leales e interesantes, que son de buena educación y que a su vez sienten un verdadero amor por su patria.

“La patria para mí no es de donde naciste sino ese amor por el terruño, y el de tener metas por la vida, no importa lo que pase. Ninguna vida es fácil pero siempre se debe echar para adelante”, consideró.

La idea de hacer el libro no fue inicialmente de ella. En realidad, fue una sugerencia que le hizo un amigo periodista que veía lo interesantes que eran esos cuentos que escribía sobre sus ancestros en una columna que hacía en el periódico digital venezolano El Periódico Del Delta. “Esto es demasiado interesante, ¿por qué no haces un libro al respecto?”, le propuso. Es entonces cuando decide dejar la columna en el diario y decide comenzar con el que sería su segundo libro.

Siguiendo esa senda, Hernández cuenta esas historias vernaculares que estuvieron presentes desde los primeros instantes de su infancia. Esas anécdotas que se refieren a los denominados como ‘aparecidos’, seres que se aparecen en acontecimientos fuera de lo común. Uno de esos relatos tiene como protagonista a la familia de su tatarabuelo originario del estado venezolano del Zulia así como a sus dos tías abuelas. Con un tono simpático y divertido, la autora cuenta cómo ellos fueron testigos de la aparición cómica de un ser cuando vivía en pleno Maracaibo del siglo XX.

Estas historias que hoy cuenta en la primera parte de Historias que me contaron y otras que yo viví las recibió de boca de sus tías abuelas, a quienes ella les tenía un gran afecto.

“Mis más amadas abuelas fueron mis tías abuelas y ellas vivían en una de las calles principales del centro de Maracaibo, que son míticas por la celebración anual a la Virgen de Coromoto. Esa zona está poblada de diversas historias de las que desearía acordarme de todas ellas. Por otro lado, yo pienso que los latinoamericanos van a disfrutar más la lectura de este libro porque podemos encontrar estas mismas anécdotas en el centro de Panamá, por ejemplo. Al fin y al cabo, son historias de América Latina y nuestra idiosincrasia es la misma. Yo tengo 15 años en Panamá, y te aseguro que yo vivo como en Venezuela. Nosotros compartimos esa identidad latinoamericana, cálida y amable con los demás. Son cuentos con los que cualquiera se puede identificar”, comentó.

Otra de las historias que se pueden encontrar en la primera parte del texto es la fascinante trayectoria del profesor Cambeiro. Tal como si fuese el mismísimo explorador mítico Indiana Jones, vive junto a dos de sus hijos una serie de historias inverosímiles marcadas por los sucesos paranormales y propias de la popular saga de ‘Piratas del Caribe’ mientras recorren el Zulia en busca de unos tesoros.

Ya en la segunda parte, Hernández narra esos sucesos inexplicables que solo se pueden interpretar mediante el razonamiento divino. Uno de estos testimonios es el de una amiga que se encontraba hospitalizada en medio de un tratamiento contra un cáncer, que se encontraba en su cuarto estadio. Ella tuvo un paro respiratorio que duró 25 minutos. Es entonces que, según ella, recibió el mensaje que tenía que seguir viviendo ya que tenía una misión por cumplir. Cuando vuelve del paro, ella cuenta esta historia a su madre y después esta se lo transmite al médico. El médico, con una actitud cautelosa y pragmática, le advierte que no quiere ser portador de falsas esperanzas frente al grave estado de salud en el que se encontraba la paciente.

Seguidamente, la paciente se va recuperando y le insiste a su madre que se siente bien y en óptimas condiciones a pesar de que se encontraba en la unidad de cuidados intensivos. Días después, le hacen los exámenes médicos y de rigor, no encuentran nada negativo en su cuerpo y es dada de alta. Entonces, el médico dice: ‘dale gracias al cielo porque yo no quiero hacerlo’.

“Estas son historias que terminan con un final feliz, de esas que te dan ganas de darle gracias al cielo. De esos hay muchos casos. A la hora de contar estas historias, procuré dejar un testimonio porque yo en realidad pienso que los milagros tienen que ver con la fe que tenemos. Si nosotros no tenemos fe, nunca nos van a llegar los milagros. Esa es mi opinión a menos de que haya una explicación más allá de lo que yo conozca que sea mucho más profunda”, añadió.

Para Hernández, una de las pruebas fehacientes de que los milagros divinos existen está en la revelación que tuvo en 1531 el santo Juan Diego Cuauhtlatoatzin, a quien se le apareció en el cerro del Tepeyac la imagen divina de la Virgen de Guadalupe en un manto. Esta misma advocación mariana ocurrió en 1652 en Venezuela cuando la Virgen de Coromoto se le apareció al Cacique Coromoto de los indígenas Cospes.

“Yo pienso que todos los días vivimos un milagro, y ese milagro es el presente. Lo vivimos todo el tiempo porque siempre experimentamos un día que no sabíamos que íbamos a vivir. Nosotros debemos ser agradecidos a Dios, al universo o a quien uno quiera depositar su fe, darle gracias a ese ser supremo por el presente que se vive día a día”, señaló.

Otro punto de vista que tiene Hernández está relacionado a la muerte, ese temido paréntesis que a más de uno se le hace difícil afrontar como un proceso que es parte de la vida misma.

“La gente tiene que perderle el miedo a la muerte y a los muertos porque no es que están muertos. Ellos están en otra dimensión a la que le puedes llamar cielo, por ejemplo. Nosotros no somos carne, no somos materia, somos energía”, remató.

María Guadalupe Hernández
Escritora
Yo pienso que todos los días vivimos un milagro, y ese milagro es el presente. Lo vivimos todo el tiempo porque siempre experimentamos un día que no sabíamos que íbamos a vivir.”
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