La Ciudad de Saber conmemoró su vigésimo quinto aniversario de fundación con una siembra de banderas en el área de Clayton.
Cuando el pueblo panameño se decidió a cambiar la historia
- 09/01/2022 00:00
- 09/01/2022 00:00
Cuando el Gobierno de Estados Unidos, muchos años después de 1964 ordena desclasificar los documentos de su Ejército, se pudieron conocer datos escalofriantes.
Se reveló que aquel 9 de enero se dispararon 450 balas calibre 0.30, 5 balas 0.45, 7,193 granadas de gases lacrimógenos, y 340 libras de químicos CN 1, además de 120 libras de gas más fuerte que el anterior.
Pero también señala que la Policía de la Zona del Canal disparó 600 cartuchos de escopeta, 132 granadas lacrimógenas y 1,850 balas con revólveres calibre 0.38. Una de esas le partió el corazón a Ascanio Arosemena.
Investigando para escribir 9 de enero la novela, para honrar los 50 años de aquella fecha transcendental, me doy cuenta de que fueron miles de panameños los que protestaron indignados porque los zonians mancillaron nuestra bandera.
Durante tres días el pueblo de los barrios limítrofes con la Zona del Canal, en Panamá y Colón, arriesgaron sus vidas, desarmados contra las balas del buen vecino.
El resultado fue de 21 muertos y cerca de 500 heridos. Unas cifras que lanzaron un mensaje escrito en sangre al mundo del colonialismo que imponían los estadounidenses en ambas orillas del Canal.
El periodista Luis Calvo, del diario español ABC, escribió al respecto que “La exaltación patriótica originó una tromba de pasiones confusas en la que no hubo detalles castristas comunistas, pero que sí movió fuerzas oscuras presentes en toda América”.
Solo habían pasado cinco años desde el triunfo de la revolución cubana y se comenzaba a exportar la subversión. El comunismo era una doctrina que atemorizaba y por todos lados se gritaba ¡Gringo Go Home!.
Pero el hecho que prendió la mecha fue la marcha de los graduandos del Instituto Nacional que se empeñaban en izar la bandera en la escuela de Balboa. Solo las faldas del cerro Ancón separaban a ambos planteles, y desde días antes se movían sentimientos nacionalistas antagónicos entre ambos planteles.
Los estudiantes llevan como escudo la bandera del colegio, el estandarte de la asociación de estudiantes y un burdo letrero hecho a la carrera para la ocasión que dice. “Panamá es soberana en la Zona del Canal”.
Rimsky Sucre, institutor que en esos momentos era un joven que no llegaba a los 20 años, nos dijo que esa premisa fue escogida cuidadosamente y que fue un acierto pues resumía el sentir de todos los panameños.
Desde Washington se ordenó que se izara el pabellón panameño en cada lugar de la Zona donde ondeara el que lucía barras y estrellas. Los zonians sentían que la medida atentaba contra la memoria de sus antepasados. Ellos habían construido el canal y desde hacía 60 años lo mantenían funcionando. Muchos ya habían nacido allí. Que los panameños debían agradecer otras acciones civilizadoras.
Por eso esa tarde padres de familias, sus hijos y policías no dejaron avanzar a la marcha estudiantil y rompen la bandera. Media docena de estudiantes que la portaban se las arreglaron para protegerla y que no cayera al suelo. Pero un toletazo de un policía la desgarró.
Regresan molestos, heridos en su honor patrio y la noticia llega a las emisoras y se propaga, y es ahora el pueblo que se abalanza contra la cerca limítrofe de la Zona.
Es una noche de ira que supera a la fuerza policial estadounidense que utiliza sus revólveres y escopetas contra la multitud. Esa acción defensiva regala mártires a la causa panameña.
Ascanio Arosemena, quien estaba en primera fila, con el uniforme de fútbol de la escuela Profesional ayuda a los heridos. “De ser un joven común y corriente salta a la inmortalidad; nunca será olvidado”.
Los guardias no son suficientes y entonces llaman a los soldados de las bases militares próximas.
Los muertos y heridos se multiplican y la ciudad de Colón se une a la lucha en las calles.
Pero el problema tenía otros componentes. El periodista de ABC identifica la raíz del conflicto en un tratado en 1903 que ningún panameño firmó y que era a perpetuidad. Escribe que: “la más superficial lectura del pacto revela de inmediato la clave de la discordia”.
En mi libro en que novelo los hechos investigados van apareciendo personajes de la epopeya, como Andrés Galván, líder sindical colonense, que es herido a bayonetazos; Juan Navas, que con un rifle de un solo tiro se parapeta por los tejados y dispara, pero es herido por perdigones en la cabeza. O los tozudos manifestantes que se empeñan en fijar una bandera arriba de un poste de luz frente a la mira de los francotiradores gringos.
Esa imagen guarnecida por carros incendiados lanzando columnas de humo aparece en la portada de la revista Life de Nueva York. Fue captada por el fotógrafo Stan Weyman y se convierte en una denuncia contundente de la protesta panameña.
Enseguida los principales diarios del mundo y de Estados Unidos opinan sobre el asunto.
El presidente Roberto Chiari, desde Panamá, rompe relaciones con Estados Unidos. Es un acto nunca visto. Es agregar gasolina a la hoguera de los acontecimientos.
The New York Times publica: “Panamá actúa para anular tratados sobre el Canal. Embajada de Estados Unidos evacuada - 20 muertos en incidentes”.
También titulará que: “Panamá no puede denunciar el tratado de 1903 como amenazó el presidente Chiari, de la misma manera que Estados Unidos no puede enviar batallones de infantes de marina para liquidar a agitadores panameños”.
En mi libro incluyo la conversación entre el presidente Lyndon B. Johnson desde Washington y Chiari. El panameño denuncia la matanza de su pueblo y que es producto de que desde allá han rechazado una y otra vez revisar el caso panameño.
El 10 de enero Thomas Mann, secretario para Asuntos Latinoamericanos, vuela a Panamá. Es el mensajero del secretario de Estado, Dean Rusk.
En sus conversaciones denuncia que los disturbios tienen relación con agitadores comunistas. Chiari riposta que el pueblo panameño está cansado de la Zona del Canal, de lo poco que aporta el Canal y del tratado a perpetuidad.
En su libro Panamá 9 de enero, ¿qué pasó y por qué? , Roberto Méndez toca los antecedentes históricos de ambos países, pero también es el único que investiga quiénes eran los muertos que fueron declarados mártires de la patria. Eran gente común y corriente, de los sectores populares vecinos.
Por mi parte, encontré sus autopsias y sus datos personales en archivos en la Cancillería de Panamá.
Después de 57 años la gesta de 1964 es reconocida en su justa dimensión. A pesar de que hay libros vanos que lo reseñan, hay otros que destacan al verdadero protagonista, el pueblo panameño.
El 15 de enero de 1964 se iza la bandera de Panamá en la escuela de Balboa. Los institutores recogen sus diplomas y abandonan su colegio sin conocer el alcance de su marcha. En 1977 se firma un tratado que elimina la Zona del Canal y que en 1999 devolvió la vía acuática a la República de Panamá.
Sin el 9 de enero no hubiera sucedido nada de eso. El Canal de Panamá funciona como un reloj para ejemplo en el mundo, y en 2020 sus aportes al fisco superaron los 2 mil millones de dólares.
Pero de aquel 9 de enero puedo decir que hay mil historias, pues fueron miles los que salieron a defender la patria, como debe ser. Sin medir que arriesgaban sus vidas.