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- 29/10/2023 00:00
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El nombre de la exposición del artista colombiano Iván Hurtado nos lleva directamente a la realidad que vivimos hoy en Panamá. Sin embargo, sus obras no hablan del descontento entre un sector de la población por la aprobación de una ley aprobada por el gobierno. Pero a pesar de ello, retrata justamente el hecho de que aunque registre hechos pasados, la situación de la violencia parece perpetuarse en nuestras sociedades.
La ciudad de Medellín vivía un momento muy complicado a inicios de los años 2000. El conflicto armado se convirtió en el tema principal de Hurtado, quien se veía personalmente afectado por la situación. Hurtado trabajó en esos momentos en tres series distintas: Inocentes (2000-2001), días violentos (2001) y Mil días (2001-2003). Las tres series reflejan un periodo en el que el artista “volcado en a la investigación histórica, buscaba resistir la tendencia casi omnipresente en América Latina de dar paso al olvido tras los horrores de la guerra”, según comenta el curador guatemalteco Emiliano Valdés en el texto curatorial.
Inocentes retrata un grupo de niños secuestrados por la guerrilla cuyas caras circularon sobre la portada de la revista Semana en julio del año 2000. Mil días se refiere a la guerra de principios de siglo XX, conflicto que se trasladó a Panamá cuando estaba unido a Colombia, que el artista utiliza para “hablar del recrudecimiento de la violencia exactamente un siglo más tarde y que a su vez simboliza la profunda división ideológica que aún prevalece en el país”. En esta serie, explica el curador, la situación de violencia se hace patente no solo a través de sus artífices y víctimas, sino también de los objetos y elementos que la hicieron posibles.
“Si inocentes era una denuncia directa sobre los horrores de la guerra, mil días podría entenderse como un intento por entender el fenómeno de la violencia - y el país- en conjunto, así como el inextricable círculo entre estos dos”.
La serie, que da título a la exposición Días violentos, reseña lo ocurrido a finales de los años noventa, cuando el entonces presidente Andrés Pastrana autorizó la desmilitarización de la llamada zona de distensión del Caguán como aliciente para las negociaciones de paz. Lamentablemente, ocurrió lo contrario, creció la violencia.
“Días violentos nos lleva a tierra adentro, a uno de los momentos álgidos de la guerra en Colombia, en donde, aunque oficialmente el conflicto haya concluido, sus problemas, dicotomías y contradicciones siguen representadas en esta exposición”, explica el curador en su texto.
Sobre las paredes blancas de Casa Santa Ana, unos muy coloridos cuadros ocupan espacio. Se trata de 22 obras en acrílico sobre tela, en los que destaca el rojo, el naranja, el fucsia, el azul… pero los detalles de las figuras retratadas lucen difusos, los trazos son básicos, pero en el fondo se adivinan las identidades.
El plano de la sala identifica cada una de las obras con nombres sencillos: Niño, Presidente, Inocente, Comandante, Campesino, Mil días.
Se confunden los conflictos, hay cierta ambigüedad en la identidad de los protagonistas. “Solo quien conoce el conflicto puede identificarlos con exactitud. Solo quien ha estudiado la historia puede conocer sus responsables”, advierte el curador.
El artista desarrolló una técnica, mientras estudiaba en Austria, cuyo resultado es la textura que deja el agua sobre la pintura. Una marca que es imposible de borrar. Que aunque no permita ver con claridad todos los detalles de cada uno de esos personajes, no deja de estar allí para recordar que algo sucedió, que algo hay debajo.
Valdés comenta en el texto curatorial que las imágenes de estas tres series, además de estar unidas por su temática y por el periodo histórico, están también unidas “por una pintura gestual que busca ser liberadora al tiempo que se resiste el olvido por medio de veladuras que se sobreponen”.
“Las obras dejan una sensación de que los personajes nos miran, en lugar de nosotros mirarlos a ellos”, asegura Carolina Hausmann, directora de Casa Santa Ana.
“Esa agua viene siendo un elemento de limpieza que deja una marca, una memoria que no se borra”, explica
Justamente lo que ocurrió con Hurtado, quien a pesar de abandonar el país —viajó a Brasil en donde iniciaría nuevas exploraciones tanto en técnicas como en temáticas—, nunca olvidó este trabajo que estuvo guardado por unos 20 años.
Una de sus obras, expuesta en el museo de Medellín llamó la atención de Casa Santa Ana y se decide exponerla en Panamá.
Vuelven a ver la luz los protagonistas de aquellos conflictos: el presidente de la república, personificando el gobierno, los guerrilleros y las principales víctimas: campesinos, hombre, mujeres y niños.
“Es revivir un momento que estuvo guardado por muchos años; un trabajo que lamentablemente sigue vigente.
Tal vez en Medellín ha cambiado el panorama, pero situaciones similares se viven en otros puntos geográficos del planeta.
¿Por qué somos tan violentos? ¿Por qué no tenemos memoria?, son algunas de las preguntas que genera Días Violentos.
“El arte tiene el poder de hacernos reflexionar. Si bien no ofrece una solución, es al menos un punto de partida”, concluye Hausmann.