‘El ahogado' de Tristán Solarte

Actualizado
  • 01/03/2019 01:00
Creado
  • 01/03/2019 01:00
Guillermo Sánchez Borbón, cuyo sepelio se realizó el miércoles, dejó personajes entrañables, como es el caso del protagonista de esta novela

El mito del mal como símbolo. Este es el valor interpretativo de la novela de Tristán Solarte, porque desde el título, El Ahogado , el autor nos remite a una contradicción. ¿Cuál ahogado? Si el personaje de la novela fue asesinado a puñaladas. La única referencia al ahogado es su relación con la mitología panameña; el personaje es el hijo perdido de la Tulivieja, arrastrado desde épocas inmemoriales por el río del tiempo, que ahora ha renacido como el mito del eterno retorno en Bocas del Toro.

Para describir este misterio mítico sobre el origen del mal, la narración presenta indicios premonitorios ‘algo quedó rezagado en las islas. Algo muy podrido surca, la corriente sanguínea poblando los sueños de signos sin clave. Cualquier crimen hace surgir hasta de los hombres más sensatos, una horrenda sensación de culpabilidad, de complicidad'.

Esta nueva tensión paradójica indica que se ha caído la muralla del paraíso y es necesaria una nueva conciencia de los contrarios, porque las polaridades de la cultura que dan origen a la conciencia del mal han cambiado; se ha producido una nueva noción sobre la existencia de la culpa y por lo tanto, la del culpable; de esta manera la novela adquiere un sentido premonitorio, en tiempos donde el crimen ya no es una violación de lo sagrado, ahora es costumbre. Porque al ser parte del espectáculo periodístico, el crimen se hace cotidiano; se convierte en parte de la normalidad alterada, donde el mal se esconde y se disfraza en lo cotidiano para contaminar las conciencias con el relativismo moral, lo cual es una tragedia. ¿Acaso, por eso, Tristán Solarte deja como un aldabón para el lector la dualidad moral, al elegir entre culpabilidad y complicidad? Acaso no comparten el punto de vista del narrador que desea asesinar, con justa razón, al poeta maldito.

Como recuerda Joseph Cambell en El Héroe de las mil caras , la conciencia, como templo interior o como el vientre de la ballena, aloja el mal, que solo puede ser sacado de la conciencia, eliminado por un crimen, en este caso real o deseado, y esta es la paradoja de Tristán Solarte sobre la condición moral de la modernidad. Cada personaje de la novela es seducido por el mal y al final el lector debe elegir si lo es o no como el narrador de la novela.

Cuando el novelista describe el asesinato, la víctima sonríe, como el Minotauro de Borges, quien asume la muerte como una liberación. ¿Acaso porque su labor ya estaba realizada y el asesinato era su victoria? Si observamos, la paradoja es una de las constantes estéticas de la novela, y ella permite que los hechos estén descritos de tal manera que siempre queda el umbral del misterio abierto, así el narrador logra tensión al relacionar la pasión con el sufrimiento; que la belleza del paisaje esté en tensión, con el crimen, la inmoralidad de la conciencia; la pasión de los personajes, en tensión con la culpa; el amor en contraste con la indiferencia; la moral en tensión con el deseo; la pulcritud de la ingenuidad en tensión con la suciedad de la culpa escondida en la conciencia de todos los personajes. Pero este florilegio de ambigüedades, como nos describe William Empson (1930, p. 240), no son más que recursos para evadir los hábitos de reticencia del lector, que a fin de cuentas es el personaje central de la novela.

NOVELA NEGRA

Hasta este punto la disposición narrativa de la novela sigue los patrones de la novela policíaca convencional, de tal manera que para que el crimen sea significativo, dice Raymond Chandler, la víctima debe ser una persona inocente. Y así lo presenta en la introducción de la novela, ya que la víctima, el poeta adolescente, es el joven bueno, la persona ideal, el ejemplo moral, un dechado de virtudes intelectuales, por lo que su asesinato produce terror, concita el miedo y constituye la violación de uno de los valores más sagrados de la sociedad humana, el derecho a la vida, por lo que es necesario para el lector restituir el orden sagrado de la sociedad. Pero esta vez el orden se restaura, porque al descubrir la personalidad secreta del muerto, se justifica el crimen. La pregunta es: ¿se justifica el orden social por un crimen?

No obstante, la lectura, la cual se equipara con una investigación policiaca, degradará esta fórmula narrativa de la novela policial y revelará al lector, una paradoja moral, propia del mito: el poeta tiene un alma oscura, lleva en su belleza ideal una capacidad seductora que arrastra a todos a la lujuria inmoral, y les saca del alma lo peor de sí mismo. Por lo que al umbral del misterio se abre para que el lector comprenda que el poeta es el ahogado, el hijo de la Tulivieja, perdido desde tiempos inmemoriales, por lo que su madre lo asecha con su presencia maligna, porque ella, como todos los personajes de la novela, desea lavar su culpa.

El tema es uno de los más antiguos y universales de la cultura. La Biblia concibe al hombre con una tendencia al mal, su culpabilidad innata (Gén, 6: 5, Gén, 8:21, Deut, 31:21). Lo que significa, por contraste, que dominarla es una empresa moral e implica su capacidad para el bien. Pues el hombre ha de elegir entre estas dos opciones (Deut. 11, 26 28). Y esta es la elección de cada personaje de la novela, pero en ella todos quedan en la redes del mal, todos son seducidos por este; su debilidad es el deseo y este les transforma la conciencia, porque pierden su inocencia, una cualidad de lo sagrado en el hombre.

Esta paradoja moral, según Eric Fromm (1991, p. 40) se debe a que la Biblia considera que ambas cualidades crecen en la conciencia humana porque el hombre posee una cualidad básica; la imaginación. Y esta sólo puede ser alimentada por la tendencia hacia el bien, aunque exista esa tendencia hacia el mal, porque si bien es cierto que el hombre tiene defectos y valores negativos, estos se reivindican. Adán, nos recuerda Fromm, fue cobarde; Caín, asesino, fratricida; Noé, borracho y flojo ; Jacob, fraudulento; José, manipulador ; y el rey David, lujurioso y criminal. Pero eran ejemplos de que el hombre podía redimirse. Como vemos, si antaño llovía hogaño no escampa.

FICHA

La disposición narrativa de la obra sigue los patrones de la novela policíaca convencional.

Título: ‘El Ahogado'

Género: Novela

Resumen: La novela inicia con la descripción del cruel asesinato de Rafael, un joven poeta, pintor y cantante de 17 años de edad que vivía en la provincia de Bocas del Toro, que un día amaneció muerto en medio de un charco de sangre. El encargado de narrar la historia es el doctor Martínez, quien fue amigo de Rafael desde que inició sus labores como el único doctor del pueblo. Es un personaje complejo, donde confluyen el vicio y la virtuosidad.

Esta dualidad paradójica de la moral fue una de las preocupaciones del surrealismo, en particular, era la preocupación intelectual de Gorges Bataille. Mario Vargas Llosa, en el prólogo del libro El Verdadero Barba Azul (1975, p. 9) cita la tesis sobre la moral moderna de Bataille. ‘Hay en cada hombre un bestia camuflada, un animal encerrado en una prisión como un esclavo, hay una puerta, si la abrimos el animal se escapa, entonces el hombre muere provisionalmente, y la bestia se conduce como una bestia, sin preocuparse por incitar la admiración poética del muerto'.

Y este es el drama del Ahogado, cada personaje de la novela ha sido bestializado por el deseo y una de ellos dejó de preocuparse por ‘la admiración poética del muerto'. Entonces, qué revela la investigación del doctor, su impotencia o su deseo de ser el criminal; qué revela la confesión de los personajes, su hipocresía o que su ‘inautenticidad humana' oculta la bestia inmoral, porque todos pudieron ser los asesinos.

Entonces el objetivo de la novela degrada la búsqueda policial, porque el autor quiere que el lector haga una elección moral. El mito no es accesorio, porque en la novela de Solarte el mito es el correlato, del eterno retorno de mal que articula la significación de la novela para representarlo como esclavitud de la voluntad.

De tal manera que el hombre desde siempre ha estado sometido a las paradojas culturales de esta contingencia, debido a la búsqueda solitaria de una identidad o del sentido de la vida, el cual sin duda tiene un sentido moral.

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